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- 29/09/2024 01:00
- 28/09/2024 15:06
Los grandes ojos de ese niño de apenas 7 años, miraban el abrir y cerrar de esas bocas y el incomprensible murmullo que esas voces pronunciaban. Era un sonido imposible de descifrar. Era 1987, y el niño procedente de Panamá recibía clases de japonés entre las ciudades de Kôchi y Tokio... ese día en un transporte público aprieta la mano de su madre buscando su atención, la mira sonriente y le dice que él entiende muchas palabras de las que esas personas están hablando; la madre lo acerca a ella y acariciándolo con gesto de amor, comprende lo que le está pasando al pequeño Alfredo y le ofrece un materno abrazo.
Muchos de nosotros hemos sido catapultados -por múltiples motivos- a ambientes donde se habla un idioma diferente al propio. Somos sumergidos en situaciones de aislamiento comunicativo, pese a que en nuestro entorno hay una algarabía de tantas voces.
Hasta que llega ese momento mágico donde lo enigmático es descifrado en un fluido entendimiento que nos abre posibilidades de conocimientos y de horizontes antes inimaginables; por eso nos atrevemos a afirmar que existen ocasiones en nuestra vida que parecen ser traumáticas, y que poco a poco se van trasformando en extraordinarios motivos de crecimiento intelectual.
Para la lectura de este domingo en familia, nos acompañará Alfredo Martiz -el niño que aprendió a hablar japonés- artista de la última generación de panameños que con gran habilidad ha plasmado su propuesta en esta generación de artistas contemporáneos; un buen representante de la punta investigativa de nuestras expresiones visuales.
Alfredo nació en la ciudad de Panamá (agosto de 1980), pese a sus andanzas por el mundo se gradúa en el Colegio La Salle y en la Facultad de Arquitectura de la Universidad de Panamá, pero quién mejor que él para presentarse diciéndonos que “inicié mi aventura visual como arquitecto, pero mi visión ha estado constantemente atraída a los patrones y escenas que el entorno me ha brindado. Mientras realizaba estudios de maestría en arquitectura en Tokio, Japón, decidí explorar otra forma de expresión artística que me permitiera mostrar mi visión de la humanidad y del mundo.”
Como ven, el aporte que Alfredo brinda a la artes visuales es desde un ángulo fotográfico con el que nos dice que “busco construir una memoria visual a partir de fragmentos del tiempo, hacer visible lo que usualmente pasa desapercibido y narrar historias de la fenomenología de lo cotidiano”.
Cuando hablamos del arte contemporáneo nos referimos a aquellas maneras que a través de la utilización de una infinidad de lenguajes, ponen al centro de sus investigaciones la idea, la conceptualización de proyectos utilizando distintos medios expresivos. Entonces el video, la fotografía, la instalaciones, el cuerpo humano, como también los medios tradicionales como son la pintura y la escultura serán medios técnicos para concretar una idea. Por eso la incomodidad (o dificultad) en entender estas nuevas expresiones visuales, debido a que cuando hablamos de arte pensamos solo en la técnica pictórica y en el pintor.
En el caso de Alfredo, es un artista que utiliza el medio fotográfico para documentar sus acciones, recopilar memorias y desarrollar sus proyectos. Alfredo continúa diciéndonos:
“Por un lado mi trabajo es una búsqueda para entender que la ciudad cambia muy rápido y que los procesos de transformación urbana nos afectan a todos, por eso visitar con regularidad diferentes lugares y hacer fotografías para documentar los cambios me ha llevado a tener un catálogo donde se puede ver la evolución con el paso del tiempo.” Así demuestra su interés investigativo por estudiar la historia, las relaciones sociales y transformaciones económicas con el objetivo de entender de qué forma se desarrolla la actividad humana en las diversas épocas y que de alguna forma somos testigos de los acontecimientos que van dando forma a la historia.
Lleva cosido dentro de él, el tema de la impermanencia en el tiempo, aprecia que nada es permanente, que el arte se deteriora, ya sea físicamente o digitalmente, particularmente con la fotografía pensamos en la idea de captar o fijar un momento para la eternidad, pero ese momento en su manifestación fotográfica también tiene un tiempo de existencia y del tiempo que va pasando, cumpliendo con la acción del deterioro.
En el trabajo visual de Alfredo existen muchas intuiciones que va desarrollando, entre ellas, “la memoria y el color” diciéndonos lo siguiente: “En fotografía ese es uno de mis temas de investigación actual, cuál es el color de la memoria, qué pasa cuando la imagen se corrompe, cuando la naturaleza afecta la impresión y hace que un momento sea irreconocible, que se transforme en otra cosa y adquiera otro significado en su expresión.”
FARO, es un programa anual de residencias artísticas del Museo del Canal. En su segunda edición Alfredo Martiz es convocado a presentar un proyecto y nos plantea una reflexión sobre los múltiples acontecimientos sucedidos en Panamá entre 1903 y 1964, a través de una instalación que se inserta en algunos espacios de la sala “Ruta por la Soberanía 1903-1964”, fijándose de manera puntual en el Proyecto San José, un plan de experimentación con armas químicas ejecutado por el ejército estadounidense dentro de la antigua Zona del Canal. Esta instalación artística se encuentra abierta al público, siendo una maravillosa ocasión para conocer el trabajo de este artista y aprovechar para visitar las salas del Museo del Canal.
Existe una profunda diferencia entre arte moderno y arte contemporáneo, pero esto no debe ser motivo de preocupación, ya que el avance de la actual sociedad nos catapulta a un torbellino de infinitas cosas, estamos sumergidos en una cantidad de informaciones que nos dejan, al igual que el niño Alfredo, abrumados por miles de murmullos incompresibles, sintiéndonos aislados y tal vez desorientados.
Una exposición de arte (me repito) es un salto al vacío, un espacio donde entramos con nuestras convicciones personales. Visitar las exhibiciones de aquellos jóvenes exponentes que se atreven a experimentan en un territorio fundamental de las expresiones artísticas, como lenguaje, (pilar importante entre las artes modernas y las contemporáneas) nos da la oportunidad de poner en juego nuestros conocimientos sobre el arte.
Es en ese lugar de información directa, donde surge la magia y el arte cumple la función que siempre ha tenido, ayudar al avance intelectual de la sociedad.
Y dependerá de las convicciones personales de cada individuo el abrir o cerrar puertas.
Una cordial invitación para que, junto a su familia, visiten el Museo del Canal y aprecien la instalación artística de Alfredo Matriz, a quien agradecemos mucho por esta oportunidad de acompañarnos con nuestra tacita de café en este hermoso domingo de fines de septiembre.