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Corredores biológicos: pasos de vida del ecosistema
- 03/06/2023 00:00
- 03/06/2023 00:00
En el año 2009 la Revista Forestal de Costa Rica publicó el articulo científico, 'Corredores biológicos: una estrategia de conservación en el manejo de cuencas hidrográficas', de Sergio Feoli Boraschi, quien analizaba la importancia de los corredores biológicos para el manejo de los recursos naturales, específicamente en el manejo de cuencas.
El autor definió que el término “corredor biológico es un espacio geográfico donde se da la posibilidad de hacer manejo sostenible y las personas puedan actuar de manera que no haya efectos negativos contra la flora y la fauna del lugar”.
Lo planteado por Sergio Feoli Boraschi forma parte de los avances que desde 1997 los gobiernos de Costa Rica y Nicaragua desarrollan a través del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente para dar seguimiento a los compromisos de la cumbre de presidentes centroamericanos celebrada en Panamá en diciembre de 1992, en donde los mandatarios expresaron su respaldo a la ejecución del Plan de Acción para el Desarrollo Fronterizo, constituido por 18 ideas de proyectos, entre los países centroamericanos.
Las ideas de proyectos de biodiversidad surgen en febrero de 1995, en Panamá, durante las reuniones mantenidas por la Comisión Centroamericana de Ambiente y Desarrollo (CCAD) y el Consejo Centroamericano de Áreas Protegidas (CCAP); allí empiezan a tomar forma los corredores biológicos, para proteger y restaurar la biodiversidad.
En el caso centroamericano, los proyectos en conjunto deben procurar “la consolidación en el istmo centroamericano de procesos de conservación y manejo de la diversidad biológica a través de estrategias de acción localizadas en las áreas protegidas y destinadas a la conservación de estas, y estrategias de acción localizadas en áreas de amortiguamiento y periféricas a las primeras destinadas a lograr un desarrollo social y económico de carácter sostenible”.
Lo que permite consolidar bloques (clústeres) prioritarios de áreas protegidas diseñadas para mantener corredores de interconexión, entre los siete países del área: Belice, Guatemala, El Salvador. Honduras, Nicaragua, Costa Rica y Panamá.
La plataforma digital es.mongabay.com señala que los corredores biológicos, según los científicos y expertos en conservación, son clave porque restauran o mantienen la conectividad de los ecosistemas que han sido fragmentados por acciones antropogénicas.
En esta era geológica denominada Antropoceno, donde todos los ciclos naturales han sido intervenidos por las acciones humanas en búsqueda del desarrollo de áreas que contengan “todo” lo necesario para la comodidad y bienestar de la comunidad humana, los ecosistemas han sido fragmentados al ser pavimentados para carreteras, estructuras, infraestructuras o áreas de esparcimiento.
Esto ha provocado que en lugares donde existía la fuente de abastecimiento de alimento y agua de especies que viven en comunidad, como los gato solos y otras, sea abruptamente truncada.
Los nasua, conocidos como coatíes o pizotes, pertenecen a un género con dos especies de pequeños mamíferos omnívoros americanos de la familia de los prociónidos, que según la plataforma Wikipedia.org, habita desde el sur de Estados Unidos hasta el norte de Argentina, Paraguay y Uruguay; es por ello que su nombre común es una voz tomada del guaraní “coatí” (“kuati” en guaraní paraguayo), y esta, a su vez, de “coá” (largo) y “ti” (nariz).
La característica social del gato solo hace que vuelvan en manadas a las áreas donde solían alimentarse o abastecerse de agua, y al estar estas áreas fragmentadas, en vez de hacer recorridos seguros por zonas de bosque protegidas, deben cruzar entre parches de bosques fragmentados para alcanzar el lugar donde “recuerdan” el alimento.
Los cruces que realizan suelen por carreteras, dado que los corredores biológicos de las especies, como por ejemplo los bosques, han sido fragmentados por el ser humano para crear sus propios corredores o carreteras de pavimento.
Al cruzar, los nasua, salen de la seguridad provista por su hábitat y el riesgo que corren es ser atropellados, situación que fragmenta la manada, pues al morir una madre, las crías –que son muchas– mueren al no contar con la protección, alimentación y enseñanza de los patrones de vida que deben conocer para sobrevivir en los entornos una vez sean adultos.
Los nasua se congregan en grupos de más de 60 individuos para la búsqueda de insectos, reptiles, anfibios, pequeños mamíferos, frutos y semillas. Al ser arborícolas dependen de los bosques para subsistir, es decir, sin corredores biológicos por donde moverse en manadas para buscar alimento de acuerdo a cada estación del año, los gato solos se han convertido en una especie en peligro de extinción.
Josefina Bordino, licenciada en recursos naturales, enfatiza que los corredores biológicos pueden ser llamados también ecológicos, corredores de hábitat, corredores de movimiento y corredores verdes, puesto que su valor radica en que son creados para planes de conservación y preservación de especies de flora y fauna, lo que convierte a los corredores en áreas de interés para la ecología del paisaje y la agroecología.
De allí la importancia de diseñar los corredores para ejercer funciones de conectividad, entre áreas geográficas, regiones geográficas y ecosistemas dañados por su fragmentación.
La científica señala que el Fondo Mundial para la Conservación de la Naturaleza (WWF, por sus siglas en inglés), define estas acciones a través de los conceptos de macrocorredores: aquellos que presentan un ancho mayor a 5 km y tienen como objetivo restaurar las conexiones de distintas regiones geográficas; corredores biológicos: aquellos que presentan un ancho que varía en el rango de 1 a 5 km. Son creados para mantener dos ecosistemas conectados; corredores de conservación: aquellos que presentan un ancho menor a 1 km y su propósito es entablar una conexión entre relictos, principalmente cuando el ecosistema está profundamente fragmentado.
La función de los corredores biológicos es en sí misma preservar lo existente, el desplazamiento de los seres vivos, favoreciendo la búsqueda de alimento y también, el intercambio génico entre individuos de una especie.
Al desplazarse de forma segura dentro de los corredores, las poblaciones pueden aumentar su tamaño e incluso aumentar la variabilidad genética poblacional, dos factores fundamentales para disminuir las probabilidades de extinción de una especie.
Adicionalmente, los corredores permiten a las especies migrar hacia otras latitudes donde pueden adaptarse a las temperaturas, intensidades de lluvia, aumentos del nivel del mar, entre otras consecuencias del cambio climático.
Esto indica que para conservar la biodiversidad, los países deben diseñar y propiciar corredores biológicos ecológicos en aquellas rutas migratorias predecibles, como líneas costeras, valles de ríos y serranías.
Panamá ha protegido bajo leyes nacionales adscritas a convenios y convenciones internacionales diversas áreas que ha denominado parques nacionales Darién, Chagres, Soberanía, Portobelo, Altos de Campana, Camino de Cruces, Metropolitano, Coiba, isla Bastimento, volcán Barú, golfo de Chiriquí, internacional La Amistad, cerro Hoya, Sarigua, General de División Omar Torrijos Herrera “El Copé” y Santa Fe.
Además, ha protegido áreas de humedales reconocidos por la Convención de Humedales que tuvo lugar en Ramsar, Irán en 1971, como los sitios Ramsar de San San – Pond Sak, el golfo de Montijo, bahía de Panamá, Punta Patiño y Damani-Guariviara.
Es decir, el país cuenta con áreas extensas que permiten el diseño de corredores biológicos para la conservación de especies, lo único que hace falta es garantizar por ley su conectividad.