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- 11/09/2023 08:39
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El Mundial 2023 que se disputó en Indonesia, Filipinas y Japón se cerró por todo lo alto con una final a la altura de lo vivido en el sudeste asiático. Alemania se proclamó campeona por primera vez en su historia tras imponerse a Serbia en una Copa del Mundo para el recuerdo de todos, en la que lo imposible tuvo un hueco, la emoción se convirtió en rutina y, sobre todo, el baloncesto, y solo el baloncesto, fue el protagonista.
El Mundial es ya histórico. Por su nivel en el parqué, por las anécdotas, por las sorpresas y por las enseñanzas que dejó. Un Mundial por primera vez en la historia multisede. Un Mundial que empezó siendo señalado por las ausencias y que acabó siendo el las sorpresas.
Porque así se podría definir esta Copa del Mundo, como una sorpresa gigante. Desde Letonia y su ejército de letones en la sede de Yakarta (Indonesia) hasta la reencarnación del Kobe Bryant en el jordano Rondae Hollis-Jefferson, pasando claro por la doble caída de las potencias norteamericanas en las semifinales ante los combinados europeos y la primera victoria mundialista de Alemania.
Una selección, la germana, liderada por Dennis Schröder, MVP del torneo con muchísimos argumentos para ser campeona. Lo ameritó desde el inicio, fue la más sólida, la más completa, la que más confió en sus posibilidades y la que más peleó por un oro tan inesperado como merecido basado en una filosofía coral que acabó invicta.
EL BALONCESTO ES DE LOS EQUIPOS, NO DE LAS ESTRELLAS
Y es precisamente esa última, la doble victoria europea frente a las potencias norteamericanas, la que dejó una de las enseñanzas más grandes de todo el Mundial: la diferencia entre los dos continentes, otrora insalvable, se presenta ahora mucho menor con el baloncesto grupal como arma contra el talento individual.
Porque sin Nikola Jokic, Serbia parecía desnuda; sin Porzingis, nadie tuvo en cuenta a la Letonia que se convirtió en la favorita de todos en algún momento; y con Luka Doncic, Shai Gilgeous-Alexander y Anthony Edwards, ni Eslovenia, ni Canadá, ni Estados Unidos estuvieron cerca del oro.
"El baloncesto se ha globalizado en estos últimos 30 años y los partidos son difíciles, esto no es 1992. Los jugadores son mejores, los equipos son mejores y no es fácil ganar un mundial o unos Juegos Olímpicos", reflexionó Steve Kerr, seleccionador estadounidense, justo al término de la semifinal con Alemania.
Un recorrido por el torneo, el de Estados Unidos, decepcionante teniendo en cuenta el bagaje final de resultados. Cuatro victorias y tres derrotas en los siete partidos disputados, dando la sensación precisamente de eso, de ser un conjunto que adoleció de trabajo en equipo.
Algo que, en cambio, no se le pudo achacar a la Canadá del español Jordi Fernández, que consiguió su primera medalla mundialista con una mezcla de ambas, de talento individual y trabajo en equipo que, eso sí, no pudo con la potente Serbia de Bogdan Bogdanovic y Nikola Jovic en semifinales.
LA SORPRESAS Y LAS CAÍDAS DE LAS GRANDES
En las quinielas había algunos equipos que apuntaban maneras, que parecían destinados a estar en la fase final de Manila, y otros que no tanto.
Letonia fue, acompañada de su enérgica afición, una de esas bonitas sorpresas que dejó el Mundial. Sacó el billete a Manila en una segunda fase con Canadá, Brasil y España, y en una primera con Francia, la gran decepción, aunque en cierto modo tranquila al tener reservada la plaza olímpica como organizador.
No pasaron a cuartos tampoco dos grandes como España, que defendía trono mermada por las ausencias de Lorenzo Brown y Ricky Rubio; o Australia, que no pudo con la Eslovenia de Doncic.
UN MUNDIAL DE RÉCORDS Y DESPEDIDAS
El Mundial fue también un punto de encuentro para los récords. Dos individuales y dos grupales, destacaron por encima del resto.
Los grupales corresponden a dos selecciones africanas. El primero de ellos, al estreno victorioso mundialista de la Cabo Verde de Eddinson Tavares. Los africanos, el combinado representante del país con menor población en una Copa del Mundo, celebraron su victoria ante Venezuela como el hito que supone para su país, en lo que fue una nueva página en la exitosa carrera del pívot del Real Madrid Edy Tavares.
El segundo del continente africano, la primera clasificación a los Juegos Olímpicos de Sudán del Sur en lo que también fue su primera Copa del Mundo. Tres victorias y dos derrotas le bastaron para sacar el billete directo a París 2024.
Los individuales correspondieron al español Rudy Fernández y al letón Arturs Zagars.
Zagars, que en estos momentos se encuentra sin equipo, hizo historia de los mundiales de baloncesto al acabar el partido ante Lituania por el quinto puesto (98-63) con un total de 17 asistencias, superando por dos el anterior récord establecido de 15 asistencias que compartían el croata Toni Kukoc y del sursudanés Carlik Jones, que lo consiguió en esta misma edición.
Rudy, por su parte, siguió aumentando su leyenda. Con 255 internacionalidades superó a Juan Carlos Navarro y se convirtió en el español con más internacionalidades. Una nueva marca más en una Copa del Mundo en la que ya había batido varios récords porque se convirtió también en el español con más partidos disputados en un Mundial (38), lo que le colocó como el tercer jugador con más partidos en Copas de Mundo de la historia, solo superado por Ubiratan Pereira Maciel (Brasil- 41), Luis Scola (Argentina- 41).
Además entró en el selecto club de 14 jugadores que han disputado cinco Copas del Mundo tras sus minutos en el Indonesia Arena de Yakarta. Es el primer europeo que lo consigue. Tuvo la oportunidad de compartir el hito con uno de sus mejores amigos, el brasileño Marcelinho Huertas. Dos jugadores que, como el italiano Luigi 'Gigi' Datome, estuvieron en su última aparición en una Copa del Mundo.
En definitiva, un Mundial de enseñanzas, de récords, de bonitas sorpresas, de despedidas, de oportunidades para brillar y de baloncesto. Mucho baloncesto. Un Mundial para el recuerdo de todos.