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La ‘narcocultura’,
¿apología del delito o expresión artística?
- 30/03/2024 00:00
- 29/03/2024 16:38
El 11 de marzo, la revista Rolling Stone nombró en su portada al cantante mexicano 'Peso Pluma' como el “nuevo artista más importante del planeta”. La noticia en las redes sociales estuvo dividida en dos miradas, porque muchos internautas avalan este reconocimiento. Mientras que otros consideran desatinada la propuesta de Rolling Stone, ya que 'Peso Pluma' canta narcocorridos o corridos tumbados, un subgénero de la música regional mexicana cuyas letras ponderan la narcocultura, el tráfico de drogas, la violencia explícita y los enfrentamientos armados.
La popularidad de la violencia en las industrias creativas se expande como pólvora y se mantiene sus contenidos en la lista de las “más vistas” o el “top 10 más populares”, como sucede en las series o películas en la que los narcotraficantes son los protagonistas. Un ejemplo de esto, fue la nueva serie Netflix, 'Griselda' que terminó en el Top 10 global de Netflix. En la serie se expone la vida de la narcotraficante conocida como 'La madrina de la cocaína'. ¿Por qué al espectador le atrae tanto un contenido violento? Profesionales brindan su mirada a La Estrella de Panamá sobre este tema.
Para el cineasta Luis Romero, la narcocultura se ha posicionado dentro del cine como un género atractivo y un estilo del llamado comercial, que son las películas creadas y orientadas al gran público y con el objetivo principal de vender un producto que genere beneficios económicos y de paso divierta.
“Los personajes de narcotraficantes se han convertido en iconos debido a la influencia sobre las nuevas generaciones, que ven como exitosa la obtención del dinero 'fácil' a través de la venta y distribución de droga. Hoy en día, la narcocultura se mimetiza con la cultura urbana en la música y en las expresiones audiovisuales”, explicó Romero a este medio.
Los grandes estudios productores de películas y series, han logrado transformar al 'antihéroe' como un personaje que vive sus propias leyes, ajeno a lo que determina la sociedad 'convencional' (...) Para hacer que lo 'comercial' funcione como en la publicidad, los personajes pasan a ser 'triunfadores' y se les ve con atuendos caros, joyas, parejas estereotipadas y autos lujosos entre otros atuendos, aunque sigan viviendo 'en el barrio' para que su realidad se parezca más a la de las personas fuera de la pantalla. Eso es lo que vende bien el producto, entre otros factores de comercialización y marketing, señaló el presidente de la Red de Creadores Audiovisuales de Panamá.
En principio, apuntó Romero, el modelo de cine no banaliza la violencia y hasta cierto punto la acentúa y la presenta cruda como en realidad es. Lo que sí banaliza es la importancia de otros valores necesarios como el conocimiento, la sensibilidad ante otros problemas del día a día de nuestras sociedades y comunidades.
“Se busca destacarse por lo que se tiene u obtiene producto del narco y que es más importante de lo que se es o quiere ser en la vida. En el fondo, los personajes buscan un reconocimiento social, que la sociedad les niega por sus desigualdades estructurales y que son también un tipo de violencia hacia sus vidas. Su objetivo es superar la pobreza, la falta de oportunidades y la falta de acceso a bienes materiales, a través del ‘grupo narco’ al que pertenecen, que le trae beneficios inmediatos”.
Lo que sí hace la narcocultura es justificar acciones delictivas en pos de esos beneficios, quieren ser parte de la misma sociedad en que vivimos todos, pero al margen de la ley, aún reconociendo que no es correcto, agregó.
La doctora en sociología Nadya Vasquez planteó que se debe tener presente que la cultura le da contenido a la sociedad y viceversa. Ambas se modifican a partir de eventos de diferente naturaleza que impactan en la forma de pensar, sentir y actuar de los individuos en un momento histórico determinado. La sociedad, por consenso, establece qué es lo bueno y qué es lo malo; ante esto las normas que guían la conducta social.
“El consumo o el culto a la violencia o narcocultura es atribuible a una combinación de factores económicos, socioculturales y psicológicos. La desigualdad económica es uno de los principales factores que pueden ser asociados a otros de carácter psicológico o necesidad de reconocimiento económico o poder político. El vínculo de las personas o grupos con actividades económicas de carácter ilícito ha pasado a ser considerado como una opción rápida de suplir necesidades y, según sea el caso, de adquirir poder en una sociedad altamente consumista y en la que se celebra la riqueza y el poder asociados con el narcotráfico. Además, cuando la violencia se impone en los ámbitos de convivencia pasamos a normalizar ciertas conductas a pesar de que estén normadas en diferentes instrumentos tanto de carácter formal o informal”, acotó a ‘La Decana’.
