La otra cara de la moda rápida

Actualizado
  • 10/05/2022 00:00
Creado
  • 10/05/2022 00:00
Detrás del glamur y las marcas que lideran las últimas tendencias de la moda, existe uno de los negocios más contaminantes del planeta. La industria textil suma igual denuncias por precariedad laboral y explotación
El consumidor promedio compra 60% más prendas de ropa que hace 15 años.

Las empresas textiles optan por tener como embajadores a influencers de redes sociales o hacer alianzas con reconocidos artistas para seguir vendiendo millones de piezas que muchas veces son utilizadas solo una vez por el constante cambio de tendencias en la moda. Muchas de estas impuestas a los consumidores sutilmente a través de las plataformas digitales.

La moda rápida o fast fashion es un modelo de negocio que se enfoca en producir grandes cantidades de ropa en intervalos cortos. Replica las tendencias de las pasarelas y los diseños de alta costura y los entrega a un bajo costo, utilizando materiales de baja calidad como el poliéster, explica el bloque especializado en moda Tech Fashionista.

Según datos de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), la industria de la moda es el segundo mayor consumidor de agua y es responsable del 8% a 10% de las emisiones globales de carbono; genera alrededor de 20% de las aguas residuales y libera medio millón de toneladas de microfibras sintéticas al océano cada año.

La ONU agregó que parte de estas emisiones provienen del bombeo de agua para regar cultivos como el algodón, los pesticidas a base de aceite, la maquinaria para la cosecha y las emisiones del transporte. La industria hace uso de 24% de los insecticidas y 11% de los pesticidas.

Andrea Villarroel, creadora de la marca Revoluta

El consumidor promedio compra 60% más prendas de ropa que hace 15 años y cada artículo se conserva la mitad del tiempo, añadió el organismo.

Y el costo ambiental no es la única problemática de la moda rápida: medios internacionales han reportado las precarias condiciones laborales para quienes están detrás de la confección de estas piezas.

Según el informe Global Slaveey Index de Walk Free Foundation del año 2018, las fábricas textiles son una de las fuentes más comunes de esclavitud en los últimos años. Las prendas que llenan los almacenes dentro de la moda rápida, no en pocas ocasiones son producidas por personas pobres y vulnerables, convirtiendo a estos trabajadores en víctimas de formas de esclavitud moderna.

Para la producción se utilizan numerosos productos químicos, lo que implica graves riesgos para la salud de los trabajadores, pero también para las personas que viven cerca de las fábricas.

Camila Aybar, especialista de sostenibilidad

De acuerdo con datos de la oenegé Greenpeace, los trabajadores de la industria de la fast fashion pueden llegar a tener jornadas de trabajo de entre 14 y 16 horas diarias, violando las normas básicas establecidas por la Organización Mundial del Trabajo.

Incluso las grandes marcas han recibido denuncias por abuso y maltrato a sus trabajadores.

En 2018 The New York Times reveló que Lacoste trabajaba estrechamente con TAL, un fabricante de Malasia conocida por tener múltiples fábricas con denuncias por abuso hacia los trabajadores, horas de trabajo excesivas y falta de las necesidades más básicas, detalló el portal de starups Slidebean.

Otra popular marca es Shein, quien ha estado en el ojo del huracán por explotación laboral. Según un informe de la organización Public Eye, que vigila las buenas prácticas de las empresas, los trabajadores de seis fábricas de la marca en Guangzhou realizan una jornada laboral de 75 horas semanales.

Los investigadores de Public Eye visitaron 17 fábricas que abastecen a la multinacional china cerca de su sede, en Guangzhou. Se descubrió que los empleados entrevistados laboraban tres turnos por día, a menudo con solo un día libre al mes, recoge el medio El Economista.

El impacto de las redes

Para Diego Andrés Salamanca, ingeniero en sistemas y que sigue las tendencias en redes, ahora son las plataformas digitales las que están impulsando con fuerza las tendencias de la moda y su consumo.

“En Panamá y en el mundo las plataformas sociales se integraron en el modelo de negocio, dando la posibilidad de adquirir artículos directamente sin hacer la transición a otro entorno físico o salir a otra web; esto permite una mayor penetración de mercado de las marcas grandes. (Ahora) las marcas emergentes pueden competir con sus productos en un mercado mundial y ajustar sus procesos personalizados”, explicó a La Estrella de Panamá.

