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- 09/09/2024 00:00
- 08/09/2024 19:40
La creación del Instituto de Cultura y Deportes (Incude) en 1970 llegó con propósitos totalmente ‘revolucionarios’, buscando principalmente empoderar (esa palabra no existía en esos tiempos) la actividad cultural y deportiva de nuestro país.
El deporte había tenido muchísimas satisfacciones en el pasado, pero los métodos de escogencia y desarrollo de un atleta, según los expertos del momento, estaban desfasados, y por ello se buscó descentralizar el ente que lo manejaba y proveerle de mayores herramientas.
Hasta ese momento el deporte era dirigido por la Dirección Nacional de Educación Física y Deporte del Ministerio de Educación (Meduca), con insignes y visionarios educadores en su dirección, como don Manuel Roy y Gil Gonzalo Garrido padre, por ejemplo, que habían obtenido muy buenos resultados.
No obstante, los nuevos gobernantes, estaban convencidos o los convencieron, que urgía cambiar el sistema para lograr mayores y mejores éxitos, dotándolo de una entidad de mucha mayor envergadura, con un mejor presupuesto y con técnicos preparados para lograr los objetivos.
Las intenciones en el fondo eran buenas.
El deporte de alto rendimiento había mostrado, hasta ese momento, que estaba a un tris de alcanzar triunfos muchos más ambiciosos, luego de obtener medallas en las máximas competencias de la región, como los Centroamericanos y del Caribe y Panamericanos, faltando aún por alcanzar el último peldaño, el de los juegos Olímpicos.
No olvidamos que Lloyd LaBeach había logrado nuestras dos únicas preseas olímpicas en Londres, pero eso fue en otra época y con otras realidades.
Fue así como se creó el Incude con el decreto de Gabinete No.144 de junio de 1970 y, donde entre otras direcciones, se traspasa la de Educación Física y Deporte del Meduca.
Hasta allí todo bien, por lo menos en papel, porque hubo piezas en el engranaje que se quedaron en el camino o tal vez en un inicio trataron de implementarse, pero su accionar no se completó.
Hablamos de dotar, primero, a la nueva institución de los mejores elementos de la educación física y el deporte, para enrumbar el barco hacia el objetivo enmarcado, y segundo; mantener la dinámica que, hasta ese momento, se había logrado en las escuelas en cuanto a la actividad física y deportiva.
El Incude, como todas las entidades que se crearon o administraron a partir de octubre de 1968, fue dirigida por políticos y manejadas en ese contexto, y el personal nombrado en sus direcciones principales fueron más que todo empíricos (dirigentes de barrios), dejando en un segundo plano al verdadero profesional.
Aunado a ello, el presupuesto hasta la entrada de los años noventa fue irrisorio y, apenas, superó en algunos dólares a la Dirección General de las Comunidades (Digedecom), las dos entidades con menor presupuesto en el Estado.
En cuanto a las escuelas, a los gobernantes no se les llamó la atención, de que allí se encontraba cautiva la mayor cantidad de potenciales atletas –la otra, en los barrios- y que la fórmula había funcionado en el pasado, porque tras su descubrimiento, estos eran enviados a los entrenadores respectivos.
De allí se basó el éxito que sostuvo al deporte y que duró prácticamente hasta la década de los ochenta, cuando comienza a declinar la actividad escolar al quedar supeditada la otrora Dirección de Educación Física a un simple escritorio en la Dirección de Asuntos Estudiantiles del Meduca.
Es decir, que el éxito que se obtuvo internacionalmente en Centroamericanos y del Caribe y Centroamericanos en 1970 y en los Bolivarianos de 1973, por ejemplo, fueron producto del trabajo coordinado y trabajado en la década anterior y que alcanzaron su cénit en las competencias citadas.
Hoy, lo que acontece en las escuelas es totalmente lo contrario. El programa curricular apenas permite desarrollar unos cuantos deportes, la mayoría de conjunto, y sin tomar en cuenta en muchas ocasiones si existen instalaciones para ello.
Esto ha creado una dependencia casi que total de las organizaciones federativas y academias particulares, para las representaciones provinciales en los Juegos Nacionales Escolares (Juden) y las internacionales (Codicader).
Las escuelas comúnmente desarrollan en estas competiciones actividades en el béisbol, voleibol, baloncesto, fútbol, atletismo, gimnasia, tenis de mesa, ajedrez, softbol femenino, balonmano, fútbol sala, tenis de mesa, taekwondo, karate, lucha, judo y natación.
¿De dónde salen los ‘atletas’ de estos deportes, si las escuelas no lo desarrollan?
La gran mayoría de las organizaciones federativas y clubes privados, porque la educación física en sí misma no solo abarca el deporte, sino también el área de la salud, la danza, la recreación y el deporte inclusivo, incluyendo su marco teórico, por lo que poco es el tiempo que tienen para concentrarse en una sola actividad.
Unido a esto, hay otra circunstancia a tomar en cuenta y es que se ha perdido esa conexión que en otrora existía, entre los detectores de talentos y los técnicos de cada deporte, porque los docentes son profesionales de la educación física, no entrenadores per se.
El mejor ejemplo en esa línea es el colegio Artes y Oficio, que en el último Juden no tuvo participación en el atletismo, a pesar de ser uno de las pocas escuelas en contar con estadio propio y una pista para desarrollar este deporte.
A consideración del educador físico Pedro Aguilar, con una maestría en Gestión de Organizaciones Deportivas, es necesario que se adapten las reglas de juego a la época y que al deporte escolar se le dé la categoría y el tratamiento que se merece.
En su opinión, es imperante cambiar los enunciados que, en materia deportiva, se hacen en la Constitución, y en los decretos ley 16 y 50, porque “promueven modelos obsoletos”.
“Este marco legal nos tiene cuesta abajo con respecto al deporte en Centroamérica, del cual no bajamos más porque nuestros atletas tienen un biotipo especial”, aseveró Aguilar.
En ese sentido, explicó que es necesario un marco jurídico que no solamente permita la obtención de potenciales atletas en los barrios y en las escuelas, sino que dote de recursos a las entidades responsables para su desarrollo y especialización.
Para ello, en el caso particular de las escuelas, sería imperante una dirección especial en el Meduca, que se hiciese cargo tanto del deporte escolar como de la educación física, tal y como existió hasta finales de los años 80, cuando prácticamente desapareció.
Asimismo, es necesaria una revisión de la transformación curricular hecha hace algunos años, que redujo la enseñanza de esta cátedra en la educación básica general y, en algunos colegios, perdió su condición de ‘asignatura obligatoria’ por la de ‘materia optativa’.
Se une a esto el hecho de que actualmente esta materia en muchos centros educativos es más teórica que práctica, y aún se utiliza el plan de estudios de 1910, conocida con el nombre de ‘gimnasia, juegos y ejercicios escolares’, que era impartida durante los recreos y ratos de ocio, sostuvo Aguilar.