La Ciudad de Saber conmemoró su vigésimo quinto aniversario de fundación con una siembra de banderas en el área de Clayton.
- 19/09/2024 09:21
- 19/09/2024 09:21
La vida tiene una forma peculiar de demostrar cuán efímera y volátil puede ser. En un segundo todo puede cambiar, llevándose consigo las certezas y rutinas que una vez parecían inquebrantables. Lo que parecía ser un día común puede convertirse en un hito que redefine la existencia de las personas, alterando su destino con una intensidad que desafía la comprensión.
Pero, son esos momentos los que pueden redefinir la historia de cada quien y establecer un nuevo comienzo, o más bien, una nueva versión de sí mismo. Es así como Ronit Chernitzky ha decidido vivir la vida. Madre de cuatro, esposa, hija y hermana, la mujer mexicana que se mudó a Panamá parecía tener una rutina establecida, una vida escrita por la cotidianidad. En un momento inesperado, el destino hizo de las suyas y la sacudió con una enfermedad que se apoderó de su cuerpo y solo le garantizaba un 2 % de sobrevivencia.
Tras un mes y medio de permanecer en un coma inducido, Chernitzky descubrió que, para vivir, la amputación de sus cuatro extremidades era la única salida. La vida le exigió “volver a nacer”, redefinir su propósito y luchar por encontrar una nueva normalidad.
En un proceso de ayuda física y mental, superó las probabilidades y abrazó su nuevo destino. Con el pasar del tiempo se dedicó a escribir un libro que cuenta esa historia que la ha marcado y a dictar charlas motivacionales.
Entre alas no es solo un testimonio de la superviviente, sino de cada persona que estuvo presente durante aquel momento. Utilizando diferentes puntos de vista, logra erizar la piel del lector en cada palabra.
“Todos debemos tomar decisiones en el día a día. A veces son tan simples como escoger el sabor del helado que queremos [...] y en otras ocasiones debemos decidir si luchar por nuestra vida o no”, escribió la autora en su primera página.
Y es que la vida, aun en su naturaleza cambiante y a veces impredecible, invita a abrazar el presente con gratitud, a vivir cada instante y a recordar que, incluso en el caos, siempre hay un camino hacia la esperanza y la renovación.
“Creo que hay dos Ronits”, expresó la superviviente. “Antes, claro que era una buena persona. Pero debido a lo que viví he aprendido mucho en el camino. Me he dado cuenta de que ha nacido una versión mejorada de mí”.
En su libro, Ronit relata, desde su punto de vista, cómo todo se inició. “Yo me dedicaba a ser mamá de mis cuatro hijos a tiempo completo. En ese momento tenían once, nueve, cinco y un año”, inició Chernitzky. “Un día me comencé a sentir mal y tenía una tos fuerte, pero no dejé que me frenara. Al ver que mis hijos también estaban enfermos, pensé que se trataba de un virus y me dediqué a atenderlos”, explicó.
Al día siguiente, Ronit se levantó sin poder respirar. Corrió rápidamente al médico, quien le recomendó reposo y cuidar su voz. Veinticuatro horas más tarde y sin mejoría en su salud, contactó a su mejor amiga para que la llevara al hospital.
El médico de turno le volvió a recomendar reposo, pero esta vez le informó que su examen de influenza había dado positivo. “Antes de irme me hidrataron por intravenosa y me hicieron una radiografía. Mi amiga le marcó a mi esposo Sammy, quien en ese momento estaba de viaje en Estados Unidos. Le dijo que no me veía bien y que se regresara a Panamá”, contó.
“Él llegó a casa alrededor de las dos de la tarde y me halló inconsciente”, explicó. “Mi libro hace diferentes saltos entre todos los puntos de vista de las personas que vivieron esta historia conmigo. Ellos fueron los encargados de llenar un vacío que yo no podía contar”.
Cuando Sammy halló a Ronit inconsciente, de inmediato la llevó al hospital. “Él me contó que yo perdía y retomaba consciencia, pero no recuerdo nada”, explicó. “Me dijo que al levantarme, tosí y expulsé sangre, lo cual lo asustó”.
Al llegar al hospital los médicos le hicieron una segunda radiografía y le detectaron neumonía. “Me hicieron otro examen y se dieron cuenta de que tenía estreptococo”, agregó.
