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Leonardo Padrón: 'Tuve que rearmar mi vida en el exilio, pero felizmente he logrado nadar con viento a favor'
- 20/04/2022 00:00
- 20/04/2022 00:00
Antes de conversar con Leonardo Padrón (Caracas, 1959), lo primero que uno piensa es que resulta sorprendente su entereza y qué calidez exquisita tiene su sonrisa que, digamos, mezcla con la brillantez en sus palabras, en sus escritos...
Padrón crea historias desde siempre. Hoy como un niño feliz y orgulloso por una buena calificación en el cole, muestra al mundo una historia original que le ha costado mucho levantar y que maravilló al gigante del streaming. Pálpito, protagonizada por Michel Brown, Ana Lucía Domínguez y Sebastián Martínez se estrena hoy, 20 de abril, en Netflix; una serie de 14 capítulos que se aleja de lo tradicional de una industria que mayormente ofrece comedias y culebrones de narcos. “Pálpito es una historia de amor en clave de thriller cuya vena dramática es el tráfico de órganos y no es precisamente algo que tú veas en las plataformas”, adelanta.
Padrón nos recibe en su casa en Miami, vía Zoom. Al fondo un pequeño estudio con libros por doquier. Viste una camisa negra que resalta su estampa impoluta. De cabello y barba blanca, como siempre. Tiene un sentido del humor que saca a ráfagas, de vez en cuando, como para suavizar el dolor del exilio, y lanza detalles de la situación política en su país. Mientras conversamos, Padrón muestra que es uno de esos hombres auténticos que demuestran que se puede vivir y tener “éxito” aunque nos arranquen lo propio, lo construido, la patria. “Como a muchos venezolanos, me ha tocado recodificar mi respirar, mi hábitat y mi trabajo”, dice. Y es que antes de Pálpito, Padrón escribía telenovelas en Caracas, exitosísimas, y un día, tras un viaje a Miami por trabajo, quiso regresar a su país y no pudo. Una llamada le alertó de que el Servicio Bolivariano de Inteligencia Nacional (Sebin) lo esperaba. Si no hubiese existido esa advertencia telefónica, a la que le agradece su libertad, quizá hoy no estuviese en estas páginas.
Desde tierra extranjera, Padrón no ha dejado de teclear y de enfrentarse a la página en blanco. Para Univisión y Televisa ha escrito y adaptado clásicos dramáticos: Amar a muerte, Rubí, la serie y Si nos dejan han sido sus últimas piezas. Le va muy bien, eso sí, nunca deja de pensar en su país.
El poeta, guionista de cine y televisión, ensayista, cronista, editor y locutor presume más de 20 títulos que van desde la poesía hasta la crónica, del libro de entrevistas a la literatura infantil, del ensayo al teatro. Destacan Los imposibles, siete volúmenes de entrevistas a figuras de la cultura hispana; los libros de crónicas Se busca un país (Planeta, 2015), Kilómetro cero (Planeta, 2013), Contracanto: poesía reunida (Seix Barral, 2017) y Tiempos feroces (Kálathos, 2021)
Aquí Padrón con su espíritu incansable, urgente. Con su pluma rabiosa e inteligente. Con su ternura, casi imperceptible. Aquí un hombre que lleva toda la vida entre la televisión y la biblioteca, entre la defensa de la libertad y la palabra.
Has hecho una distinción muy importante porque efectivamente hay un boom en estos momentos de contenido en streaming, que además se incrementó con la pandemia, que generó el confinamiento, y el streaming terminó siendo una fuente de desahogo para todo el mundo. Efectivamente, ante una oferta tan masiva de lo que hay actualmente, uno tiene que apostar por no ser original por serlo, porque la gente básicamente lo que busca es una historia bien contada, una historia que la involucre emocionalmente, que la sorprenda, que la emocione, que le haga suspender su propia realidad durante un tiempo.
Una de las cosas que celebró Netflix cuando me pidió una historia original mía y les propuse la sinopsis de Pálpito, fue justamente que no se parecía a lo que ofrece su propia plataforma.
Sí. Para mí Netflix era como mi juguete favorito de las noches, mi libro audiovisual preferido. Estaba tan ocupado escribiendo una historia para Televisa y Univisión y no estaba tan pendiente de llegar a Netflix, no lo tenía aún en mi intención inmediata. Por eso me sorprendió inmensamente cuando me llamaron, es así como que te toque la puerta la lotería y no eres tú quien ha comprado el ticket.
Es una historia de amor que sin duda tiene resonancia esotérica, creo que fue un gusto que me quedó después de Amar a muerte, la cual hablaba de la transmigración de almas, pero aquí no me estoy ocupando del alma humana, sino del corazón, que si te pones a ver, creo que es el órgano donde hemos depositado el centro de nuestras emociones fundamentales. Es decir, la estructura emocional del ser humano está depositada en el corazón, por nosotros mismos; se convirtió en la gran metáfora del amor y del resto de las emociones humanas. Me cautivaba la idea de contar una historia en la que se viera involucrado el corazón, pero no desde su modo tradicional –del aura romántica– sino desde un modo más metafísico: si el ser humano se ve en la coyuntura extrema de recibir un corazón ajeno para seguir viviendo, hasta qué punto, cuando ese corazón entra en su cuerpo, entran también las emociones que contenía ese corazón en su vida anterior. Ese fue el punto de partida para unir una historia de amor que tuviera esa caja de resonancia que me parece improbable, pero emocionante.
