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- 17/01/2010 01:00
- 17/01/2010 01:00
ESTADOS UNIDOS. Si hay alguien que sabe por lo que pasa Ben Bernanke, es Paul Volcker. Su reelección como presidente de la Reserva Federal fue la más controvertida que se recuerda.
Su nominación se produjo con las heridas sangrantes de una profunda recesión. Dos décadas después, el profesor de Princeton se ha convertido en el saco de boxeo hacia el que se dirige la frustración por un desempleo superior al 10% y por el rescate masivo de la banca.
La popularidad de Bernanke está perdiendo enteros de una forma preocupante. Y el momento no puede ser más inoportuno: a dos semanas de que venza su mandato, con la reforma del marco regulador financiero negociándose en el Senado y la economía en una fase incipiente de recuperación. Además, es año electoral en Estados Unidos y muchos senadores se escudan en la rabia de sus electores para garantizarse así el asiento en noviembre.
Tras el receso navideño, el Senado contará con poco más de nueve días para votar en pleno. Una cuarta parte de sus miembros estaría en contra de su reelección, en su mayoría republicanos, los mismos que hace cuatro años le colocaron en la presidencia de la FED para suceder a Alan Greenspan. Y por si la pérdida de apoyos políticos no es suficiente para crear incertidumbre, el independiente Bernard Sanders propone que el proceso se suspenda. Volcker, ahora asesor de la Administración de Obama, recibió 16 noes en su recon firmación en 1983. Ben Bernanke lo tiene peor y podría doblar ese número si los senadores deciden votar escuchando a Main Street, al ciudadano. Un 21% de los estadounidenses está a favor de que siga cuatro años, según Rasmussen Report. El 41% quiere una cara nueva. Si se extrapolan esos números al pleno, el maestro podría llegar a recibir entre 35 y 40 noes.