‘La oveja negra de mi familia’, la biografía de Vielka Chu

Actualizado
  • 17/11/2024 00:00
Creado
  • 16/11/2024 16:34
La bailarina y actriz, quien, en su lecho de muerte, después de cuarenta años dedicada a las artes, recibiera su nombramiento universitario como profesora de danza

En mis manos ha caído un libro muy interesante, La oveja negra de mi familia (2024), escrito por Lucy Chau, profesora de inglés, de la Universidad de Panamá, ganadora del Premio Nacional de Poesía, Ricardo Miró (2008), y con publicaciones además en el extranjero. Es una biografía que escribe su hermana menor, de quien en vida fuera Vielka Chu (1952-2020), bailarina y actriz, quien, en su lecho de muerte, después de cuarenta años dedicado a las artes, recibió su nombramiento universitario como profesora de danza, un hecho que no recibió con emoción, “sino de forma distante, como se recibe los sueños que llegan a destiempo”.

En efecto, leer biografía esta es leer la historia de una mujer, china y negra, una mujer de abajo, que tuvo que enfrentarse toda su vida, desde que abandonó el hogar familiar, en 1973, a los 21 años (que, en aquel entonces, era ser todavía menor de edad), con el apodo de 'la loca' tras de sí, y con las dificultades y la falta de oportunidades, el racismo y la mojigatería de un sistema que condena a los artistas (a los menos diestros en el carrerismo institucional oa los menos dispuestos a adaptarse) a llevar una vida precaria, con salarios que apenas ayudan a sobrevivir y, peor aún, finalmente olvidados o apenas mencionados en las historias de arte del país.

La autora, cuya prosa es tierna y comprensiva con su hermana, y crítica y directa con el sistema en que le tocó vivir, es consciente de lo que significa su hermana y, por tanto, leemos, como programa metodológico del libro, lo siguiente: “Tal vez nadie conoció a mi hermana en su totalidad, pero uniendo piezas, resulta muy parecido a lo que es este país, a su historia contada a retazos y casi a escondidas. En lo que se refiere a las personas como Vielka, nadie sabe si fue realmente como ella lo vio, cómo la percibieron o cómo quedó registrado. Lo cierto es que ella se contó a sí misma en los márgenes de la historia”.

Ciertamente, contar la historia de Vielka Chu, en “los márgenes de la historia”, es contar la historia de una generación, de sus sueños y de sus luchas, con sus limitaciones y sus aciertos, y de las personas que encontró en su camino que, como Gerardo Maloney, profesor universitario, poeta, cineasta y ensayista afro panameño, intervino decisivamente en su vida, sin olvidar a otros que, con sus trayectorias personales y artísticas, han enriquecido significativamente el mundo del arte en el país, como Iliana Solís, con quien estuvo en el grupo de Teatro Oveja Negra en los setenta, con el dramaturgo y crítico de cine, Edgar Soberón Torchia, el gestor cultural Roberto Enrique King, la fotógrafa Sandra Eleta, quien la acercó al mundo afro de Portobelo, el escritor guna Cebaldo Iwanapi y a los hermanos Ortega Santizo, quienes fueron artistas visuales y músicos.

La autora contextualiza a la hermana en la historia del país y, en verdad, ella articula su actividad artística desde la década del setenta, cuando en Panamá había una dictadura militar, cuyo mayor e incuestionable mérito histórico, sin olvidar aquí la fundación de algunas instituciones culturales y museos, fue la firma de los Tratados Torrijos Carter en 1977. En este contexto, es significativo que la artista Vielka Chu, quien era muy consciente del racismo, la discriminación y las desigualdades en Panamá, tuviera igual una experiencia discriminatoria en Cuba que, en aquellos años, bajo la sombra y la admiración de la Revolución cubana, debió haberle caído como un verdadero balde de agua fría.

Esta biografía sobre Vielka Chu está bien lograda. Podemos imaginarnos plásticamente a su hermana, sus ojos y su carácter, su caminar y sus gestos. Revela, además, el proceso de descubrimiento de una persona, de su hermana, que había sido marginalizada en su propia familia y, a pesar de las dificultades profesionales, crear, con sus compañeras, su propio grupo de danza, a finales de los ochenta y principios de los noventa, llamado Haiku, “cuyo poético nombre evocaba los míticos versos de métrica exacta que daba al contenido del poema una estructura única”.

Es un proceso de descubrimiento de la hermana, entre agendas, recortes de periódicos, libros y entrevistas con quienes la conocieron. Sin embargo, a pesar de un cierto fundamentalismo cultural, que lleva a la autora a poner bajo sospecha algunas “importaciones”, olvidando que Panamá es un país contradictorio y paradójico, como todo buen país moderno y globalizado de esta región, es una biografía que muestra a una Vielka Chu en toda su complejidad personal, cultural y artística, una biografía que nos pone en el tiempo de una época y también en otros espacios como Cuba, Ecuador y en New York, ciudad esta última donde ella quiso regresar atraída, además, por el amor.

En fin, La oveja negra de mi familia es un bello testimonio de amor hacia una hermana que, sin duda alguna, dejó una huella en la vida de todos nosotros que, como yo, sin haber conversado un solo minuto con ella, pudo apreciarla en toda su calidad como persona y artista.

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