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- 26/09/2017 14:49
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Contados turistas, entre ellos algunos españoles, observan desde la cercanía la evolución del volcán Agung, que además de provocar 75.000 evacuados en Bali, comienza a diezmar la mayor industria de la isla.
En una de las villas de Sideman, un pueblo turístico en el distrito de Karangasem y a unos 15 kilómetros del cráter, un grupo de viajeros españoles mantienen división de opiniones, que van desde la calma al miedo pasando por la incertidumbre, ante la amenaza que supone el imponente Agung, con una altura de 3.031 metros.
"No estoy muy nervioso", afirmar a Efe el madrileño Rafael Rueda, "supongo que en una zona turística lo primero que hubieran hecho si hubiese peligro sería haber cerrado todo y haber evacuado, la palabra es incertidumbre", añade desde la piscina de la villa, entre tropicales arrozales.
Por su parte, su novia Isabel Solís se muestra más preocupada y dice que, después de sentir un temblor el lunes, "te planteas muchas cosas".
"Te entra un poco de pánico" que se incrementa al ver los mensajes de familiares y amigos, "¡Iros de esa zona! ¿Pero qué hacéis ahí? ¿Estáis locos?", continúa Solís.
El grupo, que lo completa la madre y la hermana de la viajera, asegura que no tienen información sobre una posible evacuación, aunque conocen que la zona de seguridad es de un radio de 12 kilómetros alrededor del cráter, y esta no incluye al hotel.
"Nos pusimos en contacto con el hotel, y nos dijeron que estaba en una zona a salvo, lo único que ya no podemos visitar nada porque los templos más cercanos al volcán están todos cerrados", asegura Rueda.
Solis indica con sorpresa que los trabajadores del hotel, que está prácticamente vacío como el resto de alojamientos en Sideman, "están muy tranquilos", y si les preguntas dicen que "están totalmente en paz".
La Agencia Nacional de Gestión de Desastres elevó el viernes al máximo el nivel de alerta de la erupción de Agung y comenzó con la incesante evacuación de los habitantes asentados en la ladera del monte, que supera las 75.000 personas.
En los últimos cuatro días la actividad sísmica y otros parámetros que analiza el Centro de Vulcanología y Mitigación de Peligros Geológicos indican que el volcán ha entrado en una fase crítica de erupción, aunque es impredecible el momento en el que podría comenzar.
Hace más de medio siglo, entre 1963 y 1964, el volcán Agung expulsó ríos de magma durante casi un año y causó la muerte de más de 1.100 personas, aunque los expertos no consideran probable una explosión tan fuerte en el presente.
"Dentro de unos días ya no vamos ha estar aquí, pero ellos (los locales) tienen que vivir con la erupción y con lo que suceda", consideró Rueda. La recaudación de dinero y otros suministros para los afectados por el volcán ya ha comenzado con decenas de voluntarios montando puestos al pie de las carreteras para el acopio de ayuda.
"A pesar del dinero que mueve Bali, la gente que vive en los arrozales no tienen nada", comenta la turista. Según datos de la Agencia Central de Estadísticas de Bali (BPS, en indonesio), casi cuatro millones de personas visitaron la isla entre enero y agosto de 2017, un aumento de cerca del 25 por ciento respecto al mismo periodo del año anterior.
Aunque no existen cifras oficiales, los negocios de hostelería, comercios y taxistas aseguran que el nivel de turistas se ha reducido drásticamente desde la alerta. Muchos visitantes han abandonado el este de Bali, donde se alza el volcán, hacia zonas alejadas como la céntrica Ubud y otros han optado por buscar un destino lejos de la isla.
"Más de la mitad de los turistas se han ido. Rezo para que se vaya a dormir (el volcán) porque si no, no tendré trabajo", dice el conductor Areli Naaman Lopo, de la sureña provincia de Nusa Tenggara Oriental, que trabaja en el destino turístico. Otros viajeros como el alemán Felix Schroers, que visita Bali junto a varios amigos y amigas, se muestra menos preocupado ante una posible erupción mientras cena en un restaurante en Semarapura, a 23 kilómetros del cráter.
"Escuchamos que es uno de los volcanes más activos de Indonesia. Está bastante cercano y la zona que han evacuado la hicieron más grande y no está muy lejos de aquí, igual cancelan los vuelos", apunta con aire tranquilo Schroers. Tobias Meyer, otro de los turistas alemanes que se alojan en el pueblo costero de Padangbai, en el este de la isla, considera que "es muy poco probable que algo malo pase en la zona de la costa, aunque nunca se sabe".
Las autoridades locales afirman que no hay peligro para los turistas y el aeropuerto internacional de Bali Ngurah Rai continúa operando con normalidad, aunque los expertos y embajadas, como las de Australia, Singapur, Estados Unidos y España, advierten de posibles cancelaciones si el volcán entra en erupción. EFE rps/nc/rml