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Las finales no se juegan, se ganan
- 03/11/2022 00:00
- 03/11/2022 00:00
La Tierra se paraliza por este partido durante 90 minutos. Es el encuentro más importante de la competición que ningún jugador y aficionado quieren perderse.
A lo largo de la historia se han disputado 21 finales, todas llenas de mucha energía y acción en cada minuto y, por supuesto, de suspenso. En cada una hay una historia por contar.
Desde la primera en 1930 hasta la última en 2018 los aficionados han hecho su parte al hacerse sentir dentro de los estadios, un papel muy importante para que el partido se desarrolle como tiene que ser, hasta convertirse en una auténtica final. No todos tienen el derecho de jugar o participar en una, por lo que los jugadores no piensan en otra cosa que conseguir la copa.
En esta entrega mundialista se repasarán algunas de las mejores finales que ha dejado esta competición, ya sea por el modo en que se desarrollaron las acciones o por las polémicas que salpicaron la final, como la de 1966 entre Inglaterra y Alemania Federal.
Apenas era la segunda edición de un mundial cuando ya se estaba dando una final más que emocionante y cardiaca. Italia y Checoeslovaquia se median en esta final de 1934 y los dirigidos por Vittorio Pozzo les exigían a los suyos la máxima concentración y las claves para que la azzurri fuera campeona en casa.
Sumado a la presión de jugar una final ante su gente, también mantenían los nervios ya que el dictador Benito Mussolini les había lanzado un claro mensaje de qué tan importante era que los italianos conquistaran el trofeo ante Checoeslovaquia.
El dictador expuso la celebración de este mundial en tierras italianas para venderle al exterior los logros e ideales del fascismo. Por esta razón también se criticaron mucho las decisiones arbitrarias 'a favor' de los italianos.
En fin, los italianos se hicieron con el título mundial 2-1 luego de un partidazo y anotar in extremis el gol de la victoria en el minuto 95 de juego. Raimundo Orsi y Angelo Schiavio hicieron los deberes para Italia, mientras que Antonín Puc adelantó a los checoslovacos al minuto 71.
Imposible dejar a un lado una de las finales sudamericanas más recordadas de la historia. Corría 1950 cuando Brasil y Uruguay se enfrentaban para lograr una estrella en su pecho y coronarse como campeones del mundo.
Para esta edición del Mundial, la fase final se celebró como si fuese un final four, pero con un sistema de puntajes. El que más puntos lograba en sus tres partidos sería el campeón del mundo.
España, Uruguay, Brasil y Suecia llegarían a esta instancia final, pero por casualidades de la vida en la última jornada se enfrentaban las dos selecciones sudamericanas, únicas con opciones de ser campeonas ya que los puntajes de España y Suecia no les alcanzaría.
El partido se disputó en el famoso estadio Maracaná. A Brasil le bastaba incluso un empate, mientras que Uruguay tendría que sacar el resultado sí o sí para hacerse con la copa Jules Rimet. Vale la pena destacar que hasta 1970 se le conocía así al trofeo en honor al presidente de la Federación Internacional de Fútbol Asociación (FIFA), Jules Rimet.
Volviendo al plano del partido, la canarinha empezaría haciendo los deberes y desplegando su buen fútbol al minuto 47 cuando se adelantó al marcador Albino Friaça Cardoso.
Los brasileños dominarían a los uruguayos hasta que llegó un despiste por parte de los defensores de Brasil al minuto 65. Juan Alberto Schiaffino marcaría el empate del partido, sin embargo le hacia falta uno más todavía al equipo celeste para ser campeón, mientras que la verde-amarela continuaba confiada en el resultado.
Al minuto 79 llegaría la pesadilla de los brasileños. Alcides Ghiggia marcaba el segundo de Uruguay y ponía cuesta arriba el estadio. Brasil buscaría por todos lados el empate, mientras que Uruguay aguantaba todos los golpes como si fuera un saco de boxeo. Al final de la historia Uruguay se coronaría campeón del mundo en el patio de Brasil, denominando esta historia como el 'Maracanazo'.
Inglaterra organizó el Mundial de 1966 y cumplió ante su público de llegar a la final. Su rival sería Alemania Federal y como inspiración extra soñaban con que la reina Isabel II fuera quien le diera el trofeo al capitán inglés de ese entonces Bobby Moore, acreditando a los tres leones como campeones del mundo.
En resumidas cuentas así fue, pero el partido dejó dos destellos que hasta hoy siguen repercutiendo en la historia.
Alemania Federal empezaría ganando el partido en el mítico estadio Wembley a los 12 minutos. Sin embargo, esta alegría solo les duraría cuatro minutos de juego porque al minuto 18 Geoffrey Hurts empataría el marcador.
Seguidamente llegaría la polémica del partido. Minuto 78 y el inglés Martin Peters anotaría un gol fantasma. Con un gran disparo enviaría el balón al travesaño y consecuentemente rebotaría en la línea de gol, pero desde la vista del cuarto árbitro, el balón traspasó en su totalidad la línea de gol dando por válida la anotación, cuando en realidad, según los gritos de los aficionados de Alemania Federal y de los propios jugadores, no fue así.
Wolfgang Weber empataría el partido en el último minuto de juego, obligando el partido a irse a tiempo extra. En este momento llegaría la proeza de Hurts al anotar otros dos goles (minuto 101 y 120) y llevar a Inglaterra a la conquista. Con sus tres goles, Hurts se convirtió en el primer jugador y único hasta el momento en la historia en marcar un hat-trick en una final del Mundial.
En las finales siempre hay sucesos increíbles por contar; sin importar qué ocurra, este es el clásico partido que cualquier futbolista no se quisiera perder y a su vez inmortalizar su nombre en la historia de los mundiales.