Así se vivió el emotivo funeral del papa Francisco. El evento reunió a mas de 200.000 personas en la Plaza San Pedro, con la presencia de 130 delegaciones...
- 27/05/2012 02:00
En Venezuela no hay dos países que se confrontan, como jura la mayoría de los dirigentes políticos, comunicadores y no pocos académicos cuando analizan la polarización: que si un bando en un extremo y otro bando en el contrario. Eso es mentira. En Venezuela no hay dos, sino tres países. Ese tercer país se esparce como confeti en los novecientos kilómetros cuadrados gobernados por Hugo Chávez, y si se pudieran juntar esos papelillos, se obtendría mucho pero mucho relleno para millones de piñatas. Mucho más que si se considerara, de manera individual, al total de chavistas o al total de opositores.
En ese tercer país, invisible todavía para quienes llevan con orgullo la etiqueta de los polos, conviven personas que le huyen justamente a eso, a las etiquetas, porque a cuenta de qué tienen que atarse a un color (rojo, azul), a un partido (o a varios al mismo tiempo) o a una doctrina ideológica. Porque sí, los etiquetados los obligan a ponerse el apodo cuando surge el tema político en una cena familiar o cuando están en la cola del mercado. Pues no, responden ellos, no soy de ninguno de los dos bandos. Ni chavista ni de oposición.
El clima de polarización y confrontación política ha contribuido al surgimiento –y crecimiento- de ese tercer país. Y pareciera que mientras más presión se imponga sobre ellos para intentar alinearlos en uno u otro bloque, más incentivos encuentran para autodefinirse con una etiqueta de no-identidad.
La distinción de No alineados, propuesta que comenzó a surgir hace diez años como denominación alternativa, agrupa a este tercio de venezolanos que se sienten en el medio de una batalla entre dos ejércitos políticos. Como a veces se dejan seducir por lo que promete uno u otro bando, y como éste es un año decisivo por las presidenciales de octubre, los políticos andan cual lobas en celo en luna llena para atraer su atención, y lograr que inclinen sus balanzas hacia la izquierda o a la derecha. Pero lo que no han entendido es que, según las fórmulas matemáticas, ya no creen en palabras bonitas y no son un voto seguro hasta que no los conquisten de verdad.
Los No alineados son como esas naciones que prefirieron ver a los contrincantes de la Guerra Fría desde la distancia. Pero no se confundan: no son neutrales porque, detrás del muro, pueden aproximarse más a un polo que a otro. Lo que sí está clarísimo es que los habitantes de este tercer país están hartos de confrontaciones y no se paran en un punto neutro, sino más bien en el medio de la batalla, en una coordenada del mapa donde les provoque ubicarse.
(*) La autora incluyó este texto en una crónica de la Revista Anfibia (www.revistaanfibia.com).
PERIODISTA VENEZOLANA