La reunión de este miércoles 13 de noviembre en la Casa Blanca entre el presidente saliente de Estados Unidos, Joe Biden, y el mandatario electo, Donald...
- 18/01/2020 00:00
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La reciente reelección de Juan Guaidó como presidente de la Asamblea Nacional de Venezuela, tras frenéticos enfrentamientos con la Guardia Nacional, ha sido vista como una victoria de la oposición venezolana sobre el régimen de Nicolás Maduro; sin embargo, al año de proclamarse como presidente interino de la nación petrolera, y cuyo gobierno ha sido reconocido por más de cincuenta países, la carga opositora está lejos de lograr la derrota del gobierno chavista al que le había augurado horas, días o semanas para su inevitable caída a inicios del 2019 y a su vez, ha revelado la fragmentación que existe dentro de la propia oposición.
El respaldo a la causa de Guaidó brindado por Estados Unidos (EEUU), el principal autor detrás de la presión económica que golpea a la nación petrolera, ha sido clave en este proceso. Como justificante de estas acciones, la narrativa pro-Guaidó establece que el objetivo es recuperar la democracia y una mayor justicia social, ambas violentadas por el régimen Maduro; eso asumiendo que estas son las verdaderas y honestas intenciones del gobierno de Donald Trump, quien tratando el tema del petróleo sirio durante una entrevista con Fox News, aseguraba que las tropas estadounidenses instaladas en el país árabe estaban allí para hacerse con el control del oro negro.
Pese a este impresionante respaldo, PDVSA ha reportado un crecimiento en su producción del crudo ante la OPEP a finales de 2019, lo que ha representado un alivio para Maduro y sus aliados. Y es que tras las severas sanciones que Washington había aplicado en agosto del pasado año (sumadas a las de 2017), que perjudicaron la operatividad de la compañía petrolera, cuya producción cayó en 184,000 barriles por día, la empresa ha vuelto a remontar la marcha con un alza del 1.5%, reporta la cadena CNN. Con ello, estaría acercándose a los 900,000 barriles por día.
Incluso antes de la aplicación de las sanciones, la producción del petróleo venezolano ya se encontraba en declive, con una caída exacerbada por la bajada de los precios del crudo a nivel global, lo que afectaba a una nación cuyos ingresos dependen en más del 90% de la producción petrolera. No obstante, los analistas estiman que el apoyo brindado al chavismo por Rusia, China e India ha sido clave en la perpetuación del gobierno de Maduro, así como el respaldo y alianzas que Caracas aún sostiene con naciones de la región, entre ellas, Cuba.
Pero quizás, este apoyo pueda disminuir en 2020, con lo cual Guaidó y su facción deben hacer frente a realidades que acontecen dentro y fuera de EEUU.
En el primer caso, el país norteamericano ha entrado de lleno en el año electoral, en el cual Trump se juega su reelección, mientras los demócratas eligen a la figura que le representará en las generales de noviembre; y a su vez, está el juicio político (impeachment) que pesa sobre el inquilino de la Casa Blanca. En lo externo, Washington tiene sus ojos puestos sobre Medio Oriente, entre la creciente tensión con Irán y la preocupación por la decisión del parlamento iraquí de expulsar a las tropas estadounidenses. Todo ello, sin tomar en cuenta las tensiones económicas que aún persisten con Pekín. Vista esta situación, Guaidó podría perder momentáneamente a un valioso aliado, si bien aún cuenta con el sólido respaldo de dos socios estratégicos: Colombia y Brasil.
Pero no todos los gobiernos que apoyan a Guaidó favorecen la guerra económica impuesta por Washington, cuyos efectos han sido devastadores según un estudio titulado “Sanctions as Collective Punishment: The Case of Venezuela” realizado por los economistas Jeffrey Sachs y Mark Weisbrot. Sachs, durante una entrevista con Democracy Now!, señalaba que las sanciones que la administración Trump había impuesto a Caracas impedían que el país accediera a los mercados de capital internacionales y que PDSVA reestructurara sus préstamos. Eso no solamente puso a Venezuela en una hiperinflación, sino que esta s sanciones podrían ser responsables de la muerte de más de 40,000 personas, en tanto que el gobierno chavista, que depende de la exportación petrolera, no contaba con recursos para la compra de medicamentos y alimentos. En concreto, al afectar la exportación del petróleo venezolano, Washington estaría provocando un efecto dominó sobre la economía venezolana.
Por supuesto, la oposición venezolana rechaza esta posibilidad y achaca la crisis social y económica a la mala administración del chavismo. Esto, de acuerdo con la perspectiva de dos economistas venezolanos: Miguel Ángel Santos and Ricardo Hausmann. Este último publicó un mensaje de Twitter en el que pregunta “¿Por qué disminuyó la producción de petróleo en Venezuela?”, a lo cual agrega una gráfica de la OPEP que evidencia una caída de la producción desde la década de los 80. A ello añade que Hugo Chávez arribó al poder en 1999, cuyo gobierno despidió a más de 20,000 empleados en 2003 y expropió firmas petroleras. En respuesta, Sachs indica que dicho gráfico no muestra la producción de petróleo de Venezuela, sino su participación en la producción de petróleo de la OPEP, que depende de muchos factores que influyen en la producción de varios países de la OPEP. Es decir, no explica por qué la producción de petróleo de Venezuela en sí misma experimentó una aceleración tan aguda en su declive después de las sanciones de agosto de 2017 (incrementada con los paquetes más recientes).