La psicóloga Mónica Garrido puntualizó los factores que se pueden tomar en consideración para explicar psicológicamente el por qué las personas consumen contenidos culturales relacionados a la violencia y a la narcocultura.
El primero, la “imposición de nuestra voluntad, [que] es la regla para todos los que nos rodean, incluso aquellos que no nos conocen. Los narcotraficantes son conocidos por ejercer su voluntad sin que nadie pueda llevarles la contraria. Desde poder evitar que otra persona coquetee con tu pareja hasta despedir a ese compañero de trabajo que tanto detestas. Este poder solo se asemeja al de una deidad: ¡Que levante la mano quien se atreva a afirmar que no desea que se haga su voluntad con un chasquido de sus dedos!”.
Otro factor, agregó Garrido, es la cultura de la inmediatez, ya que los descubrimientos tecnológicos avanzan a pasos agigantados y con estos, la inmediatez en la que se obtiene lo que desea. “Los narcotraficantes obtienen los resultados que desean enseguida, quien los haga esperar, como mencioné anteriormente, sufrirá las consecuencias: si desean una casa o un carro, tendrán acceso a miles de opciones para su elección”.
El énfasis en un estilo de vida lujoso y envidiado por muchos, sería otra variante, de acuerdo con la experta. “¿Qué es lo que más vemos en este tipo de contenido audiovisual? Toneladas y más toneladas de dinero con el que se puede acceder a un estilo de vida abarrotado de lujos. Las personas con un ingreso que apenas les alcanza para suplir sus necesidades básicas (alimento, vestido y vivienda) se sentirán muy atraídas por este aspecto. Imagina despertar un día y vivir en una mansión siendo atendido por tus empleados quienes se encargan de cumplir hasta el más mínimo de tus caprichos mientras paseas en ropa interior”.
Otro elemento es el reconocimiento. También se desarrolla la empatía por los personajes que se exponen. “Al inicio de la serie ‘Breaking Bad’ los espectadores empatizamos con Walter White porque se encargan de mostrarnos su patético estilo de vida: una vida en pareja monótona en donde su esposa toma todas las decisiones y ni siquiera es capaz de prestarle atención cuando él le cuenta algo. Trabaja como profesor de química, una de las materias menos apreciadas por los estudiantes; quienes incluso lo desafían en clase y se muestran abiertamente aburridos con sus lecciones. Y, para rematar, tiene un segundo trabajo en un lavadero de autos en donde su jefe le exige que cubra a su compañero cuando este falta. ¿Cómo me vas a decir que no vas a desear que a ese tipo le vaya bien y pueda reunir el dinero suficiente para heredar a su familia después de su muerte por cáncer? ¡Tendrías que ser un desalmado!”.
Si afecta o no el consumo de contenidos violentos a las personas, dependerá de múltiples variables, aclaró la psicóloga. Por mencionar algunas: la edad, los valores, la dinámica familiar, la posición socioeconómica, el nivel de educación y las personas que forman parte de su círculo cercano.
Para dar un ejemplo, si es un muchacho de 12 años que todos los días despierta preguntándose si hoy podrá comer, se podría imaginar la posibilidad de que busque maneras “rápidas” de obtener el dinero necesario para comprar sus alimentos. El narcotráfico podría aparecer como una de sus primeras opciones. Ahora, suponiendo que este joven se junta con el resto de sus vecinos y sabe que estos se dedican al tráfico de drogas, y estos le muestran las altas cantidades de dinero que obtienen diariamente, la manera de eludir a las autoridades y la adrenalina de dedicarse a un negocio tan riesgoso.
“En este caso, podríamos toparnos con el cóctel perfecto para que una persona decida consumir contenido audiovisual que esté relacionado con la narcocultura y la violencia”. Pero es importante aclarar que no se puede generalizar y afirmar que todas las personas que consumen este contenido incurrirán en delitos ni buscarán dedicarse al narcotráfico, ni volverse personas violentas. “Como mencioné al inicio del apartado, dependerá de múltiples aspectos”.