Acuérdate de que Netflix es el gigante del streaming y tiene centros de producción en todo el planeta. Con respecto a Latinoamérica hay tres centros de producción importantes: México, Colombia y Argentina, y efectivamente necesitan generar contenido para la audiencia latina con calidad Netflix, y en esa política de la empresa es cuando yo recibí la convocatoria.
Hace tiempo Miami se pensó que se iba a convertir en el epicentro de la producción de televisión para la audiencia hispana y resulta que eso se ha desplazado hacia México. Allí actualmente es donde se están manejando las dinámicas más intensas de producción de contenido dramático: por supuesto hay razones logísticas, económicas incluso sindicales. En México es mucho más fluida la organización de un rodaje y eso ha hecho que haya una nueva migración de productores, técnicos, actores, actrices. En mi caso, como escritor, mi espacio de trabajo es internet. Puedo escribir desde la Patagonia si tengo internet, esa es una ventaja que tenemos nosotros los escritores.
(Ríe) Guao, ¡qué pregunta! Cada vez que prendo la computadora yo me aterro y digo: 'Dios mío, ¿hoy lo lograré? Hay días que lo logro y hay días que no. Hay días que termino borrando lo que escribí y días que termino sintiendo que necesito mucho más trabajo. Un escritor tiene más días luminosos que otros, tiene momentos en que tu escritura se hace más lúcida, creo que uno siempre está también fluctuando.
Lo más importante para un escritor es conseguir su voz propia, incluso esa voz propia estará llena de inseguridades, de tropiezos.
Estoy en contravía del estereotipo que prefigura al escritor como un animal noctámbulo, rodeado de colillas de cigarro en el suelo, de botellas de whisky vacías, rodeado de sus demonios y de sus musas hasta altas horas de la madrugada. Yo, a las 7;00 de la mañana estoy sentado frente a la computadora. Me gusta escribir desde temprano, cuando siento que el cerebro todavía se está estrenando en el día. Suelo tener un mandamiento de vida: en el día escribo y en la noche vivo.
(Ríe) En esencia soy el mismo, el ser humano de siempre, digamos en convicciones, en mi forma de ver el mundo, en mi manera de relacionarme, pero como millones de venezolanos he sido víctima de una suerte de saqueo emocional por el advenimiento de una pesadilla monumental que llegó a nuestras vidas y que ha sido el chavismo en el poder, que transformó radicalmente nuestra casa esencial que es el país, nuestro sentido de pertenencia a esa casa y nuestra cotidianidad, incluso nuestro oficio, lo que era la vida para cada uno de nosotros; en ese sentido me ha tocado, como a tantos, recodificar mi respirar, mi hábitat y mi trabajo.
A ver, fíjate, esa pregunta tiene tantas aristas. En la escritura de Cosita rica ocurrió un momento que para mí como escritor fue decisivo, fue el momento cuando comencé a sufrir los embates de la censura. Estaba escribiendo la historia que confrontaba al régimen y exponía, en esa vitrina tan poderosa que es la televisión, un poco la realidad política del país, a través de una historia de amor, pero con personajes que tenían conexiones obvias con la realidad. Ahí comencé a sufrir la censura y eso implicó replegar ciertas aguas de mi actividad creadora. Aunque lo que vino después fueron tres novelas más: Ciudad bendita, La vida entera y La mujer perfecta, en esta última en el año 2011, ya la industria de la televisión venezolana estaba comenzando a agonizar y actualmente es un cadáver insepulto.
Esto implicó, por supuesto, asumir otras comarcas, otras coordenadas de trabajo y desde que me radiqué en Miami, comencé a escribir para la televisión tanto mexicana como para la audiencia hispana de Estados Unidos.
Me tocó masticar algunas piedras: yo soy un escritor que durante toda mi carrera en Venezuela escribió historias originales; y de repente aquí me tocó comenzar a hacer adaptaciones de otras historias. Que es un poco la costumbre de Televisa, que es como adicta a los remakes Lo bueno es que tuve la oportunidad de elegir qué remake hacer y decidí apostar por algunos clásicos del panorama latinoamericano que me parecen interesantísimos, y de ahí surgió Amar a muerte, Rubí y Si nos dejan.
Bueno, el chavismo mató al país primero y el chavismo mató a la televisión venezolana que era además una televisión muy saludable, de calidad en todas las áreas de entretenimiento. La televisión venezolana fue una de las primeras víctimas del chavismo. Cuando (Hugo) Chávez decide cerrar Radio Caracas Televisión fue el disparo letal y comenzó el derrumbe.
