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- 18/01/2024 00:00
- 16/01/2024 19:15
Llega el verano y pensamos en un día soleado, arena, paraíso,y mar. A las vaginas calientes quieren echarles agua; y a las que se mojan pretenden darles una toalla para secarse. La sexualidad femenina por mucho tiempo ha tenido un abordaje muy conservador, y eso ha significado que vivamos nuestra sexualidad desde la sumisión, desde lo virginal, desde la culpa, el desconocimiento, e incluso desde lo insólito: Las mujeres no se masturban, o no pueden tener sexo a no ser que estén inmersas en una relación romántica y, por consiguiente, no pueden ni deben demostrar sus deseos y pasiones, de lo contrario, reciben etiquetas negativas de la sociedad, para no decir la palabra que describe el oficio más antiguo del mundo. Recuerdo que, en mi temprana juventud, unos jóvenes ávidos de información preguntaron a un grupo de chicas –entre las que estaba– si nos masturbábamos. La única respuesta afirmativa fue la mía. Por cierto que esos primeros acercamientos con mi propio cuerpo, al desconocer el uso que podía darle a algo que habitaba en mi órgano reproductor llamado clítoris –un nombre curioso–, fue un acercamiento falocentrista: metía y sacaba cosas de mi vagina sin sentir nada, como si viviera en la fría Rusia y no en un país caribeño.
Esa realidad está cambiando, y mientras lo hace, todavía hay que recordar que nuestra sexualidad es como un hermoso día soleado que hay que vivir plenamente, y eso significa que hay que abrazar y dignificar nuestro cuerpo, que lejos de ser perfecto es capaz de sentir placer si nos damos a la tarea de amarlo y conocerlo. Que nuestra sexualidad comienza en el cerebro y, por tanto, tenemos que dejar de pensar más y atrevernos a sentir. Si abordamos nuestra sexualidad desde la culpa y el pecado, si nos presionamos y enfocamos en lo que pensamos que son nuestros “defectos corporales” (creados a partir de absurdos estándares de belleza) no podremos alcanzar orgasmos mientras estamos tendidas en la arena tomando sol, o en nuestra cama huyendo del calor.
Para tener buen sexo hay que ser menos sumisas y más asertivas, porque si somos capaces de expresar lo que nos gusta, si no tenemos miedo a explorarnos, si dejamos de mirarnos los defectos con el bikini puesto, y amamos nuestros cuerpos reales, seguramente seremos capaces de gozar una noche de verano, o dos, tres, las que sean buenas, consensuadas y placenteras.