“Yo seguía perdiendo la consciencia constantemente y le informaron a Sammy que me debían inducir un coma por tres días para que mis pulmones pudiesen recuperarse. Me contaron que, antes de eso, llegaron amigas al hospital y yo solo les decía sobre las medicinas y dosis que mis hijos estaban tomando, para que estuviesen pendientes”.
Lo que comenzó como un procedimiento de tres días, pronto se convirtió en un mes y medio. Un periodo en el que Ronit no sabía lo que ocurría ni las decisiones difíciles que su esposo debía tomar para garantizar que sobreviviese.
Ronit permaneció 10 días en Panamá y durante ese tiempo su situación solo empeoraba. “Mi ritmo cardíaco estaba muy elevado, la oxigenación estaba muy baja y las probabilidades de vivir disminuían cada vez más, hasta llegar a un 2 %”, relató. Sus órganos vitales comenzaron a fallar y sus extremidades, viéndose afectadas por la falta de circulación, tomaban tonos morados y rosados.
“En Panamá habían tirado la toalla con mi situación”, dijo. “Mi esposo llamó a su tío, un doctor general de un hospital muy conocido en México y le explicó lo que sucedía. Él vino a verme durante mi tercer o cuarto día de hospitalización. Al noveno día regresó y decidió que lo mejor era llevarme con él”.
Debido a la situación de Chernitzky, volar era un riesgo, pero decidieron tomar la oportunidad. “Al llegar, había un dream team de diferentes profesionales esperándome”, contó.
“La realidad es que él ya sabía la difícil decisión que se debía tomar”.
La falta de circulación ocasionó una necrosis (muerte del tejido corporal) en el pie izquierdo y la mano derecha de Ronit. “Mi esposo debía firmar las autorizaciones para que se realizaran los procedimientos. Él me contó tiempo después que nunca dudó de lo que debía hacer. ‘Hagan lo que sea con tal de salvarla’, fueron sus palabras”.
La primera amputación fue la mano derecha y a los pocos días, el pie izquierdo. “Los dedos de la mano izquierda estaban deteriorados, pero decidieron vendarlos para ver hasta dónde llegaba la enfermedad”, explicó.
“En el pie derecho solo tenía afectada la planta del pie y los dedos, entonces vino otra especialidad de doctores que trataron de salvar e irrigar la circulación que pasaba por ahí”.
Al pasar el tiempo, la salud de Ronit comenzó a mejorar y después de un mes y medio era hora de que despertara. “Lo primero que mi esposo me dijo fue que, para salvarme, se tuvieron que hacer cambios en mi cuerpo”.
“Yo agradezco a Dios por no haber estado en mis cinco sentidos en aquel momento. Mi esposo me dijo: ‘Estás fuera de peligro. Pasaste por una situación grave, pero estás aquí, viva’ y yo bloqueé todo”, recordó.
“Siento que bloquear todo en ese momento fue de mucha ayuda. Pensé: ‘Dios mío, gracias porque estoy viva y puedo quedarme con mis hijos”.
Sammy le explicó que los médicos habían atinado en un diagnóstico: una enfermedad poco conocida llamada síndrome antifosfolípido catastrófico, el cual afecta todo el sistema de irrigación de la sangre. “Si bien esta enfermedad no fue la causante principal de lo que me sucedió, si aportó al resultado. En ese momento solo se habían registrado 113 casos en el mundo”, relató.
Recuperación
Ronit explicó que en los primeros momentos, al despertarse, su cabeza no dejó de dar vueltas, llena de incógnitas que parecían no tener respuesta. “Entre todo, un solo pensamiento me rodeaba: ‘no sé cómo, pero tengo que salir adelante para estar con mis hijos”.
Al estar conectada a varias máquinas y en un coma inducido por aproximadamente mes y medio, Chernitzky comenzó un reaprendizaje para hablar, moverse, comer e, incluso, respirar.
“Sentía mucha impotencia al estar postrada en una cama de hospital rodeada de especialistas que solo entraban y salían de mi habitación”, confesó.
Durante ese periodo, también se le hizo una traqueostomía. “Al cabo de dos semanas, comenzaron a cerrar diferentes heridas, pero todo era muy complicado y requería superar mil y un etapas que parecían no acabar”, contó.
“No dejaba de pensar en mis hijos, ¿qué hacen?, ¿estarán comiendo bien? Me sentía tan culpable por todo”.
