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¿Son las pruebas internacionales un reflejo fiel del estado de la educación panameña?
- 18/07/2024 00:00
- 17/07/2024 19:45
Panamá podría convertirse en uno de los referentes en educación de los países hispanohablantes, así lo señaló Cristina Puig, investigadora y directora del Observatorio Intergubernamental de Competencia Lingüística (OICL) en una conversación con ‘La Decana’.
A pesar de que el país ocupa el lugar 74 de 81 países en la prueba PISA y los resultados de esta demuestran deficiencias en matemáticas, lectura comprensiva y ciencia, el país lo “está haciendo bien”, según Puig.
La pausa por la pandemia es un factor importante, apuntó, ya que los resultados de Panamá así como del resto de los países de habla hispana sufrieron las consecuencias de las clases en línea; no obstante, lo anterior no es un indicativo de que la educación sea de mala calidad o que los sistemas estén enfocándose en enseñar las cosas equivocadas.
La investigadora y representante del OICL reiteró a La Estrella de Panamá, que el fracaso en este tipo de pruebas no es una experiencia única del país, debido a que otros están en una situación similar. El Programa para la Evaluación Internacional de Estudiantes, PISA, fue lanzado en 1997 por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos, para evaluar los sistemas educativos del mundo a través de las habilidades y conocimientos de estudiantes de 15 años.
Puig explicó que los resultados de los países de habla hispana se debe a una cuestión de “momentos” del sistema educativo y sus procesos. “Este es un fenómeno en todos los países hispanohablantes, España incluida. Hay que decir que las pruebas PISA miden cosas muy concretas y están pensadas para sistemas educativos de otro estilo”, indicó.
De hecho, América Latina y el Caribe se encuentran en la mitad inferior del ranking de calidad educativa con respecto a las tres asignaturas que evalúa la prueba PISA, donde matemáticas es la que peor resultados tiene, y con una leve mejoría le siguen lectura y ciencias.Lo cierto es que la cultura educativa de Panamá, el resto de la región latinoamericana y España es un sistema en el cual los profesores son los proporcionadores de la información y la memorización toma más importancia que la reflexión del contenido.
Para Puig, el cambio y la incorporación del análisis como una herramienta fundamental para el estudio y el entendimiento en general está sucediendo poco a poco.
Actualmente, la directora de OICL trabaja en una investigación regional enfocada en la competencia lingüística y las etapas educativas en las que se encuentra cada país de hispanoamericana.
Espera conocer los resultados de la misma a principios de 2025, pero también advirtió que la investigación podría extenderse más allá del tiempo predeterminado.
Con esta investigación se podrán responder preguntas como ¿Qué retos enfrenta la región en materia educativa, y más concretamente en lectoescritura y dominio de la lengua? ¿Qué perspectiva deben tomar los proyectos gubernamentales en el ámbito?
“Queremos entender dónde estamos, no en comparativa con otros [países], sino para saber en dónde estamos parados [a nivel educativo]. Conocer cosas como cuántos libros se leen al año, si se escribe o no se escribe correctamente en función de la edad, cómo es el comportamiento de lecturas de los niños. Lo que estamos buscando entender qué cosas funcionan en la educación hispana”, precisó.
También, espera que la investigación revele el contexto educativo de las distintas zonas de Hispanoamérica, desde áreas rurales hasta las urbanas, conociendo qué mecanismos y herramientas se utilizan para la educación lingüística y qué impacto tiene esto en los estudiantes de estas áreas.
Por otro lado, durante la Reunión Anual de Gobernadores del Banco de Desarrollo de América Latina y el Caribe, realizada en República Dominicana en el mes de marzo, se hizo evidente que los países hispanos deben emprender proyectos escalables de educación, con un impacto medible y evidente.
Algunos de los objetivos trazados son el de acabar con la brecha digital y trabajar localmente para invertir más en la optimización de recursos.
También se dijo que era importante, no solo trabajar con los primeros años sino con los estudiantes a partir de los 9-10 años de edad y hasta el final de la etapa educativa para garantizar la mejora de oportunidades laborales.
En tanto, Puig destacó que es relevante que tanto los cambios realizados al sistema educativo como las optimizaciones a través de la tecnología sean “pensados”, es decir, que se invierta en estrategias y programas educativos sostenibles y que tengan un fondo.
“La innovación y el gasto de recursos en ciertas cosas ha de ir acompañado por programas [que sean de utilidad para los estudiantes]. Por eso es importante que se camine todo junto, porque todo va de la mano, no podemos inventarnos las cosas”, concluyó investigadora.