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- 04/03/2020 06:00
- 04/03/2020 06:00
Dietmar Hopp, multimillonario dueño del Hoffenheim, es el gran factor de conflicto del fútbol alemán. Las hinchadas de los clubes más tradicionales de Alemania han emprendido una guerra sin cuartel contra el mercantilismo descarado que Hopp representa. Pero la Federación lo apoya sin restricciones ni fisuras.
El pasado fin de semana, los estadios alemanes bulleron de pancartas insultantes. Todas, sin excepción, estaban destinadas a Dietmar Hopp, dueño del Hoffenheim. La ira iba más allá de nuestro personaje y abarcaba a la Federación Alemana de Fútbol por imponer un absurdo castigo colectivo a la hinchada del Borussia Dortmund. El castigo incluía la prohibición de asistir a la cancha del Hoffenheim por los próximos dos años. ¿Razones? Haber desplegado agresivas pancartas en contra de Hopp, que expresaban con meridiana claridad el término “hijo de p…”
Ante semejante castigo, los estadios alemanes se solidarizaron con los fanáticos del Dortmund y multiplicaron carteles, letreros y pancartas con una proliferación de “hijo de p…” todos dedicados al señor Hopp. Pero en el partido entre el Bayern y el Hoffenheim, que contó con la presencia del agredido propietario, las cosas llegaron a más. Cuando aparecieron las pancartas de manera reiterada (el mensaje ya lo conoces de sobra) se decidió la suspensión del partido. Es cierto que el resultado era una grosería (Bayern ganaba 6-0) y que la suspensión difícilmente incomodaba a alguien. Pero al reiniciarse el encuentro, los jugadores de ambos equipos se fueron a la huelga por los últimos 13 minutos del cotejo, realizando pases intrascendentes entre ellos y renunciando al enfrentamiento deportivo.
Tristemente, esto de los insultos no es ninguna novedad. Negros, musulmanes, mujeres, extranjeros, árbitros y homosexuales han sido objeto de repetitivas e intensas groserías a lo largo de la historia de la Bundesliga. Pero esta es la primera vez que semejantes descalificaciones provocaron la interrupción de un partido. Insisto: la primera vez.
¿Fueron tan graves los insultos a Hopp? ¿Su significación social es acaso tan aguda? Por supuesto que no. Fue apenas un poco más de lo de siempre.
El problema es que en este tema hay un conflicto de intereses gigantesco. La federación ampara a Hopp sin restricciones, pero al mismo tiempo mantiene un contrato con la principal empresa de Hopp (SAP) por patrocinios millonarios. Tal vez por esta complicidad comercial, es que cuando la Federación Alemana observó la multiplicidad de protestas entre hinchadas alemanas, puso señal de alerta y anunció que ante cualquier insulto a Hopp, pondrían el protocolo (sí, el mismo que se creó para proteger de insultos racistas; el mismo que se ignora cada semana en múltiples casos de racismo) de manera inmediata. Es decir: a la primera tanda de insultos, aviso por megafonía; a la segunda interrupción del partido; y a la tercera suspensión.
Tal vez, a estas alturas te estés preguntando por las señas biográficas del controvertido Dietmar Hopp. Es multimillonario. Jugó en la cantera del Hoffenheim desde niño. Es socio del club. Su fortuna nace con la fundación del grupo SAP. Se convirtió en benefactor del Hoffenheim, invirtiendo más de $150 millones. Y gracias a dicha inversión “altruista”, la Bundesliga lo consideró “benefactor excepcional”, y le permitió en 2015 adquirir el 96% de las acciones del club. Esa medida significó una ruptura a la norma del 50+1, una ley que pretende mantener el carácter comunitario de los clubes, garantizando su propiedad a un número mayoritario de socios. Con la adquisición de Hopp, el Hoffenheim se unió al Leipzig (Red Bull), al Wolfsburgo (Volkswagen) y al Leverkusen (Bayer), tres clubes que pertenecen directamente a empresarios.
¿De qué se quejan los hinchas? Justamente de que Hopp haya utilizado su fortuna personal para comprar triunfos deportivos y de paso ignorar la tradición colectivista del fútbol alemán. En menos palabras, Hopp representa la más profunda comercialización del deporte. Y a los hinchas no les gusta.
Seguramente estarás pensando que deben expresarse peores mensajes cada domingo en las canchas alemanas. Tienes toda la razón. Tenemos el caso del jugador Jordan Torunarigha del Hertha Berlín que fue insultado agresivamente por la hinchada rival, hasta que hirviendo en rabia e impotencia, el jugador gesticuló, ganándose una segunda amarilla y la expulsión correspondiente. Nadie detuvo el juego. Ningún jugador dejó de patear el balón. Nadie protestó.
El pasado domingo, el asunto en la cancha del Hoffenheim obtuvo una gran mayoría de titulares en la prensa (quizá porque el propio Hopp estaba presente). Pero en otras canchas también surgieron mensajes incendiarios que hacían referencia al dueño del Hoffenheim.
Lo que resulta alucinante son las reacciones feroces de la Bundesliga contra las hinchadas por agredir verbalmente a un individuo, mientras se ignoran o se esconden bajo la alfombra los comentarios virulentos e infecciosos dirigidos a jugadores debido al color de su piel.
Y ya que estamos con el tema de los insultos en las canchas, permíteme desviarme un poquito en el mapa y saltar a la Liga española, en la que los jugadores del Athletic de Bilbao anunciaron que abandonarán la cancha si su jugador (negro, aunque no sé si millonario) Iñaki Williams vuelve a escuchar insultos racistas. En enero, jugando en campo del Espanyol, Williams recibió una andanada de insultos racistas y se enfrentó a los aficionados (no sé de qué otro modo describirlos). Lo curioso es que ni el árbitro detectó ninguna agresión verbal en su acta, ni el delegado de campo se dio cuenta de nada. El Espanyol dijo haber identificado a 12 culpables, aunque ningún tipo de sanción ha sido anunciada.
Ahora, el jugador del Bilbao va más allá. “Si abandonamos el campo y nos dan el partido por perdido, nos daría igual”. Luego de aquel encuentro en cancha del Espanyol, el jugador recibió un multitudinario refuerzo cuando su club fue a Tenerife para un enfrentamiento por la Copa del Rey. La hinchada del Tenerife ovacionó a Williams y mostró diversas pancartas condenando al racismo.
Por si lo quieres saber, la única vez en la que se ha suspendido un partido oficial por insultos en LaLiga, sucedió durante el Rayo Vallecano-Albacete en la Segunda División, cuando el árbitro José Antonio López Toca decidió que no se jugase la segunda parte por los alaridos que tronaban “puto nazi” en contra del jugador ucraniano Roman Zozulia, miembro del equipo visitante.
Estamos clarísimos en una cosa: Zozulia era acusado de nazi, no de millonario. Quizás eso explica que el castigo a los responsables haya sido muchísimo más leve.