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- 17/01/2020 00:00
- 17/01/2020 00:00
Nacido en Isfiya, Israel, en 1965, Reda Mansour, embajador de Israel en Panamá, hoy se sumerge fascinado en los matices de la cultura istmeña. Diplomático de formación y de carrera, emergió de las aulas de la Universidad de Harvard fiel a promover la comprensión de los vínculos culturales de los pueblos en Medio Oriente, desde los espacios que la política internacional le ha permitido ocupar. Casado y padre de tres, posee un doctorado de la Universidad de Haifa y se convirtió en el embajador más joven de su país al asumir la plaza de Ecuador con tan solo 35 años. Con dos tazas de café y una placidez indiscutible, se muestra discreto y recatado al opinar sobre la política exterior de Israel, al margen del conflicto que hoy ahoga a Estados Unidos e Irán, expresando su confianza en que el desenlace sea el mejor para las partes. Nos recibe en su despacho para conversar con La Estrella de Panamá. Se confiesa enamorado de la poesía como el hilo conductor hacia la comprensión viva de las sociedades, una manera de abordar nuevas reflexiones: “Con la poesía pensamos en los asuntos humanos y sociales, en las experiencias de la vida y de la gente; es lo mismo que hacemos en la carrera diplomática”.
Comencé a escribir tras nacer en un lugar muy hermoso de Israel, entre las montañas, con vistas hacia el mar Mediterráneo, el norte de Israel y las fronteras de Líbano y Siria. Es una comunidad muy activa en asuntos culturales, muchos artistas, también es un parque nacional. Los primeros poemas estuvieron basados en ello. Posteriormente, al iniciar la carrera diplomática a los 25 años, sentí que la poesía tenía mucho que ver con la diplomacia, se ayudan entre sí; con la poesía pensamos siempre en los asuntos humanos y sociales, sobre las experiencias de la vida y de la gente y es lo mismo que hacemos en la carrera diplomática. La visión de un poeta ayuda a entender de una manera más profunda la dinámica de las sociedades.
Hay tres caminos que siempre estoy transitando: el de la poesía, el de la diplomacia y el académico; de hecho, realicé mi doctorado en algo que reúne temas de artes, cultura y diplomacia; allí escribí mucho sobre la cultura de Siria, sus poetas, escritores, el teatro, para entender al país no solo desde la política.
Ha cambiado mucho. Durante un tiempo en la historia, la diplomacia fue tradicional, elitista, cerrada. Los diplomáticos trataban con un grupo muy pequeño del país. Era todo más cerrado, discreto. Mi generación en la diplomacia mundial ha sido muy interesante porque comenzamos finalizando la etapa tradicional. Cuando inicié leíamos documentos siempre en papel, todo era clasificado. Ya habíamos recibido señales de que estábamos cambiando a un mundo totalmente distinto. No era suficiente conectarse con las élites, hoy día es necesario estar en contacto con el pueblo.
Sí, ¡claro! Antes de venir a Panamá, estuve durante un año haciendo docencia en Atlanta sobre la historia de la diplomacia y entendí que en este marco, el transporte y la comunicación son el corazón. Hoy estoy durante las 24 horas en contacto con la Cancillería en Israel por WhatsApp, e-mails, etc., cambiamos de un mundo en el que los embajadores vivían aislados aun mundo totalmente abierto.
Durante mucho tiempo fui el único diplomático no judío en Israel. Hoy día tenemos más, de hecho, ahora contamos con el segundo embajador que es árabe y cristiano. Para el mundo, israelíes y árabes son enemigos y no lo ven de una manera diferente más allá de guerras y violencia, así que cambiar esta imagen y crear diálogo entre judíos, árabes e israelíes ha sido siempre un desafío. Lo que he intentado es decirle a las comunidades fuera del Medio Oriente, donde he estado trabajando, como Ecuador, Brasil y Estados Unidos, que si quieren ayudarnos deben usar la armonía de sus países. En Latinoamérica hay más tolerancia y menos extremismo religioso; he tratado de pedir a las comunidades árabes y judías que nos ayuden a crear este tipo de cultura pacífica en nuestra región. No es suficiente hablar la lengua, hay que hablar la cultura; muchas cancillerías preparan a sus diplomáticos con otros idiomas, pero no entienden que esta es solo la primera etapa.
Panamá como Israel, es el camino a través del cual pasó la historia muchas veces. La historia me ayuda a entender el carácter panameño. Culturalmente, Panamá ha sido una sorpresa para muchos; en el ámbito internacional hay países que tienen elementos más definidos, pero a Panamá siempre se le asocia con el Canal; sin embargo, me topé con toda una cultura indígena fascinante y con lo alusivo a la creación de las comarcas, lo que ayudó a preservar las raíces. También destacan la influencia afropanameña y la influencia de la comunidad judía, que aportó mucho al desarrollo del país.
Cuando tenemos una experiencia cultural, nunca la vamos a olvidar. La energía de las relaciones culturales es una energía emocional y creo en promover lazos y en educar. Siempre he querido que los israelíes conozcan de manera profunda otras culturas; y cuando estoy en el exterior, he querido que los pueblos donde trabajo vean la vida cotidiana de mi país. Seguimos muy atrasados como seres humanos; para avanzar, las relaciones e intercambios culturales sirven de mucho.
En Israel, Siria es casi el peor enemigo; históricamente muy cruel y peligroso. Al profundizar en mi doctorado, descubrí que es un país complicado e interesante y que tenía la cultura más avanzada del Medio Oriente. Sus universidades son de las mejores del mundo; sus médicos, hasta hoy, van a Estados Unidos y se destacan. Fue muy interesante ver cómo una sociedad tan avanzada en sus estudios y cultura pudo llegar a una dictadura tan dura. Por esto, considero que ver solo la política nos permite entender una pequeña parte de cualquier país; la política es importante, pero no refleja las cosas más profundas.
Hay que dedicar tiempo y recursos a la promoción. En un mundo de tantos países que compiten, no podemos estar sin hacer nada. Se requiere branding y un plan estratégico. Es necesario tener un plan nacional de promoción de marca; se trata de un proceso social y económico, que requerirá estudiar muy bien esta sociedad y entender lo que es ser panameño.
En Israel estamos enfocándonos en sectores como la agricultura, donde hay que tener un control total del agua, las 24 horas. En Panamá, es necesario incorporar tecnologías modernas y que los jóvenes, por ejemplo, puedan aprender desde laboratorios; actualmente hay un 50% de pérdida de este recurso y con tecnologías israelíes podríamos corregir esta clase de problemática. Recientemente trabajamos con uno de nuestros expertos de Israel que está enamorado de Panamá y preparó tres reportes distintos abordando todos los niveles, desde el presidencial hasta meterse bajo la tierra con personal del Idaan. Luego pasamos estos reportes al gobierno, para darles a conocer nuestro diagnóstico con recomendaciones. También hablé con la primera dama para emplear una nueva tecnología para la creación de agua a partir del aire.
Hay que abrir las puertas y crear lazos abiertos y personales entre los dos pueblos. El mayor éxito es que al dejar una embajada, los proyectos continúen. Hoy la finalidad es mejorar la calidad de vida de los panameños y los israelíes. No podemos avanzar como diplomáticos pensando solo en los intereses de un país.
Creo en visiones muy grandes. Panamá necesita ser un hub para muchas cosas y tiene todo para serlo, si pensamos en un plan de 30 a 50 años. El Panamá de hoy no es el de 2010; el país sí está andando en esa dirección. Hay que confiar en asumir riesgos y saber que en el camino cometeremos faltas y fallaremos muchas veces.