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- 10/10/2023 00:00
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Desde muy joven Sara Omi sabía que su destino era defender los derechos de su pueblo, específicamente los de las mujeres indígenas. Ese poder de lideresa, dice, lo lleva en la sangre, gracias a su madre, quien rompió con todos los estereotipos tradicionales al lograr el rango de cacica, la primera en su comunidad.
Según Omi, ese empoderamiento la llevó a incursionar en la abogacía, una carrera que sin pensarlo le dio la distinción, no solo en el país, sino a nivel internacional, de ser la primera mujer emberá en ejercerla.
Hoy forma parte de la Organización de Jóvenes Emberá y Wounaan de Panamá; es presidente de la Coordinadora de Mujeres Líderes Territoriales de Mesoamérica, de la Alianza Mesoamericana de Pueblos y Bosques; coordinadora del primer Plan de Empoderamiento Económico de las Mujeres Indígenas de Panamá.
Estas características, hicieron que la revista Forbes Centroamérica, este año y por segundo año consecutivo, la reconociera como una de las 100 Mujeres más Poderosas.
Para esta nueva entrega de Mia Voces Activas, Omi ofrece su punto de vista sobre los avances y retos en materia de derechos humanos de los pueblos y mujeres indígenas, la relevancia de la territorialidad y la importancia de seguir dando espacio para que las mujeres tengan voz.
Es parte del proceso de romper barreras y de buscar el acceso a una mejor calidad de educación. Sobre todo para devolver y acompañar los procesos de trabajo y de incidencia dentro de nuestras comunidades. Creo que la gran satisfacción es justamente que las mujeres sí podemos romper esa brecha y tenemos la capacidad de poder emprender nuevos días para nuestros territorios.
Uno de los mayores desafíos que tuve fue cuando decidí salir de la comunidad, o sea, romper ese lazo de cercanía con la familia y la colectividad. Además, venir a la ciudad a conocer nuevas experiencias, procesos de convivencia y llegar a un salón de clase en el nivel universitario. Creo que los mayores sacrificios que podemos hacer es el de querer cambiar nuestro destino como mujer o jóvenes, para regresar a la comunidad con herramientas que contribuyan.
Cuando estudiaba, creía que me convertiría en una abogada penalista para poder acompañar los procesos de las problemáticas que habría dentro de las comunidades porque veía los casos de desalojos, y los líderes que luchaban por defender los territorios eran perseguidos por la justicia. Me imaginaba en esa línea, pero en el proceso de desarrollo de liderazgo y crecimiento como mujer, me ayudó mucho a aportar a los derechos humanos de los pueblos, las mujeres y los jóvenes indígenas. Me he encaminado mucho a los derechos humanos y es esa la mayor gratitud que tengo: la de llevar esa vocería.
A veces, como mujeres o como parte de los pueblos indígenas, no buscamos reconocimiento, no nos miramos en un ámbito muy alto, por ejemplo, de que soy una mujer exitosa. Yo creo que el éxito está en la humildad y el compromiso que tenemos para brindarles esa mano a nuestras comunidades, pero sobre todo a las mujeres para poder alzar esas voces en diversos espacios.
Viene mucho de mi rango familiar, porque siempre digo que me convertí en una lideresa desde que estuve en el vientre de mi madre. Porque mi madre es una mujer que luchó desde su niñez, después de convertirse en una madre adolescente y verse reflejada en ella todas las vulnerabilidades y necesidades. Ella creó conciencia de que no quería que sus hijas vivieran su mismo pasado. Ella se convirtió en la primera cacica emberá y rompió todas las brechas estructurales a nivel de nuestros pueblos y demostró que las mujeres sí pueden liderar territorios, a través de una autoridad tradicional. Eso me ayudó mucho a seguir sus pasos y hoy me encuentro en ese mismo camino que tiene que ver con la enseñanza de ella y de mi papá.
Cuando hablamos de salud, no contamos con acceso de calidad. Todavía tenemos a muchas mujeres que padecen y sufren muchas enfermedades. Cuando ellas acuden a un centro de salud lo primero que viven es discriminación y rechazo, no tienen una atención digna, que es un derecho humano.