Me gusta precisar que yo no decidí emigrar, ellos me emigraron. Ellos me sacaron del país. Yo estaba absolutamente convencido de que quería seguir en Venezuela y además estaba muy activo en el tema político, lo cual me trajo consecuencias importantes, cruciales. Tanto así que en un viaje de apenas 10 días que hice para Miami, por razones laborales, cuando quise volver me advirtieron que si volvía me iba estar esperando el Sebin –la policía política de Venezuela–. Me lo advirtió alguien que me salvó con esa llamada y me cambió la vida. Finalmente tuve que quedarme fuera del país y tuve que rearmar mi vida en este contexto tan tremendo que es el exilio, pero felizmente creo que he logrado nadar con viento a favor.
El arte siempre ha sido, a lo largo de la historia, una excelente trinchera de resistencia contra los totalitarismos, autoritarismos, las dictaduras y abusos del poder, porque es una manifestación de la imaginación humana para contrarrestar las manifestaciones más perversas. En ese ámbito tan contracorriente, que es actualmente el país, por supuesto que se puede construir algo y se está haciendo: se sigue haciendo cine, teatro, siempre con condiciones muy adversas. Los artistas siempre buscan existir, buscan cómo manifestarse, estén en el hábitat que estén.
Para nada. Cuando comenzó la censura en mi trabajo televisivo, mi respiradero o mi pequeña venganza fue desarrollar con fuerza mi oficio como cronista de la realidad venezolana y ahí siempre voy a celebrar el apoyo del diario El Nacional que me ofreció una página entera, en su edición dominical, para publicar mis crónicas. Y después Planeta que las publicó y otros medios digitales como Prodavinci y Caraota Digital que también las publicó. Esas crónicas tuvieron mucho que ver con esas acciones que hace el régimen que no perdonan a nadie.
Una de las tragedias más grandes que tiene el venezolano es la orfandad de liderazgo. Lamento que la oposición venezolana –y hablo expresamente de los partidos políticos, porque el pueblo fue bastante gallardo y digno en sus manifestaciones de resistencia y estuvo en el asfalto todas las veces que fue necesario y puso su vida y puso sus muertos– no haya estado a la altura del compromiso; le faltó madurez política, siempre subestimó al adversario y creo que además se asumió a sí mismo con una arrogancia inaudita. Fue víctima de su ego y de su mezquindad.
Los líderes de los partidos políticos de la oposición, hacen unos pequeños mea culpa públicos, pero después cuando tú ves cómo sigue el desempeño de ellos, te das cuenta de que es un mea culpa para la galería, porque si fuera estructural ya estaríamos en otra situación. Si tenemos en el horizonte cercano, en el año 2024, unas elecciones presidenciales, es absolutamente condenable que la oposición venezolana –preciso nuevamente: los partidos políticos–, no se termine de poner de acuerdo, no termine de depurar sus vicios, no termine de deslastrarse de sus propios errores y de estructurar una verdadera fuerza de cambio que reconecte con el país. ¿Que qué ha pasado? El país se hartó de tanto espejismo y de tantos fracasos, de tanta torpeza. La gente ahorita está viviendo con el oxígeno de la resignación.
La persona que diseñó la frase 'Venezuela se arregló' ha tenido un gran éxito de mercadeo. La frase se ha convertido en una especie de lema que está lleno de falsedad. Todos estamos absolutamente claros que Venezuela no se arregló. Hay a quienes les interesa que esa matriz de opinión se expanda, y ¿quiénes son? obviamente el régimen.
El mundo está viviendo un momento bien complicado que es un desafío para los líderes, que tampoco siento que han sabido lidiar con avatares tan estremecedores como la misma pandemia y ahora que Europa está al borde de una tercera guerra y que el mundo esté crispado, habla muy mal del rumbo de las cosas. Te das cuenta que la megalomanía o la mente enferma de un solo personaje con mucho poder puede tener consecuencias gravísimas para el resto de la humanidad.
Tampoco debemos olvidarnos de la tragedia silenciosa que se sigue viviendo en Venezuela; ahorita no tiene la estridencia de las cacerolas ni el humo de las bombas lacrimógenas ni la sangre en el asfalto de los estudiantes, pero sí tiene la tragedia de los millones de personas que se van de sus fronteras y de los que subsisten en el país en condiciones indignas y precarias.
(Sonríe...) Al principio quisiera que todos mis compañeros de gentilicio palpitaran conmigo a partir del próximo 20 de abril (hoy). Ya he sentido la emoción genuina de muchísima gente. Ya hablando en macro, que es la intención de tu pregunta, creo que el pálpito de un venezolano es justamente seguir al ritmo de la palabra más poderosa que tenemos: la esperanza, porque me asusta que todos terminemos enfangados en la desesperanza, que termina siendo una palabra que te inutiliza, te paraliza y creo que es lo que más desearía la dictadura en este momento, que los venezolanos terminemos hundiéndonos en el mar de la resignación.
La única manera de que tengamos un mañana de prosperidad, como el que nos merecemos, es que sigamos palpitando al ritmo de la esperanza activa, que no es una esperanza amodorrada en nuestro sillón. Cada quien desde su pequeño nicho de acción tiene que seguir apostando por la Venezuela luminosa