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Para el año 2025 debemos ser tercos

Actualizado
  • 02/03/2025 00:00
Creado
  • 01/03/2025 12:55
El poema ‘Para el año 2000 debemos ser tercos’, de Diana Morán, cumple cuarenta años. Fue escrito en 1985, a medio camino entre la firma de los tratados Torrijos-Carter de 1977.

Los poemas cumplen años, aunque no como nosotros. No comienzan con la curiosidad de la infancia ni brillan con la vitalidad de la juventud ni adquieren la confianza de la edad madura. Un gran poema posee todas las edades al mismo tiempo.

Para el año 2000 debemos ser tercos, de Diana Morán (Cabuya, Chame, 1929-Ciudad de México, 1987), este gran poema moderno de la nación panameña, cumple cuarenta años y, a la vez, no ha envejecido ni un día.

Fue escrito en 1985, a medio camino entre la firma de los tratados Torrijos-Carter de 1977, y la recuperación del Canal y de su Zona el primer día del año 2000. Morán residía en México, donde fue expulsada por el “Gobierno Revolucionario” en 1969, tras su abierta condena de la dictadura militar que se había impuesto en Panamá tras el golpe de Estado el año anterior.

Los poderosos versos del poema se diseminaron como pólvora en las aulas de la Universidad de Panamá y en los colegios de la República. En la víspera del 31 de diciembre de 1999, el poema quinceañero fue declamado por Anais Morán y sus estudiantes en el balcón de la escuela secundaria de Balboa. Hoy, a sus cuarenta años, como una esfinge, anuncia los peligros del abuso de los poderosos afuera y adentro de la nación panameña. “Debemos ser tercos”, nos susurra. Tercos ante Trump, tercos ante la violación de los derechos de los pensionados, tercos con la cuenca del río Indio... Ante la minería, tercos, terquísimos.

El pasado sábado 22 de febrero, Anais Morán, actriz, performer y directora de la Escuela de Español de la Universidad de Panamá, declamó Para el año 2000 debemos ser tercos durante la inauguración PEPA 2025, la tercera edición del festival internacional Performa Panamá. Ayer me reuní con ella para conversar sobre su performance y su relación personal con este poema.

Anais, ¿cuándo y cómo encontraste, o te encontró, este poema de Diana Morán?

En 1999 se celebró el Congreso Internacional de Literatura Panameña y se dieron varias actividades previas. Una de ellas fue en la USMA. Ahí estaba el profesor Ricardo Ríos, quien nos repartió Para el 2000 debemos ser tercos y pidió que lo leyéramos. Ese fue mi primer encuentro con el poema, que desde entonces me marcó para siempre.

¿Cómo presentas este poema a tus alumnos?

Apenas lo lees, te involucra emocionalmente. Te llama y te envuelve. Hacemos una primera lectura en grupo y después vamos haciendo un análisis del significado de los versos, de las palabras, de la historia patria, de las metáforas, de su filosofía, del mandato ético al que nos impele esta escritora que nos exige a los panameños un cambio de actitud ante los nuevos avatares del siglo XXI.

¿Cuáles son los versos que más te impactan emocional y literariamente?

Me impacta el poema entero: sus verbos, su economía de signos de puntuación, su inmensa fuerza... Quizás los versos que más me impactan son aquellos escritos en tono positivo. Pienso, por ejemplo, en la estrofa que dice: Nosotroscuando el gallo de Pascuadespunte el sol de mediodíados mil veces ascanios aragonesprestanes palominosconstruiremos la casa de los sueñoscon la moneda propia de su mapa.

Estos versos apuntan a la valentía férrea de los héroes Ascanio Arosemena, el primer mártir del 9 de enero de 1964; Leopoldo Aragón, quien se inmoló ante la Embajada de Estados Unidos en Estocolmo, en 1977; Pedro Prestán, el abogado rebelde que murió ahorcado en 1885, y Rolando Pérez Palomino, que también se inmoló frente a la embajada estadounidense en Panamá, en 1984.

Diana Morán nos dice, mediante esos sustantivos plurales con los nombres de nuestros héroes nacionales de carne y hueso, que debemos actuar juntos, como un colectivo. Construyendo el futuro (“la casa de los sueños”) con integridad, Diana nos dice que el mejor bienestar radica en la solidaridad de la familia panameña.

