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El ‘poder blando’ de China y su impacto en la economía América Latina
- 01/04/2024 00:00
- 31/03/2024 13:34
El 15 de noviembre de 2023, el presidente salvadoreño, Nayib Bukele, anunció con bombos y platillos, la inauguración de una moderna biblioteca pública enclavada en el corazón histórico de San Salvador. Mientras que el mandatario ‘milenial’ entraba por las puertas del vanguardista recinto, un hombre asiático, con lentes y cabello negro, camina a un costado del gobernante sin decir mucho.
Se trataba del embajador de China en El Salvador, Zhang Yanhui, quien anunció que la totalidad de la obra había sido financiada por el gobierno al que representa. Una donación de $54 millones, la cual se suma otras que el gigante asiático está realizando en el llamado ‘pulgarcito de América’.
Un día después, Laureano Ortega, hijo del dictador nicaragüense, Daniel Ortega, se subió a uno de los 250 buses chinos que Pekín donó al país. “Gracias por la relación especial que ambos países tienen”, dijo.
Al igual que estos territorios, la mayor parte de los países de América Latina y el Caribe (ALC) están recibiendo inversiones y apoyo económico del país oriental, siendo Belice, Paraguay, Haití y Guatemala, las únicas naciones de América Latina, que todavía se mantiene al margen de la inversión china, dado que estos países forman parte de las 13 naciones que siguen manteniendo vínculos diplomáticos con Taiwán.
Es de esta dinámica de donde surge el concepto de “poder blando”, el cual fue definido por el geopolitólogo estadounidense, Joseph Nye, “como una forma de incrementar la influencia política de una nación sobre otra, mediante elementos como la cultura, la educación, la diplomacia y el compromiso económico”.
El informe “Claves para entender a China”, publicado por la plataforma Diálogo Político, a principios de marzo, arroja algunas claves sobre el impacto de la creciente influencia del gigante asiático en la región y qué retos plantea, en materia económica.
El profesor Bladimir Rouvinski, quien es experto en temas de Asia y Rusia, mencionó en el documento que la estrategia desarrollada por Pekín para aumentar su presencia en ALC, inició con lo que se denomina diplomacia cultural.
“América Latina es una región rica en diversidad cultural e importancia histórica, pero también cada vez más abierta a la influencia extrarregional como uno de los resultados de la globalización que se manifiesta en la liberalización del comercio, el aumento del turismo y la facilidad de viajar hacia y desde la región”, analizó.
Uno de los ejemplos más claros de esto es la proliferación de los Institutos Confucio, que ya cuentan con 44 sedes en toda la zona. Estos institutos promueven el aprendizaje del idioma chino, los intercambios culturales y la colaboración académica.
Ofrecen cursos de idiomas, eventos culturales e intercambios educativos, y brindan a los estudiantes y académicos latinoamericanos oportunidades de primera mano para aprender sobre China desde una perspectiva positiva.
El éxito de esta y otras estrategias ha hecho que, a juicio de Rouvinski, Pekín esté teniendo un mayor espacio de maniobra en ALC, que en Estados Unidos o Europa donde la opinión pública es “mucho más consciente de la naturaleza del régimen político de Pekín”.
China ha articulado sus ambiciones globales como una superpotencia en ascenso a través de iniciativas como la Iniciativa de la Franja y la Ruta (BRI), el Banco Asiático de Inversión en Infraestructura (Aiib), el bloque Brics y otras. “Al fomentar los lazos culturales, China tiene como objetivo crear un entorno más favorable para sus actividades economías, asegurando la estabilidad de sus inversiones y el acceso a los recursos”, ponderó el profesor.
Aya Adachi, exanalista en Mercator Institute for China Studies, relató en el informe que China ha ascendido rápidamente al estatus de un socio comercial prominente para América Latina, y ha reconfigurado de manera fundamental la dinámica económica de la región.
A principios de los 2000, las exportaciones latinoamericanas a China eran menores al 2%. Para 2008, el porcentaje se incrementó al 31%. Una tasa que se elevó a un valor sustancial de $180.000 millones, en 2010, y que siguió creciendo exponencialmente, hasta los $482.600 millones, en 2022. Se estima que el número podría dispararse a los $700.000 millones, en 2030.
“El ascenso de China en cuanto a fuerza motriz económica alimentó su apetito por los recursos naturales, los productos agrícolas y los bienes manufacturados. Las naciones latinoamericanas, dotadas con abundantes mercancías y recursos, encontraron un mercado lucrativo en la creciente demanda china. Esta sinergia condujo al establecimiento de amplias relaciones comerciales. Países como Brasil, Chile, Perú y Argentina se convirtieron en destacados exportadores de minerales, granos de soja, petróleo y otras materias primas a China”, resaltó Adachi.
Al mismo tiempo que esto sucedía, los fabricantes chinos inundaron los mercados latinoamericanos con bienes de consumo asequibles, electrónica y maquinaria. Algo que terminó por evidenciar a asimetría comercial que hay entre ambos lados, porque comenzó a generar una dependencia de las economías de ALC en Pekín, dejándolas vulnerables a fluctuaciones de precios.
“El influjo de productos con valor agregado procedente de China, que a menudo tienen precios competitivos, también plantea desafíos para las industrias locales y complica el crecimiento de la manufactura doméstica”, valoró la especialista.
La región debe saber colocar sus cartas, para prevenir que se generen relaciones de dependencia que afecten sus economías locales. “Es primordial que ambas partes busquen mecanismos para atender y mitigar los desequilibrios comerciales”, concluyó Adachi.