La edad recomendable para empezar a consumir este contenido es relativa. Lo importante a tomar en consideración es el ‘criterio madurativo’ del niño o adolescente. (...) La manera en que el contenido afectará a una persona depende de sus valores y su manera de percibir el mundo.
“Es preferible que los cuidadores eviten que los niños se expongan a este contenido antes de los 15 años. Ahora bien, siendo realistas, en la actualidad es común toparse con productos audiovisuales que promuevan la violencia y la narcocultura, por lo que recomiendo que se supervise al niño o adolescente mientras utiliza las redes sociales”.
Para la socióloga Nadya Vasquez, la violencia ha estado siempre y de diversas maneras, presente en el cine, la música y otras formas de representación audiovisual. Sin embargo, en la historia del cine y la música se daba, en siglos pasados, una argumentación en los guiones enmarcada en la necesidad de incidir en procesos reflexivos, cuestionamientos y, porque no decir, de transformación sociocultural favorable a los cambios necesarios en el contexto y momento histórico determinado.
Hoy día la tendencia es consumir ciertos contenidos ‘prohibidos’ o de aquellos que están fuera de los límites sociales o que producen fascinación o excitación. Cuando los programas de televisión, las películas, la música y otros medios glorifican la violencia y la cultura del narcotráfico pueden contribuir a normalizar estas conductas y hacerlas más aceptables para algunos segmentos de la sociedad, subrayó.
Y si existe un beneficio tangible es solo para quienes producen los contenidos, indicó el cineasta Luis Romero. “No hay un aporte social, más allá de la diversión temporal que ayuda a muchos a huir del vacío y la angustia que puede generar vivir y crecer en una sociedad cada vez más desigual e inequitativa en la que algunos en su condición económica corren desde cero, mientras que otros ya están llegando a la meta”.
“Sin embargo, es importante tener presente que el consumo de este tipo de material no siempre supone que las personas aprueben estas conductas, sencillamente lo hacen por ser espectadores de espectáculos públicos o curiosidad ante aquello que la industria del entretenimiento ofrece. Veamos por ejemplo la relación entre materiales que llevan un contenido positivo o favorable a la sociedad versus las que contravienen lo socialmente aceptado para la convivencia en sociedad. Los últimos excedan en cobertura y masificación”, agrega Vásquez
Si bien es cierto que la popularidad de las narconovelas ha aumentado en la región, en otras latitudes también tienen adeptos. “Es un modelo comercial que está presente hoy en día, lleva muchos años reflejado en la literatura, el cine, la música y el arte y muchas manifestaciones”, dijo el cineasta Romero.
Tal vez en Latinoamérica se tengan más presente a los narcos y capos de la coca que ha sido representados de mil formas en el cine, las novelas y las series, pero existen figuras referentes de igual manera en Europa y otros continentes cuyas historias y telón de fondo es el narcotráfico, el contrabando de armas y órganos, o la trata de personas. La narcocultura no es exclusividad de Hollywood, aunque siempre se haya sentido atraída por ella y su producción sea mayor por ser un producto altamente comercial. Ejemplos en el mundo hay muchos también, acotó.
Si los contenidos artísticos deben ser regulados o no por el Estado, el cineasta Luis Romero dijo está en contra de cualquier regulación de una obra de arte. “Lo que sí es nuestro deber como parte de la sociedad en que vivimos, es incentivar expresiones culturales que sean reivindicativas y edificantes, que cumplan la función de guiarnos y estimularnos hacia nuestro crecimiento espiritual, primero individual y con ello más colectivo”.
Mientras que para la socióloga Nadya Vásquez, el Estado está llamado a guardar y proteger el bienestar e interés común de todos los asociados. “El alcance de las políticas públicas tiene que llevar a cambios estructurales que garanticen el desarrollo pleno de un país con inclusión e igualdad social. Solo de este modo se podrá pasar del ‘bien estar’ al ‘bien ser’. Un Estado y una sociedad que arrope la transformación de instituciones e individuos enfocados en lograr un desarrollo pleno garantizando que se respeten los derechos individuales y colectivos, y promoviendo una cultura de paz, respeto y tolerancia”.
Para la psicóloga Mónica Garrido, se debería verificar mediante estudios si existe una correlación directa entre el consumo de este tipo de contenido, la conducta violenta y el crecimiento del negocio del narcotráfico. “Lo que sí es cierto es que la manera en que ‘alimentamos’ a nuestro cerebro (el contenido que consumimos) afecta de manera directa o indirecta nuestra conducta”.