Lo que buscamos, en este caso, es potenciar y que efectivamente se respeten y garanticen nuestros derechos, cómo pueblos y mujeres indígenas. Cuando hablamos de salud, también debemos referirnos a educación, algo a lo que las mujeres aspiran tener desde que son niñas. Hay muchas que buscan superarse y tener un título profesional, no solo para ser licenciadas, sino para contribuir al desarrollo de sus comunidades.
Nuestras luchas nunca van a descansar. Vamos a estar ahí presentes y resistiendo para que en algún momento tengamos la esperanza y la meta de que las mujeres puedan estar empoderadas en todos los aspectos: económicos, políticos y sociales. Que seamos nosotras las protagonistas de nuestro destino, caminos y derechos. Que podamos seguir fortaleciendo la colectividad de nuestros territorios.
Hasta ahora podría decir que estamos desarrollando el primer Plan de empoderamiento económico para las mujeres indígenas de Panamá. Recientemente se firmó un decreto ejecutivo por el presidente de la República, Laurentino Cortizo. Con esto se eleva el plan a una política pública. Ahí hay una herramienta a la que tenemos que prestarle mayor atención y hacer el llamado a todas las instituciones para que se comprometan a romper todas las brechas de desigualdad en propiedad y con acciones dentro de las comunidades.
Ahora siento que estamos trabajando en cómo sentar las bases con todas las instituciones, que forman parte del plan. Lo que se busca es una sostenibilidad para que no solo sea un plan de momento, sino que siga la construcción misma de la agenda de mujeres y que abarque esas necesidades y potencialidades que también tienen las mujeres en este proceso. Esta no es una tarea que podamos acabar en un corto tiempo, porque la agenda de pueblos indígenas debe tener resultados a corto y largo plazo para impactar esos elementos que afectan tanto a los pueblos como a las mujeres indígenas.
En este siglo XXI yo me imaginaba mujeres con grandes oportunidades, con acceso a salud de calidad, educación y sin barreras, que les permitiera avanzar en sus diversos caminos. Todavía se está trabajando en estos aspectos, que no solo son responsabilidad de las mujeres porque siempre hemos estado diciendo que nosotras tenemos todos los conocimientos y herramientas. No nos consideramos mujeres pobres, tal vez pobres por las necesidades sociales que hacen falta dentro de nuestras comunidades. Sí consideramos que tenemos ricos conocimientos, que necesitamos desarrollar de la mano de aliados estratégicos que crean en esos procesos, de las instituciones que acompañan ese proceso que las mujeres tienen dentro de sus territorios. Aquí hago ese llamado de que si no nos unimos para combatir o erradicar la pobreza o violencia contra la mujer, específicamente las indígenas, no vamos a poder avanzar en una agenda que hable de garantizar los derechos de los pueblos indígenas, especialmente de las mujeres.
Lo haría con una palabra: valiente. Porque son ellas las que están en la primera línea de las afectaciones, son ellas las que se adaptan y resisten a todos los cambios que vengan, tanto de manera negativa como positiva. Son ellas las guardianas y protectoras de nuestras casas, territorios, y la colectividad de nuestra comunidad.
Sí hay una diferencia. Nosotras (las panameñas) estamos muy relacionadas con nuestros conocimientos tradicionales, que es nuestra mayor fuerza y nuestro territorio. Por ahora, las mujeres están logrando espacios y rompiendo las brechas de género en las comunidades. Esa es la diferencia que podemos ver en la sociedad panameña. Somos mujeres muy comprometidas, muy cerca de nuestra realidad territorial y que queremos seguir en ese proceso, pero con cambios que permitan acompañarnos de la mano, que sean pertinentes a nuestra identidad y culturalmente respetadas en todos los procesos que se necesita avanzar.
El futuro que vislumbro no está en mis manos, sino en el de las mismas mujeres. Quisiera ver que más mujeres puedan alzar sus voces, estén comprometidas con el desarrollo de las comunidades y el desarrollo de Panamá. Lo hemos hecho desde siempre, a través de la conservación de los bosques, pero esos conocimientos y derechos deben ser reconocidos plenamente.
Siento que hay una responsabilidad para las madres y padres sobre cómo construir a esa niña para que se convierta en una profesional y lideresa, que mantenga el legado espiritual de los pueblos, para justamente protegernos entre nosotros mismos y proteger la identidad como pueblos indígenas.