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- 22/12/2024 00:00
- 21/12/2024 16:28
Quizás no sea casual que el primer libro de poemas de Kafda Vergara, quien es profesora de la Universidad de Panamá, en lingüística, del Departamento de Francés, tenga como título, Toccata y Fuga, remitiéndonos así al maestro Johann Sebastian Bach (1685 -1750), quien compusiera en su época de juventud su famosa Toccata y Fuga en re menor, recreándose así un universo musical que se inscribe en el barroco.
Es posible también que el poemario, por ser libre, haya elegido este titulo pues, en efecto, la capacidad de la improvisación del compositor es señal del dominio de su arte. Pero al igual que Bach, cuyas obras tenían una estructura, el poemario de Vergara tiene muy poco de improvisación, es decir, vemos que el poemario o el universo de la poeta, su Toccata y Fuga, está estructurado en tres secciones, Toccata con ocho poemas, Fuga con diez, y Otros Poemas con tres.
Ahora bien, a pesar de esta estructura, los versos son libres, contrapuntísticos, y están relación con la filosofía y la ciencia (Stephen Hawking), la religión (la santería y el vudú), la inmigración, el mar, la identidad, sin olvidar, la naturaleza, la familia y la memoria.
Además, el libro está acompañado por un prólogo del académico y especialista en literatura, Eleuterio Santiago-Díaz, donde escribe, tras hacer un análisis de la analogía y la ironía, el renacimiento y el barroco, lo siguiente: “Desde los primeros poemas y a lo largo de todo el poemario, Vergara Esturaín escribe con un claro entendimiento de que el eros de la poesía radica en la tocata y la fuga, y no en el signo estable. Su escritura, desde luego, siempre busca afirmar la identidad. Lo hace a través de juegos, erotismos, códigos culturales y saberes varios”.
Todo poemario plantea un universo. Una primera lectura y, sobre todo, si se trata de un primer libro, implica una cierta perplejidad y un reto. Si leemos, por ejemplo, el primer poema del libro, Cuarto Oscuro, nos encontramos dentro de una red del universo, un big bang, que poéticamente lo tenemos, así: Y luego el espejo, siempre el espejo/que se sacuda y que se rompa/que niegue a ritos su propia forma/que se quiebre en mil pedazos, y que estallen nuestras dudas/de una buena vez. Ciertamente, el universo en “mil pedazos”, pedazos que se extienden por el libro, cada poemario, pedazos que encierran el universo poético de la autora.
Hay una cierta secuencia de esta idea original que vemos en el transcurso del poemario, precisamente, en el poema Big Bang, donde leemos “Fosa común es el Universo/y nosotros, solo huellas”. Elementos, huellas, pedazos, sueños, todo nace y muere en aquel Cuarto Oscuro en la “rueda del verbo”. Y no hay pedazo que no lleve, al mismo tiempo, el todo, el universo, como cuando leemos “Soy en ti todas las mujeres/y todos los hombres/y sus tiempos”. Siguiendo esta secuencia encontramos, por ejemplo, en Barraza el verso “Ramiro nace en todos los balcones”.
Los poemas de Kafda Vergara nos llevan por su universo que es el universo de todos nosotros e ilumina, con su ráfaga de luz, ese Cuarto Oscuro que nos interpela a cada momento. Cada poema lleva adentro un pedazo de esa explosión original y no pretende convencernos con una lectura acartonada e ideológica del mundo. Por ello, su voz, cargada de sinceridad, expresa críticamente la presencia de los de abajo, de los excluidos y de los olvidados. Es un verbo liberado de alguna agenda, que no sea el reconocimiento de la complejidad de este mundo, y, como lector, ya muy entrenado en reconocer los puntos comunes del vacío y del cinismo ideológico contemporáneo, donde impera la doble moral y la repetición cansona de los trillados nacionalismos, recibo con interés el muy sugerente verso “Muerdo los ecos de las profecías nacionales” en el poemario Barraza.
Es refrescante leer este poema, porque nos lleva por los sinuosos corredores de la memoria, de la destrucción y de la invasión (20 de diciembre de 1989), sin agujerearlo con el verbo muerto y preestablecido: “Abro los ojos y me acaricia el viento/y con él vuela el olor de mis orejas/Aúlla ahora la memoria involuntaria/ante los escombros y los muertos/silenciados bajo la cinta costera”.
La primera pregunta, con la que uno se encuentra tras leer el poemario, es si nos gusta lo que hemos leído, una pregunta que nos conecta con el lector mas ingenuo de todos nosotros. No nos gusta lo que no entendemos, pero nos termina gustando, hasta para toda la vida, lo que creemos entender.
Ahora bien, no importa qué respuesta damos a esta pregunta sobre el gusto. Lo que sí es cierto es que esta pregunta abre un dialogo con la obra poética y nos permite preguntar si hemos comprendido el mundo de la poeta.
Es un mundo, en efecto, cruzado por las interpretaciones, como muy bien se muestra también en el epilogo del poeta y dramaturgo Jhavier Romero al escribir en la contraportada que “Con Tocatta y Fuga Kafda Vergara vuelve a poner de manifiesto una de las antiguas tareas del poeta: conectar el microcosmos con el macrocosmos”.
Ciertamente, la literatura panameña, en fin, la literatura, ha ganado con Kafda Vergara una voz, un universo, que ha nacido en nuestra pequeña y querida tierra, el Cuarto Oscuro, que produce y conecta mundos, porque, además, el libro está ilustrado con las imágenes “de uno de los mas representativos artistas del pueblo guna”, es decir, por Ologwagdi de Aggwanusadub.