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La transición energética es una tarea en conjunto por el medioambiente
- 26/05/2021 00:00
- 26/05/2021 00:00
Hace tan solo un par de semanas, el Consejo Empresarial Mundial para el Desarrollo Sostenible (Wbcsd por sus siglas en inglés) actualizó su 'Visión 2050'. Este organismo agrupa a 200 de las principales empresas mundiales, que emplean a más de 19 millones de personas y generan ingresos superiores a los $8,5 trillones.
La 'Visión 2050' es una hoja de ruta diseñada para el sector empresarial con consejos prácticos y realizables para afrontar temas como la emergencia climática, la pérdida de la biodiversidad y la creciente desigualdad.
A través de nueve metas de diversos sectores (energía, transporte, vivienda, manufactura, financiero, tecnología, salud, saneamiento y alimentos) el informe plantea la necesidad de actuar con urgencia y transformar el sistema económico enfocado en la extracción de valor, a la creación de valor, para adaptarnos a la nueva normalidad.
Lo que propone el Wbcsd es transformar lo que hacemos (business as usual) impulsando un cambio en la mentalidad, las estrategias y la planificación de la sostenibilidad, a través de la inversión y la innovación.
La meta que plantea la 'Visión 2050' para el sector de la energía es lograr un sistema sostenible que proporcione energía fiable y asequible con cero emisiones de carbono para todos.
Para cristalizar este objetivo propone una serie de transiciones clave, tales como la remoción de subsidios a los combustibles fósiles, la necesidad de que las instituciones financieras inviertan más en fuentes de energías bajas o netas de carbono, el crecimiento exponencial de las energías solares y eólicas, y la implementación a gran escala de soluciones de eficiencia energética.
Entre las acciones clave que se deben llevar a cabo en el sector energético en esta década, están no construir nuevas centrales termoeléctricas a carbón, abogar por políticas de tarificación de carbono, invertir en el desarrollo y despliegue de tecnologías de almacenamiento (baterías) de energía renovables y obtener energía con cero emisiones de carbono para todas las operaciones de los miembros del Wbcsd.
En línea con lo dicho por el Wbcsd, el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (Pnuma) en asociación con la Secretaria Nacional de Energía (SNE) y el Ministerio de Ambiente (MiAmbiente) lanzó a finales de abril un informe titulado 'La transición energética como motor de la recuperación económica ante la covid-19 en Panamá'.
Este giro energético se basa en tres sectores principales: las energías renovables, la electrificación del transporte y la eficiencia energética.
Los principales hallazgos que el informe identificó radican en que la transición energética es vital para cumplir con los compromisos del Acuerdo de París, tiene el beneficio de que se paga por sí misma, generaría más empleo de los que se perderían en los sectores de combustibles fósiles (los llamados riesgos de transición) y cambiaría un paradigma de la sociedad y la economía.
A nivel macroeconómico, llevar a cabo la transición energética reduciría la dependencia del país a la energía importada, aminorando su exposición a la volatilidad del precio de los combustibles y ofreciendo mayor seguridad energética.
El reporte concluye que, aunque la transición energética es técnicamente factible y económicamente rentable, se necesita que esté acompañada por un paquete de medidas de política pública, que incluyan una serie de incentivos para la inversión privada.
Pero, ¿cuál es el costo de esta transición? Depende del escenario que se ponga en práctica. El informe establece tres escenarios: BAU (que supone la continuación de las tendencias existentes), ATE (ambición moderada) y carbono cero (descarbonización profunda para 2050). En estos dos últimos escenarios (con mano de obra y suministros locales) las inversiones para el período 2020-2024 serían de $4,57 billones y $8,81 billones.
De esta gran inversión, el Estado asumiría entre el 60% y 78%. El resto de este dinero tendría que salir del sector privado.
En este caso, debemos resaltar que Panamá es un país altamente expuesto al cambio climático y sus principales emisiones provienen del sector energético.
La matriz energética en 2020 es 46% hidroeléctrica, 41% termoeléctrica (combustibles fósiles) y 13% renovables no convencionales (solar y eólica), pero la generación de energía la determina la disponibilidad que se tenga de su recurso hídrico. Es decir, que cada año se genera más o menos con combustibles fósiles, que son más costosos económica y ambientalmente, dependiendo de la cantidad de lluvia, sol y viento que experimente el país.
Según la Autoridad Nacional de Servicios Públicos (Asep) la generación en 2018 fue 70% hidroeléctrica, en 2019 se redujo al 44% como consecuencia de una fuerte sequía que no alcanzó a ser parte del fenómeno del niño y para 2020 se incrementó hasta el 75%.
Panamá es el quinto país más lluvioso del mundo y el clima no solo afecta su generación de energía, sino que además incide en temas cruciales para el país como es el sector agrícola y los ingresos que genera la operación del canal interoceánico
Vale la pena analizar, además, ¿cuál es el rol del sector financiero y el empresariado en esta transformación y por qué es tan necesario apoyar?
Aparte de la clara recuperación verde que plantea el reporte del Pnuma (utilizar parte de los incentivos de recuperación postpandemia), el sector financiero tiene la tarea de viabilizar los flujos que permitan llevar a cabo la descarbonización.
Por ejemplo, desarrollando productos financieros que apoyen la sostenibilidad, como bonos verdes, crowdfunding para eficiencia energética y autogeneración, líneas de créditos para proyectos eólicos, solares o vehículos eléctricos e híbridos, e instrumentos financieros de mitigación de riesgos climáticos extremos (lluvias o sequías extremas).
El sector financiero panameño debido a su fortaleza puede no solo beneficiarse ampliamente de esta transición, sino a la vez habilitarla.
Las empresas privadas, por su parte, deben liderar este cambio. Estas tienen como misión no solo responder a la demanda de sus clientes, los mercados y los reguladores, sino que además precisan ayudar a darle forma con su inversión e innovación. El empresariado debe liderar este nuevo modelo a través de sistemas que se alejen del BAU, traduciendo las ambiciones de la transición en acciones claras de su actividad empresarial.
Invertir en sostenibilidad definitivamente paga y representa una oportunidad. Se estima que por cada megavatio (MW) instalado de energía solar y eólica, se podrían necesitar 6.96 y 2.78 empleos, respectivamente. Igualmente, el informe del Pnuma habla de ahorros en costes energéticos, tecnologías renovables y vehículos eléctricos en 30 años para los escenarios moderado y agresivo de USD 6,5 billones y USD 23,2 billones, respectivamente.
Está claro, entonces, que la transición energética en Panamá puede ser uno de los principales motores de la recuperación económica postpandemia y que la tarea es conjunta entre los dos sectores: público y privado. De esta manera, el país tendría una matriz energética más diversificada, sostenible, y una energía más económica en línea con la 'Visión 2050'.
El autor es fundador y gerente de Gestión de Riesgos Sostenibles(GRS).