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- 09/06/2024 00:00
- 07/06/2024 11:01
Cada segundo domingo de junio, en Panamá, celebramos el Día de las y los Locutores. Esta fecha, establecida por el Decreto Ejecutivo número 47 del 27 de junio de 1988, nos invita a reflexionar sobre la evolución de la locución y la responsabilidad social que conlleva esta profesión. Especialmente, nos insta a contrarrestar mecanismos que perpetúan el androcentrismo, como el uso del genérico masculino como forma universal o neutra de referirse a las personas en contextos donde el género no está especificado, y a reconocer el uso sexista del lenguaje, el cual puede reflejar, perpetuar o desafiar las desigualdades de género en la sociedad. Actualmente, existen desafíos y debates en torno al sexismo lingüístico en los medios de comunicación y en el equilibrio entre la precisión de la información, la sensibilización de las opiniones y la conciencia sobre este tema.
Los artículos 41 y 42 de la Ley No. 24 de 30 de junio de 1999 regulan aspectos y requisitos relacionados con las licencias de locutores y la actividad de radiocomentaristas. Abordan la liberalización de la actividad, estableciendo un marco de responsabilidad tanto para las voces como para los concesionarios de los medios. En un fragmento, se hace referencia a las responsabilidades legales que pueden surgir debido a los comentarios hechos por una persona en ese rol y la implicación de los concesionarios de las estaciones de radio o televisión en estos casos. Esta persona será responsable por los daños que sus comentarios puedan causar (responsabilidad civil extracontractual). Además, la estación de radio o televisión puede ser responsable, si permite que estos comentarios dañinos se emitan repetidamente, en incumplimiento de la ley y las políticas públicas sobre derechos humanos y equidad de género.
A partir del 1 de enero del 2000, la Autoridad de Servicios Públicos (ASEP) tiene como competencia otorgar licencias de locutor con fines comerciales a aquellas personas que cuenten con la aprobación de capacitación ofrecida por universidades acreditadas en Panamá. Actualmente, registra una cantidad de 11,423 locutores con licencia, aunque me consta que son muchas más las voces acreditadas que las que ejercen.
Desde el año 2010, me he dedicado a la formación profesional para la obtención de esta licencia. Antes de la pandemia, impartía módulos presenciales en todo el territorio nacional; ahora, los imparto de manera digital a personas en cualquier parte del mundo. Colaboro con diversos centros de educación superior que certifican la locución. En particular, enseño módulos que abordan el manejo de programas radiales y televisivos. Estimo que una gran parte de las voces entusiastas por comunicar han pasado por mis clases y que recordarán el especial énfasis en la importancia de la ética y la profesionalización como línea base para aproximarnos a estos temas.
Con esta experiencia, constato que la locución como profesión ha evolucionado significativamente desde los días de la radio tradicional hasta esta era de podcasts y transmisiones en línea. Con estos avances tecnológicos, la responsabilidad de las y los locutores ha aumentado, ya que sus voces no solo deben informar y entretener, sino también educar y promover valores de respeto e inclusión.
Estas personas tienen un poder inmenso, del cual a veces no son plenamente conscientes, ya que llegan a miles de personas, moldeando opiniones y actitudes. Este poder debe ser manejado con sumo cuidado, ya que pueden convertirse inadvertidamente en vehículos para manifestaciones de violencia simbólica en los medios de comunicación.
Un ejemplo de ello son los estereotipos lingüísticos aprendidos del entorno sociocultural y que se reproducen a través de refranes, formas de expresión humorística y fórmulas de cortesía. Pueden observarse en programas de televisión cuando el presentador imita de forma exagerada y burlesca a hablantes de una etnia o nacionalidad en particular. Es muy común escuchar en las emisoras radiales locales la asociación de ciertos acentos con características específicas, como el nivel socioeconómico.
Como moderadores de la opinión pública, estas voces tienen la responsabilidad de ser conscientes de sus palabras y promover el respeto. Esto implica emplear un lenguaje inclusivo, dar visibilidad a grupos marginados y evitar reproducir estereotipos que caracterizan o encasillan a personas en roles despectivos o de repudio, lo cual tiene un impacto significativo en el trato y la percepción sobre dicho grupo.
Para lograrlo, la formación continua y actualizada con los avances en materia de derechos de la audiencia, y en el caso de nuestro país, de consumidores de servicios audiovisuales, requiere del apoyo de las universidades acreditadas para esta formación, que dediquen más tiempo y espacio para la sensibilización sobre estos temas en los planes de estudio. La ética y la responsabilidad social son enfoques conscientes para el despertar de agentes de cambio positivo, que contribuyan a una mejor sociedad.