Miles de feligreses celebraron este lunes el Día de los Reyes Magos en Bolivia con la costumbre religiosa de llevar las imágenes del Niño Jesús a los templos...
- 09/12/2012 01:00
- 09/12/2012 01:00
Son apenas las 4.00 a.m., y la ciudad todavía bosteza mientras nerviosas sombras se van apoderando de la Calzada de Amador. Falta una hora todavía para la largada de la Maratón de Panamá pero los protagonistas ya van llegando.
Algunos muestran entusiasmo y hablan en voz alta en improvisados corrillos. Otros en cambio, se aíslan en sus propios pensamientos o escuchan concentrados música en los auriculares.
Suenan las últimas notas del himno nacional y la adrenalina acumulada durante meses se libera en la salida.
Más de cuatrocientos atletas desaparecen en la oscuridad, iniciando la prueba reina del atletismo. Por delante, 42 kilómetros con 195 metros, que pueden suponer como dos caras de una misma moneda el éxito o el fracaso.
Al igual que una serpiente multicolor el grupo rápidamente se estira, encabezado por los más veloces que luchan por la victoria. Para el resto, que son mayoría, mejorar su tiempo o simplemente cruzar la línea de meta supone su principal motivación.
Llegando a la Cinta Costera grupos de gallotes contemplan impasibles el paso de los corredores. Después de la primera hora, poco a poco los primeros rayos del sol aparecen en el horizonte dando confort a los participantes.
Se agradece la claridad y los altos edificios de la ciudad hasta entonces casi ocultos van tomando forma.
Cruzando el viaducto del Palacio Legislativo los corredores se saludan en uno y otro sentido. La atmósfera hasta entonces silenciosa se empieza a llenar de gritos y algarabía. Los carros también hacen su aparición y la carrera se junta por momentos con el ruidoso y pesado tráfico.
Apostados a ambos lados de la calle cerca de Clayton equipos de apoyo animan a familiares, amigos e incluso desconocidos.
Maratón es sinónimo de solidaridad. ‘Agua, esponjas, nueces, hielo’. Cualquier cosa a esas alturas con 21km es bien recibida. Sobre todo los gritos y palabras de aliento.
Los corredores ponen sus mejores caras mientras son retratados por decenas de cámaras.
El retorno en Pedro Miguel coincide con el momento crítico de la prueba. Km 27 y las famosas Esclusas son mudo testigo del paso de los corredores. Ya se han completado 2/3 del recorrido pero en este punto es como si iniciase un nuevo evento.
Todo lo conseguido hasta entonces se pone a cero. El sol ya a esas horas golpea de frente y comienza a limar las escasas fuerzas que van quedando.
El aspecto físico va cediendo protagonismo al mental, mientras se superan cada vez con mayor dificultad los kilómetros.
Los atletas se siguen cruzando, pero cada vez son menos frecuentes los saludos. Prima la concentración en cada zancada, y miradas perdidas en el infinito.
La Maratón no perdona, y empieza a cobrarse sus primeras víctimas.
Me siento vacío y sin fuerzas. Las dudas empiezan a rondar por mi mente. No he llegado tan lejos para rendirme pero las piernas no obedecen. Cuando cruzo la meta como otros muchos me siento exhausto. En esta oportunidad la Maratón me mostró su cara menos amable.
En las siguientes horas siguen llegando más y más corredores a la meta.
Algunos saltando sonrientes, otros resoplando adoloridos.
Por el camino quedaron miles de zancadas, sudor y lágrimas. Pero sobre todo el convencimiento de que para muchos de los participantes completar la Maratón supuso un antes y un después en sus vidas.