Al poder cerrar la traqueostomía, “me sentí aliviada porque podía explicar mis malestares y dolores para que fuesen tratados”.
Ronit permaneció en el hospital aproximadamente tres meses recuperándose lo más que podía y aprendiendo a llevar una nueva vida. Fue dada de alta entre el 26 y 27 de agosto, salió en una silla de ruedas y sin poder valerse por sí misma. “Siempre me ha gustado mi independencia y en esos momentos no podía hacer simples quehaceres del día a día sin ayuda. Sentía mucha impotencia”, dijo.
La madre de cuatro realizaba terapias físicas dos veces al día, las cuales consistían en tres horas en la mañana y dos en la tarde. “Cuando pensé que tenía un poco de control, me atravieso con otro reto: conseguir las prótesis”.
Viajó con su esposo a Philadelphia y describió este como su punto de quiebre. “Estuve tan enfocada en vivir minuto a minuto y recuperarme físicamente, que nunca me detuve a pensar sobre mi salud emocional o lo que estaba sintiendo con lo que me pasó”, explicó.
“Al ver las prótesis por primera vez tuve un shock y recuerdo llegar a la habitación del hotel con mi esposo y llorar como nunca lo había hecho. Le dije que no era justo para él que me tuviese que ver de esta forma. Me sentía fea”, confesó.
“Ojalá pudieses verte a través de mis ojos”, fue la respuesta de Sammy.
“Fue el momento cuando decidí cambiar de mentalidad. Pensé: ‘si la única forma de seguir adelante es viéndome a través de sus ojos, lo haré’. Desde ahí, me dije que la única razón por la que miraría hacia atrás era para ver lo lejos que había llegado”.
Entre cambios de especialistas y la amputación de su pie derecho, Ronit comenzó a recuperar su independencia y ya era hora de regresar a Panamá.
Febrero 2015
Regresar a su hogar requería de un nuevo reto para la escritora de Entre alas. “En México tenía ayuda constante y regresar a mi casa requería de retomar mis tareas como ama de casa, madre y esposa”, manifestó.
“Tenía tantas responsabilidades encima y no sabía cómo enfrentar esta nueva etapa, pero las personas a mi alrededor fueron muy pacientes, así que sabía que debía ir poco a poco”.
La mano izquierda que hasta ese entonces permanecía vendida, marcó un punto clave en la historia de Ronit. “Logramos salvar gran parte de ella y para mí eso fue un alivio porque hoy día es mi vida entera. Cocino, escribo y manejo”.
Comenzó a incorporarse poco a poco en su nueva vida y a conocer una nueva versión de sí misma. Sin embargo, considera que uno de sus retos más difíciles ha sido el de pedir ayuda, ya que siempre ha valorado su independencia.
“Entiendo que hay cosas que no puedo hacer sola y debo escoger mis batallas para no afectar mi relación con mis hijos, familia y esposo”, manifestó. “Aprendí a tomar descansos, a respirar e intentar hacer cosas sola. Si no lo logro, pido ayuda”.
Si bien la vida golpeó a Ronit fuertemente, también le ha enseñado de todo lo que es capaz y de la resiliencia que posee. “Enfocarme en mis hijos y en las personas que quiero me ha ayudado a sacar las ganas de seguir adelante y demostrarme a mí misma de lo que soy capaz”.
Al interrogarle sobre si cree que tiene una misión en la vida, contestó muy segura de sí misma: “por supuesto. Al contar mi historia también intento compartir un mensaje sobre no dar las cosas por sentado, valorar a nuestros seres queridos y valorarnos a nosotros mismos. Es importante que sepamos agradecer todo lo que tenemos, pero también lo que no”.
Explicó que su obra se divide en dos partes: una dedicada a contar todo lo que pasó y la otra que define como una “introspección”.
“Fue un proceso difícil, no solo para mí, sino para mis seres queridos el revivir todo esto. Por mi parte, mirar hacia adentro y darme cuenta de todo lo que he superado, pero también de lo que debo seguir trabajando, es sanador”.
“Entre alas es el testimonio de una superviviente que superó las probabilidades y abrazó su segunda vida con fuerzas. Es una prueba de la capacidad humana para reinventarse y encontrar un propósito en medio de la adversidad, un llamado a vivir con gratitud y a enfrentar cada desafío con la seguridad de que, incluso entre la tormenta, siempre se puede encontrar un nuevo camino.