- 27/04/2014 02:00
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Cuando la vida te regala la oportunidad de salir del terruño, vestirte con la bandera tricolor y ser un emisario con el compromiso de transmitir a cientos o miles de personas un poquito de lo que somos y de lo que nuestro país ofrece a quienes nos visitan, también nos da la obligación de poner a un lado al individuo y convertirnos en más de tres millones y medio de personas.
Gastronómicamente hablando, la responsabilidad se traduce en transmitir la esencia de nuestro pueblo en un plato, en una preparación, en un ingrediente. Nuestra historia nos regala una herencia de muchas culturas que al final influenciaron lo que somos el día de hoy y lo que consumimos como panameños.
Afroantillanos, chinos, hindostanes, norteamericanos, el haber sido parte de la Gran Colombia luego de nuestra separación de España, y podríamos seguir la lista… Todas estas culturas nos llenaron de platillos que, hasta el día de hoy, siguen siendo tradición istmeña.
Al sintetizar toda nuestra historia y sus influencias culinarias, nos presentamos ante un público extranjero, en donde el culantro es medicina, a explicar cómo esta hoja larga y dentada, es el ADN en el corazón de las cocinas panameñas. Igualmente, nos toca defender todo el sabor y lo que significa para nosotros, disfrutar de un plato tan sencillo y bandera de nuestra comida, como el Sancocho de Gallina.
Explicar ante públicos tan diferentes como el mexicano o el peruano, o cruzando fronteras hasta el Medio Oriente para, paso a paso, sembrar las ganas de preparar un Tamal de Olla. Lo curioso, y más importante, en estos casos es el hecho de poder igualar lo más posible el sabor del culantro o del ají chombo en países donde, o no existe del todo, o son productos muy difíciles de encontrar.
Opciones como utilizar masa de maíz precocida en vez del maíz recién molido, de utilizar codillo por el rabito de cerdo de nuestro guachito, o convertir el saus en un ceviche, para quienes no estén acostumbrados a un plato tan particular, pero lleno de todo el sabor afroantillano del Caribe Panameño.
Al ponerme la camisa de chef, tomar un avión e ir a cualquier lugar del mundo como Panamá, hace que deje de ser Rolando González, y tenga la obligación de convertirme en un espejo que refleje no sólo nuestra cocina, sino también nuestra idiosincrasia, nuestros valores y el gran corazón que siempre ha tenido Panamá de acoger a extranjeros de todas partes del mundo como en su propia casa.
Cualquier situación, tanto positiva como negativa, trascenderá en la memoria de las personas que conozcamos, como ‘conocí a un panameño que…’ y allí vendrá la retroalimentación, que tenemos la obligación de procurar, sea siempre la mejor. En la próxima columna les compartiré mi experiencia en la Feria Internacional del Libro de Santo Domingo y las muestras gastronómicas que estamos haciendo mientras usted disfruta de este domingo en familia.