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- 04/12/2023 18:47
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Se denomina “Banda sonora” a la música que acompaña a una cinta cinematográfica; debido a que logran captar la esencia de la historia y del ambiente y llevarla a la dimensión de las notas, las armonías y los tiempos, algunas bandas sonoras llegan a ser tan emblemáticas como la parte visual de la película.
Entre las bandas sonoras (en inglés soundtrack), más icónicas tenemos la banda sonora de la película Rocky, la de Star Wars o la de El bueno, el malo y del feo, está última es creación del gran Ennio Morricone fallecido en los últimos años. Tan solo al escuchar la banda sonora de la Pantera Rosa, o de Misión Imposible, podemos imaginar lo que va a ocurrir, lo mismo ocurre con la respiración de Darth Vader y el sonido de los “sables” de los Jedi.
Dicho esto, si buscamos una banda sonora para nuestra historia, la panameña, la de nuestra democracia republicana, la de nuestras peripecias políticas electorales de desencantos y engaño desde el año 1990 hasta la fecha, una de las canciones que podrían encajar para ser nuestra banda sonora es aquella del artista español de apellido Iglesias, aquel que recordamos los meses de julio de cada año: Nos referimos a una canción de este artista cuyo coro advierte: Tropecé de nuevo con la misma piedra.
Esta canción es un resumen de lo que ha estado ocurriendo en materia de política electoral en Panamá; empieza diciendo “Te miré de pronto y te empecé a querer sin imaginarme que podía perder. No medí mis pasos y caí en tus brazos. Tu cara de niña me hizo enloquecer”.
Así se resume la forma como los panameños hemos otorgado confianza, defensa a capa y espada a nuestros candidatos durante y antes de la campaña electoral, sin siquiera imaginarnos un escenario en que dicho candidato o candidata, en el futuro inmediato, va a rompernos el corazón “en mil pedazos”, lo cual en este caso sería, quebrantar nuestra confianza con una agenda oculta y con un metodología tradicional de poca o nula participación de la ciudadanía en los asuntos del gobierno.
Luego añade el compositor de esta canción la siguiente línea: No medí mis pasos y caí en tus brazos.
A mi parecer, luego de lo vivido por los panameños, producto de tantas angustias y desencantos, al menos debemos aprender a “medir los pasos”.
Para “medir los pasos” debemos llegar a ciertas conclusiones lógicas y razonables. La principal es: No podemos confiar en los políticos, no importa quién sea, ni su discurso.
A estas alturas del partido, cualquier político que pretenda ganarse nuestra confianza por medio de su discurso o sus increíbles e inigualables buenas intenciones, es más de lo mismo.
Si para el próximo quinquenio confiamos en ellos otorgándoles el tradicional cheque en blanco de nuestra democracia representativa (ese tipo de democracia minimalista en la que por medio del libre sufragio escogemos un nuevo presidente cada cinco años, para luego convertirnos en espectadores, impotentes y angustiados); estaríamos nosotros mismos escribiendo las subsiguientes líneas de la mencionada canción que dice: “Tropecé de nuevo y con el mismo pie”.
En esta nueva relación de desamor que inicia durante la campaña electoral, debemos recordar y estar conscientes de las lecciones aprendidas.
Esto significa que no podemos escribir cheques en blanco, y que el candidato (a), al que demos el voto de confianza, debe comprender cómo son las cosas. Es decir, que se nos agotó la confianza ciega. Si él o ella aún vive en una burbuja de ansias de poder, no nos funciona para las tareas pendientes que tenemos como sociedad.
Es por ello que todos y todas debemos emprender el camino de madurar como ciudadanos y exigir “control social de la gestión pública”.
Control significa: “Examen u observación cuidadosa que sirve para hacer una comprobación”. También significa, examen periódico que se hace para comprobar que todo marcha bien, según lo planeado o acordado.
La gestión pública es la administración de lo público, lo que nos pertenece a todos y que por años nos han estado robando, ocultando, minando y destruyendo, sin pensar en el futuro ni importarles en lo absoluto, lo que debe ser la finalidad de las acciones del Estado: El bien común.
Control social de la Gestión Pública significa la ciudadanía ejerciendo control de lo que ocurre, lo que firman, la forma cómo invierten los fondos públicos, el presupuesto nacional del Estado, las licitaciones o concesiones, los negociados, las adendas, los sobrecostos, para evitar ser nuevamente engañados y “tropezar de nuevo con la misma piedra”.
Para poner en práctica el control social de la gestión pública idealmente necesitamos mecanismos, procesos abiertos y espacios permanente de fiscalización mediante los cuales la sociedad, en su conjunto o a través de sus diversos segmentos, tengamos el poder, sí, el poder no el favor, de supervisar, evaluar y fiscalizar las acciones que ocurren en los gobiernos, En todos.
A estas alturas del partido debemos llegar a la conclusión que la transparencia, la eficiencia y la legitimidad de las acciones del Estado son condicionantes de la paz y tranquilidad de la sociedad, así como del desarrollo económico sostenible e incluyente.
Los problemas de la democracia son lesiones de primer grado que causan daños profundos a la estructura organizacional que llamamos Estado, país, nación o república.
El control social de la gestión pública se convierte en un componente esencial para construir una democracia saludable, que nos ayude a mantener la paz social, alcanzar acuerdos duraderos y construir el Panamá del nuevo milenio.
Luego de veintitrés años de vida democrática debemos haber aprendido que no podemos confiar a ciegas, tenemos que tener los ciudadanos la capacidad de controlar lo que ocurre dentro del engranaje del Estado.
Esto implica pasar de ser ciudadanos clientes a ciudadanos participativos, es decir, ciudadanos fiscalizadores de las acciones de los gobiernos.
Además, el control social actúa como un catalizador para la innovación y la mejora continua en la administración pública; esas mejoras que no provienen desde dentro de los gobiernos, más bien llegan al utilizar el capital social con que cuenta el país en beneficio de su desarrollo,
Quitar la mentalidad politiquera del pasado y pensar en la forma de hacer política en el futuro, es la única forma de no seguir tropezando. La política no es mala o buena, sino la gente que la lleva a cabo.
Cuando la sociedad está activamente involucrada en la supervisión de las políticas públicas y programas gubernamentales, se generan ideas frescas y se identifican áreas de oportunidad. La diversidad de perspectivas que aporta la ciudadanía amplía el horizonte de la gestión pública, permitiendo la adaptación a nuevas realidades y desafíos de manera más ágil y efectiva.
Hoy tenemos el enorme desafío de utilizar los recursos del Estado para el bien común. ¿Estamos preparados para abordar ese desafío con eficiencia?
Debemos exigir al próximo rey, digo, presidente, mecanismos de participación que permitan el control social de la gestión pública para garantizar el respeto a los derechos ciudadanos al ambiente, a la buena gestión pública y uso eficiente de los recursos. El control social no solo busca señalar fallas, sino que también empodera a la sociedad para asumir un papel activo en la construcción y sostenimiento de una comunidad democrática.
Su verdadero valor radica en su capacidad para transformar la relación entre el Estado y la sociedad, elevando la gestión pública a un nivel más democrático y colaborativo. Si nos unimos en esta dirección en vez de tropezarnos con la misma piedra, de ahora en adelante tendremos la capacidad de patearla lo más lejos posible.