Salamanca expuso que la pandemia dinamizó el mercado de compras dándole mayor valor a la accesibilidad de los consumidores por medio de los catálogos o portafolios de servicios y mercancías. “Eso colocó en el mapa de los consumidores la variable de compra en línea, pago seguro, envío gratis y otros conceptos que se han incluido en el proceso de compra regular de los ciudadanos”, dijo.

Sobre las cookies, los ficheros que guardan los patrones de búsqueda del usuario y que inicialmente tenían una función de agilizar las cargas en los sitios web, ahora están siendo usados para perfilar tendencias sobre los consumidores.

“Gracias a sus algoritmos y huellas de navegación traducidas en cookies permiten estimular tendencias de compra que el cliente final adopta como una emoción o requerimiento verdadero”, concluyó el también docente del Instituto Superior de Ingenieria de Panamá.

Panamá, tomado por la 'fast fashion'

De acuerdo con la especialista en sostenibilidad Camila Aybar, Panamá es uno de los países más reconocidos por los gigantescos centros comerciales en donde cualquier turista o nacional podrá encontrar las tiendas y marcas con mayor fama del mundo. “Por nuestra posición geográfica siempre hemos sido un país de intercambios internacionales a gran escala, y justamente esto beneficia a la moda rápida, que promueve la compra y venta a gran escala de ropa”, dijo a este medio.

Una de las principales razones de la falta de consumo sostenible en el país tiene que ver con la falta de poder adquisitivo entre los panameños. Es decir, los salarios y el alto costo de la vida dejan poco espacio para tomar decisiones de compra más sostenibles en la moda.

“Los negocios están comenzando a ajustar sus procesos internos para crear nuevos productos más sostenibles y esto conlleva costos adicionales de transición, rediseño, compra de nuevos insumos, maquinarias, etc. Lo positivo es que cada día la sostenibilidad se posiciona aún más como la norma del futuro, y estos costos sin duda se irán abaratando”.

La especialista destacó que en la industria de la moda la tendencia de la sostenibilidad tiene dos grandes aristas. Por un lado, el cumplimiento de los derechos humanos de los trabajadores textiles. “Ya se conoce que la industria tiene un historial de explotación laboral muy marcado con las mujeres, que forman alrededor del 90% de la mano de obra del sector, ampliando la brecha de desigualdad de género”.

Por otro lado, igual de relevante, remarcó Aybar es el cuidado de los recursos naturales y el impacto ambiental de la operación en cada parte de la cadena de valor, desde la obtención de la materia prima hasta la confección y distribución.

Referencias panameñas

Revoluta es una marca de ropa que cuenta con accesorios enfocada en prendas femeninas de uso diario como vestidos, pantalones, faldas y blusas, entre otros; todos los productos son hechos con tejidos reciclados.

Andrea Villarroel, creadora de la marca, siempre se interesó en los textiles antiguos ya que se diferenciaban de lo repetitivo que vendían en las grandes tiendas.

“Al pasar los años me hice consciente y mi estilo de vida cambió totalmente, comencé a estudiar el problema que se estaba generando a raíz de la sobreproducción y compra desmedida de moda rápida y las consecuencias que tenía en el medio ambiente y la sociedad”, dijo Villarroel.

Otra marca es AKKUS, una empresa dedicada a la comercialización de tejidos orgánicos certificados por la Organización Mundial del Comercio Justo y la Norma Orgánica Textil Global, actualmente cuentan con algodón 100% orgánico en color blanco y en color negro, ambas telas son ideales para confeccionar indumentaria e incluso para el diseño de piezas de interiores, explicó Yanelit Ruiz, una de las co-fundadoras.

“Decidimos emprender en moda sostenible porque vimos la oportunidad de introducir un nuevo concepto y un nuevo modelo productivo para el sector textil y de la moda en Panamá, que sea social y ambientalmente responsable. Cuando iniciamos el emprendimiento, en 2017, no se hablaba de moda sostenible y fue a través de nuestra campaña de sensibilización que el mercado de consumo responsable, asociado a la moda, fue creciendo”, indicó Ruiz.

Ambas empresarias remarcaron que sí se puede subsistir de este tipo de emprendimientos sostenibles.

Ruiz recomendó a los interesados que inicien por formarse en el tema, “conocer a profundidad la sostenibilidad del sector en sus tres ámbitos: social, ambiental y económico, que busquen referencias y hagan un plan de transformación que vayan ejecutando paso a paso. También, que estudien el origen y el impacto de los materiales que utilizan desde su creación hasta su desecho, que cuiden y ofrezcan a sus colaboradores oportunidades de desarrollo y crecimiento con capacitaciones”.

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