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- 26/05/2023 00:00
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En la publicación científica, 'Elementos en la gestión de cuencas en condiciones de sequía', de Israel Velasco y José Luis Cedillo Montesillo, los autores explican que “cuando el agua disponible en la naturaleza no alcanza a satisfacer las necesidades humanas, siempre crecientes, es cuando se aprecia su valor intrínseco”.
Basados en esa afirmación, los autores consideran que es relevante para los gobiernos entender de forma científica el ciclo de la sequía que, aunque como fenómeno natural es de duración finita, los impactos que genera a largo plazo pueden ser devastadores si las áreas donde ha escaseado el recurso hídrico pierden su capacidad de regeneración.
Un ejemplo de este impacto es la desertificación, fenómeno inducido y progresivo, casi irreversible, que magnifica los impactos del déficit de agua, afectando todo el ambiente y el entorno de desarrollo social y económico.
Velasco y Cedillo Montesillo acotan que las regiones húmedas están igualmente expuestas al riesgo de las sequías, sin embargo, por su ubicación geográfica tienen una mejor capacidad de recuperación de los estragos de la sequía debido a que los impactos más severos son la erosión y el desequilibrio ecológico, que pueden ser gestionados.
No obstante, los autores indican que “la creciente demanda de recursos naturales para satisfacer las necesidades humanas y la menor disponibilidad relativa de agua propician severas presiones sobre los recursos naturales y, en ocasiones, conflictos entre los usuarios”, generando a así la sobreexplotación del recurso hídrico que conduce a largo plazo a la desertificación y posteriormente la aridez o estado de permanente déficit de agua.
Debido a las presiones que se están generando en el Antropoceno, es imperante para enfrentar la sequía, la generación de planes y estrategias que contengan medidas para superar y mitigar los impactos de la carencia de agua al intensificar la participación social; de ello depende la adaptación y prevención a la desertificación.
Los autores explican en su publicación científica que la sequía es “una de las grandes catástrofes naturales capaces de modificar en gran escala el ambiente de una región, y sus efectos se manifiestan en la alteración de las actividades económicas habituales de la zona o región afectada y en el deterioro del nivel y condiciones de vida de los habitantes”.
Además, señalan que es tan complejo el fenómeno que debe ser estudiado para entender los detonantes de su intensidad y recurrencia, dado que es posible que después de una sequía ocurra otra igual o de mayores proporciones.
He ahí el porqué los países en desarrollo con frecuencia carecen de planes estratégicos para afrontar los impactos del cambio climático, porque para prepararse para la ocurrencia de las sequias es necesario entender sus bases científicas.
La primera de las fases posibles, según los autores, es la fase incipiente. En esta fase comienza la sequía, se reduce la oferta de agua entre un 5% a 10% respecto de la demanda usual del agua.
La segunda fase se conoce como moderada; en esta fase la oferta de agua se reduce entre un 10% a 20% respecto de la demanda y se inician algunas medidas voluntarias y obligatorias para reducir el uso del recurso de acuerdo con cada sector de desarrollo del país.
La tercera fase es la severa porque el déficit de agua es 20% a 35% mayor en relación con la demanda, lo que convierte las medidas de reducción y restricción en el uso del agua de voluntarias a obligatorias.
La fase crítica, cuarta fase de la sequía, ocurre cuando el déficit de agua está entre 35% y 50% respecto de la demanda, escenario que exige que se apliquen sanciones para lograr reducir el consumo de agua. Aquí las restricciones van de la mano con planes de contingencia para salvaguardar las producciones indispensables.
La quinta fase es la catastrófica, debido a que el déficit de agua es superior a 50% de la demanda y se deben garantizar las condiciones de sobrevivencia humana y de los ecosistemas.
Cuando ocurre una sequía sus consecuencias están en relación inversa al grado de desarrollo social y económico de las zonas afectadas: mientras que para los países más desarrollados la sequía rara vez representa una severa amenaza, porque disponen de los medios económicos, estructurales y de gestión para afrontarla, en los de menor desarrollo una sequía es a menudo el detonante del círculo deterioro-hambre-desastre-pobreza, situaciones en las que los habitantes afectados difícilmente pueden tener elementos para mitigar los estragos.
Velasco y Cedillo Montesillo señalan que las consecuencias están divididas por impactos económicos, ambientales y sociales.
Por ejemplo, los impactos económicos pueden ser la pérdida de producción agrícola, pecuaria, forestal y pesquera; la reducción en la tasa de crecimiento económico en la zona o región afectada por la sequía; la pérdida de ingreso de productores, comerciantes, transportistas debido al aumento en la demanda de energía eléctrica y combustibles, lo que se traduce en desempleo y reducción de créditos y actividad bancaria.
En cuanto a los impactos ambientales, el daño a los ecosistemas es grave porque la erosión y pérdida de suelos produce la degradación de la calidad del agua y del aire, del paisaje, rompiendo además la sostenibilidad de los ecosistemas que son la base de los recursos que requiere el ser humano para subsistir.
Al hablar de los sociales, el hecho de la escasez de cantidad y calidad de alimentos genera problemas de salud y aumento de morbilidad en sectores vulnerables, reemergen enfermedades controladas por los programas de vacunación, aumentan los conflictos entre usuarios por el uso del agua, lo que produce más inestabilidad social, marginación y migración hacia zonas urbanas o al extranjero.
Esta cuenca de 400.000 km2, con una población aproximada de 29 millones de personas, que atraviesa zonas entre semiáridas y subhúmedas de seis países, Benin, Burkina Faso, Côte d'Ivoire, Ghana, Malí y Togo, esta siendo apoyada por la Organización Meteorológica Mundial (OMM) para paliar su vulnerabilidad ante contingencias meteorológicas e hidrológicas, producto de que se predicen estaciones secas más largas y secas, y estaciones del monzón más cortas con precipitaciones intensas.
De allí que la OMM para apoyar la seguridad alimentaria y evitar que los agricultores pierdan sus medios de subsistencia, además de reducir el flujo de la población a zonas con alto riesgo de inundación de las áreas urbanas, ha implementado el enfoque integrado de manejo de cuencas para reforzar a las instituciones nacionales, de manera que se aumente la resiliencia y la capacidad de adaptación a nivel comunitario frente al impacto de contingencias relacionadas con el cambio climático, específicamente con las sequías.
Las medidas conjuntas y coordinadas para mejorar la gestión actual de crecidas y sequías en los niveles regionales, nacional y local, están basadas en lecciones aprendidas de cómo reducir los riesgos de desastre al adaptarse al cambio climático con soluciones basadas en la naturaleza (SbN) incluyendo los impactos generados en el Antropoceno, es decir, replicando cómo la naturaleza se adaptó a cambios producidos por la carencia del recurso hídrico.
Panamá, está avanzando en qué SbN pueden mitigar los impactos ambientales a través del Ministerio de Ambiente.