La comedia dramática ‘Magnolias de acero’ llega a las tablas panameñas

El director Renán Fernández conversa de la obra que expone las dificultades que enfrentan las mujeres durante su vida. Además, habla de los posibles retos que tendrá el teatro en 2024

El lado más vulnerable de seis mujeres. Sus alegrías, tristezas, temores, amores y desamores se muestran en las tablas durante la obra ‘Magnolias de acero’, entre chismes y anécdotas que transcurren en una peluquería. Una comedia dramática de amistad entre mujeres, que más que amigas son como hermanas.

La puesta en escena que coloca sobre la mesa las dificultades que afrontan las mujeres, se entrena el 18 de enero en Art studio, ubicado en Liberty Plaza, en la avenida 12 de Octubre. Estará en cartelera hasta el 4 de febrero. Las funciones serán de martes a sábado a las 8:00 p.m. Los boletos tienen un valor de $20.

“Estamos trabajando con el texto teatral que se realizó antes de la película; de hecho, el dramaturgo Robert Harling se encargó de hacer la adaptación para el cine”, comparte a este medio el director Renán Fernández. La obra original fue escrita en el año 1987 y está basada en la historia real de la hermana del escritor, Susan Harling Robinson, quien murió de complicaciones diabéticas.

“Mucho más allá de que la obra es de alta calidad por excelencia, involucra a mujeres, representa y presenta al público su realidad, sobre todo en una época de la vida muy particular porque está ambientada en la década de 1980. Trae una situación social que muestra cómo la mujer enfrenta los momentos difíciles de la vida y cómo es capaz de lidiar constantemente con situaciones complicadas”, explica Fernández.

Añade que en el caso de esta obra, esas situaciones están asociadas a los hijos, a la enfermedad, a las mismas dificultades cotidianas que tienen las mujeres, como amigas, incluso al cambio de edad y a la vejez, a eso que nos va acompañando con el tiempo y es cuando las personas se van despidiendo de nosotros por la naturaleza de la vida. Era importante traer una obra en estos tiempos, aunque ya se haya montado en Panamá hace muchos años’.

De acuerdo con el director, el título de la obra ‘Magnolias de acero’ es una referencia analógica de cómo una flor es capaz de tener la dureza y durabilidad del acero, por más delicada que se pueda ver. “Pero ella, por sí sola, representa vida; ahí está todo. Dentro de esta flor está su capacidad de generar otras plantas. Hay una simbología que para nosotros es importante llevar a colación en esta época en nuestro país”.

El guion permanece fiel al original, mantiene los nombres, no hace referencia a una ubicación específica. Lo que sí queda claro es que es una historia que se desarrolla en un pueblo, no en una ciudad capital; “un lugar donde ocurre mucho este fenómeno de ‘pueblo chico, infierno grande’, y todo el mundo se conoce. Todo el mundo sabe qué le ha pasado al vecino. Todo el mundo está pendiente de lo que está pasando. Si llega alguien nuevo al pueblo, todo el mundo quiere saber quién ha llegado.

“En otras palabras, todas estas particularidades que son muy folclóricas en los pueblos, se mantienen. No queríamos hacerlo muy regionalista porque pensamos que no es necesario para que la gente conecte. La gente va a conectar porque la historia es genial, el dramaturgo hizo un gran trabajo para presentar la vida de la mujer. Él la desarrolló en Norteamérica, pero no tiene nada distinto a lo que ocurre en otros países, en el sentido de las vivencias”, detalla Fernández.

Sobre la preproducción, el director reveló que “fue bastante sencilla la toma de decisiones del 99% de los personajes”; sin embargo, para los personajes que dentro de la trama son más jóvenes, les costó conseguir a las personas que ejecutaran ese papel.

“Por ejemplo, teníamos a la actriz que será la mamá del personaje principal femenino, pero hay que buscar a la persona que hará de la hija. Ahí empezamos a tener complicaciones y sobre todo porque tenemos una nueva generación que está entrando al teatro” cuenta el director.

Fernández confiesa que actualmente está ocurriendo algo que pasó con la generación de hombres. “Tuvimos un periodo en que no teníamos hombres para personajes principales o secundarios entre los 30 y 40 años, y ese rango de edad fue subiendo conforme iban envejeciendo y seguía existiendo ese hueco. Eso nos está pasando ahora con mujeres en el rango de edades específicas”.

El elenco está formado por Stella Lauri, Neysa Ferguson, Mara Bethancourt, Yilca Arosemena, Jessica Vásquez y Andrea Marchosky. “Es un elenco de primera línea. Tenemos a las mejores actrices de nuestro país acompañándonos en esta puesta en escena. Además, tenemos un trabajo de diseño, iluminación, sonido y vestuario que trabaja junto a producción y dirección. El diseño de sonido lo estoy manejando con Augusto Posso”.

En cuanto al vestuario, Fernández adelanta que trabajaron en una paleta de colores que está relacionada con la época en que se desarrolla la trama, también con los cambios de clima y las temporadas.

“Una de las razones por las cuales no podíamos hacerla regional es porque tiene una particularidad; están marcadas muy claramente las estaciones climáticas de los países del hemisferio norte. Conforme al cambio de emoción de la obra, va ajustándose y hay una simbología con eso, como la primavera con el florecimiento, el invierno con el frío y la soledad. En otras palabras, la trama tiene una relación muy potente con eso. Aunque es simbólico, nos permite jugar un poco más con el vestuario”.

Retos del teatro para 2024

Ante la perspectiva de Renán Fernández, uno de los retos que debe afrontar el teatro en 2024 es lograr equilibrar o alcanzar el nivel que tenía antes de la pandemia. “No me refiero a calidad, sino a la cantidad y variedad de producciones que teníamos en 2019. Todavía no hemos llegado a ese punto; tal vez estamos un 20% por debajo, pero es posible que este año se logre y que eso involucre también conectar con la empresa privada. En los últimos tres o cuatro años, el teatro ha estado batallando con menos asociación con la empresa privada que en los 10 años anteriores”.

Con relación a la asistencia de público, el director asegura que en los últimos años, después de la pandemia, se ha recuperado un poco la asistencia en un 70%. “En este caso es un fenómeno que es natural que ocurra. El arte, como un servicio o bien de consumo, está en el último lugar del escalafón de las necesidades básicas. Ojo, el consumo o el disfrute de la cultura es una necesidad básica, pero el entendimiento de esto como una necesidad que significa salud, no lo es. Es una situación de cómo estamos educados. Por lo tanto, a la hora de invertir, uno invierte primero en alimentos y de último en arte”.

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