¿Cuántos años llevas declamando este poema y dónde?

En 1999 fundé la primera coral poética de estudiantes en la Universidad de Panamá. Desde que conocí el poema, fui creando conciencia y haciendo análisis de mesa con estudiantes de la Escuela de Español. La gente se fue dando cuenta de este esfuerzo, se fueron abriendo los escenarios. Lo recitamos en la Facultad de Humanidades de la Universidad de Panamá y en la Lotería Nacional, por ejemplo. Fuimos hasta Gualaca, en Chiriquí. El 30 de diciembre de ese año, el Aula Máxima del Instituto Nacional se llenó por completo de expresidentes y destacados exalumnos.

La mañana del 31 de diciembre de 1999, en un acto apoteósico, cumplimos con el mandato ético de Diana Morán al declamar Para el 2000 debemos ser tercos en el balcón de la Escuela de Balboa. Antes de que sonara el “gallo” –la sirena de la reversión del Canal– nosotros cumplimos con Diana, recitando su poema.

Cuéntame acerca de tu formación teatral en la Universidad de Panamá.

Comencé como actriz y me formé en el grupo teatral Laberinto, que surgió a partir de un seminario dictado en la Facultad de Humanidades en 1984, coordinado por las profesoras Isis Tejeira y Carmen Guadalupe Córdoba, exdirectora de Estudios Generales. El seminario lo dictó el poeta, dramaturgo y director de teatro Jarl Ricardo Babot. De allí surgió la primera obra interpretada por Laberinto: Antígona, de Jean Anouilh.

Después vino El enemigo del pueblo, de Hernik Ibsen; El inspector, de Nicolai Gogol; Madre Coraje y sus hijos, de Bertolt Brecht, en la que tú participaste; Medea, de Eurípides; Hamlet, de Shakespeare; Yerma, de Federico García Lorca y El proceso de Lúculo, de Brecht. Isis Tejeira quería que interpretáramos autores clásicos y Babot, maestralmente, montaba las obras con estudiantes universitarios sin experiencia alguna.

¿Cómo sentiste tu declamación del poema en la apertura de PEPA 2025, en momentos en que nuestra soberanía se ve atacada nuevamente?

Fue una experiencia muy gratificante por el público tan variado e interesado en la cultura. Un público que sigue confluyendo en la Universidad de Panamá. Gente muy comprometida con sus quehaceres y oficios, como, por ejemplo, Roberto Enrique King, del GECU y del Festival Internacional de Teatro; el filósofo y ensayista Luis Pulido Ritter; Moisés Sandoya, diseñador de modas que fue miembro de Laberinto; el folclorista Arístides Burgos; la artista del maquillaje Caridad García; Ileana Solís, del legendario grupo teatral Oveja Negra, y muchos otros artistas e intelectuales relevantes de este país. Además, había docentes y directivos de escuelas prestigiosas, como la AIP y el Instituto Enrico Fermi, quienes de alguna manera fueron tocados por el poema en sus sentires y conciencias como ciudadanos panameños.

Diana Morán fue una panameña que, pese a su honda nostalgia y amor por su país, rehusó regresar a un Panamá en dictadura. Para declamar su poesía, ¿te sirve algún aspecto de su vida o carácter?

La suya fue una vida de lucha. Fue una educadora y una patriota inclaudicable que se fogueó en las calles, fiel a sus principios, y en su principal trinchera: el salón de clases. Aparte de sus poemarios [recibió el Premio Ricardo Miró en 1965 por Gaviotas de cruz abierta], escribió el ensayo Iniciación literaria, un clásico de nuestra literatura. Es un libro muy vigente, que debemos hacer que vuelva a circular. A ella no la llegué a conocer personalmente, pero me contaron que sufrió muchísimo su lejanía del país en su exilio mexicano. “Malditos despojados de la patria”: jamás volvió. Su legado es una excepcional combinación de poesía intimista, política y reivindicativa. Tenemos una gran deuda con Diana Morán. Su poesía debe seguirse leyendo y aprendiendo en las escuelas y en la vida.

Y en 2025, más que nunca. Gracias, Anais.

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