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- 22/02/2024 00:00
- 21/02/2024 21:56
Luego de la arrasadora fama de Oppenheimer (2023) de Christopher Nolan y su creciente posibilidad de ganar a lo grande en los premios Óscar de este año, llega el momento de poner el foco en uno de los personajes cuyo cameo en la cinta hizo surgir más preguntas que respuestas: Albert Einstein.
El director Anthony Phillipson retrata la vida del reconocido físico luego de huir de los nazis en 1933, mostrando su lado de la historia a través de material de archivo y cartas del propio Einstein como base en su guion.
Pese a que en la actualidad Einstein es reconocido como uno de los físicos más importantes del mundo —dada su teoría de la relatividad—, en mayo de 1933 era un hombre perseguido por las autoridades nazis en Alemania.
Diferentes panfletos fueron distribuidos en donde se acusaba al científico de 54 años de “crear propaganda en contra de Adolf Hitler” y se ofrecía una recompensa por su asesinato, por lo que en septiembre de 1933, Einstein y su esposa Elsa huyeron del país para no regresar nunca más.
En la cinta de Phillipson vemos, a través de la interpretación de Aidan McArdle (Beautiful People; The Holiday), a un Einstein acongojado, reflexivo y un tanto preocupado por la alarma de las atrocidades que Hitler era capaz de cometer. Su exilio al principio se llevó a cabo en una pequeña cabaña en Roughton Heath, Norfolk, donde recibió a múltiples miembros de la prensa y dio extensas entrevistas sobre su posición como pacifista y sus teorías científicas.
McArdle se lleva el mérito en hacer de Einstein un personaje tanto complejo como humano en sus facciones y diálogos, pese a que muchos de ellos son eco de las cartas que el propio Einstein dejó para la posteridad.
Pero mientras vemos su evolución a través de los años, el uso de la teoría de la relatividad por Phillipson y el guionista Philip Ralph, crea una narrativa que salta en el tiempo, siendo una forma justamente poética de contar esta historia que comienza en 1955 y luego regresa a 1933, que será el principal punto de regreso a medida que avanza.
De nuevo regresa a 1895, luego a 1933, y de nuevo a 1919, de nuevo a 1933, y luego a 1920, de nuevo a 1933, y luego a 1922, y así sucesivamente, avanzando hasta 1955, y luego, finalmente, a las palabras de Einstein resonando en 2024.
La recopilación de videos de archivos gubernamentales de aquellos años nos permiten ser parte de lo que Einstein buscaba transmitir en sus palabras, la esperanza de las mismas y su intrínseco deseo por la paz humanitaria.
Aún así, McArdle muestra el nerviosismo, el temor y la expectativa de un Einstein arrasado por el peso de sus descubrimientos científicos y la necesidad de hacer un llamado de atención a Estados Unidos.
En 1933, el físico húngaro-alemán Leo Szilard, que había trabajado anteriormente con Einstein, descubrió el concepto de reacción nuclear en cadena. Pero cinco años más tarde, cuando los científicos en Alemania dividieron el átomo de uranio, Szilard comenzó a hacer sonar la alarma con sus colegas y advirtió a Einstein sobre el problema en 1938.
En agosto de 1939, un mes antes del estallido de la guerra en Europa y acosado por el temor de que los nazis desarrollaran el arma primero, Einstein escribió al presidente Franklin Roosevelt sobre la necesidad de acelerar el desarrollo estadounidense de una bomba nuclear.
“Solo podemos esperar que la crisis presente nos guíe a un mundo mejor”, dijo Einstein en uno de sus discursos más famosos en el Royal Albert Hall. Luego huyó a Estados Unidos, para nunca regresar a Europa.
En una edición del diario The Atlantic, Einstein escribió: “La liberación de energía atómica no ha creado un nuevo problema. Simplemente ha hecho más urgente la necesidad de resolver un problema existente... Mientras haya naciones soberanas que posean un gran poder, la guerra es inevitable. Esa declaración no es un intento de decir cuándo llegará la guerra, sino solo que es seguro que llegará”.
En una escena caótica, Einstein se encuentra sentado en una oficina, con sus cálculos en un tablero de tiza detrás de sí, mientras su escritorio se encuentra lleno de papeles desperdigados; cañones, disparos y detonaciones suenan a su alrededor y el inminente sentimiento de inseguridad y miedo se transmite precisamente a través del lente.
Su participación periférica en el proyecto Manhattan emerge por fin en el último tercio de la película, cuando su ciencia teórica (que una pequeña masa podría liberar una enorme cantidad de energía) se convirtió en una repentina y sorprendente realidad cuando otros científicos dividieron el átomo. Cuando se le confronta sobre su posición pacífica, Einstein responde: “A la fuerza organizada solo se le puede oponer una fuerza organizada”.
Tras los sucesos de Hiroshima, Einstein es confrontado por un periodista japonés, y forzado a enfrentar su involucramiento en la bomba atómica. “Cometí un grave error en mi vida, cuando firmé esa carta al presidente Roosevelt”, comentó Einstein (McAdler) de forma dramática y un tanto triste, con palabras tomadas de una carta personal a su amigo escrita en 1954.
En Einstein y la bomba no solo somos adentrados a la vida del físico en sus últimos años —previo a su muerte en 1955, a los 76 años, por una falla cardiaca—, sino también a una serie de preguntas que se alzan tras analizar los pocos cambios dentro de la política mundial desde 1933 hasta la actualidad.
Quizás una de las más destacables fue alzada por Einstein mismo: “¿Hasta cuándo tendremos que tolerar a los políticos hambrientos de poder o que buscan tomar ventaja alineándose con los caminos malvados?”.
La cinta se encuentra disponible en el catálogo de Netflix en Panamá.