Sea cierto uno u otro argumento, las naciones de la Unión Europea (UE) han pedido una salida constitucional y democrática a la crisis venezolana (aunque también ha impuesto sanciones, no obstante, menos severas), con lo cual ha favorecido la creación del Grupo de Contacto Internacional y el diálogo auspiciado por Noruega, medidas que han recibido el apoyo unánime de los 28 Estados miembros de la UE, es decir, creen más en la diplomacia que en la guerra económica.
Phil Gunson, de International Crisis Group, un think tank de Bruselas, indicó a Deutsche Welle que era poco probable que las sanciones —como piensa Washington— acaben con el régimen chavista, pues si bien “las sanciones petroleras sí causan problemas al gobierno, también aumentan el sufrimiento del pueblo venezolano. La prueba de ello es que ya una sexta parte ha abandonado el país”.
Sumado a lo anterior, se debe agregar la aparente fragmentación que atraviesa la oposición venezolana, empezando con el respaldo decisivo que la bancada oficialista brindó al grupo de 17 diputados opositores disidentes para instalarse en la directiva del Legislativo la semana pasada, los cuales terminaron eligiendo a Luis Parra. Aunque el pulso lo terminó ganando Guaidó, las fisuras, que no son recientes, han sido aprovechadas por el chavismo. Según diversos medios, el Gobierno chavista habría ofrecido una suma de 50,000 dólares (e incluso más), a los diputados que retirasen su apoyo al recién reelecto presidente de la asamblea venezolana. Uno de estos diputados, Kelly Perfecto, admitió en un audio que habría aceptado el dinero.
Entonces, por lo visto hay dos propuestas dentro de las filas de la oposición; primero está la más radical, que busca la salida del chavismo a cualquier precio, y por ello, no ha recibido tregua por parte del gobierno de Maduro. Debido a esta presión, varios de estos opositores se han tenido que exiliar del país petrolero y otros aún están en la cárcel. Guaidó incluso reconocía en una entrevista con el New York Times, que era constantemente vigilado, un calvario que atraviesan otros parlamentarios opositores.
Luego está la llamada oposición moderada —formada por partidos como Movimiento al Socialismo, Avanzada Progresista y Cambiemos—, la cual en septiembre de 2019 aceptó un diálogo alternativo con el Ejecutivo chavista, recuerda la cadena RT; un diálogo que ha sido tildado por los sectores más radicales de traición. A su vez, el opositor del partido político Esperanza por el Cambio, Javier Bertucci, cuya formación está dentro de la Mesa de Diálogo Nacional, anunció a inicios de enero la liberación de 14 detenidos por motivos políticos, una cifra que el Ejecutivo venezolano asegura que se incrementará.
Parece pues, que cada facción tiene su propia agenda, unos apuestan al diálogo y los otros a la confrontación, sumada a la esperanza de que actores internacionales —como EEUU— pongan fin al chavismo que lleva más de 20 años instalado en el poder. Ante estas fracturas, politólogos como John Magdaleno, reporta La Razón, han insistido en que hace falta una estrategia y un mensaje articulado por parte de la oposición.
Guaidó no puede tapar el sol con la mano, su popularidad que superaba el 60% hace un año, ha caído en un 20%, según la encuestadora Datanalisis, quedando actualmente en el 42%. En su lista de fracasos los más obvios son la fallida entrega de ayuda humanitaria a inicios de 2019 y el frustrado alzamiento del 30 de abril. Si bien la politóloga Ana Milagros Parra indica que al líder opositor no le fue tan mal en 2019, reconoció ante France24 que “no pudo cumplir la promesa”.
Incluso el New York Times publicaba un artículo a inicios del año titulado “EEUU apostó que Guaidó podría transformar a Venezuela. No ha sucedido”. En él, Geoff Ramsey, director del programa de Venezuela en la Oficina de Washington para América Latina, reconoció que los últimos acontecimientos en la nación petrolera representan “un gran golpe para la estrategia estadounidense en Venezuela”. Contrariamente, Elliott Abrams, enviado especial del Departamento de Estado para asuntos de Venezuela, mantiene una actitud más optimista; para él, aquel forcejeo en las afueras de la Asamblea entre parlamentarios y la Guardia Nacional hizo visible algo que el régimen chavista quería evitar, el tener que emplear la fuerza, el chantaje y la violencia para apoderarse del órgano legislativo. No obstante, estimó que los estadounidenses subestimaron el apoyo de Moscú y La Habana sobre Caracas, los cuales permitieron a Maduro permanecer en el poder.
Vista esta situación, seguramente el filósofo alemán Georg W. Friedrich Hegel no vería posible alcanzar una síntesis en torno a la cuestión venezolana; tesis y antítesis parecen destinadas a la confrontación. Por un lado el estado policiaco envuelto en corrupción dirigido por Maduro; y por otro lado, los fracasos de una oposición con discursos disímiles, y cuya estrategia más notable ha sido movilizada desde Washington (un actor con su propia agenda), la cual bien podría ser responsable —en parte— de la crisis que atraviesa la nación petrolera. En medio de la confrontación queda el pueblo venezolano, los que se quedan como los que huyen; expectantes, agotados y melancólicos.