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La Academia Panameña de la Lengua tiene nuevo académico numerario
- 11/08/2024 00:00
- 10/08/2024 14:27
Este jueves, Melquiades Villareal ingresó como académico numerario a la Academia Panameña de la Lengua. El lingüista, catedrático de Lengua y Literatura en el Centro Regional de Azuero, ocupa la silla G.
El acto protocolar se realizó en el salón de actos de la prestigiosa institución. El discurso de ingreso de Melquiades Villarreal, titulado ‘El lenguaje poético del interiorano’, fue emotivo. Durante su presentación dio un pantallazo sobre cuáles fueron sus primeros pasos hacia la literatura y destacó, además, uno de sus principales temas de investigación: el lenguaje del hablante del interiorano.
Al leer el discurso de Villarreal el lector podrá llevarse la sensación de que es un hombre resiliente. Proviene de una familia en la cual los recursos eran escasos pero las ganas de aprender fueron una ley. Esto de alguna u otra forma influyó en su vida académica.
“Me enamoré de las letras cuando pisé la escuela primaria; captaba mi atención el hecho de que la maestra sabía leer y contarnos historias, que en el aula de clases había una pequeña biblioteca que me permitió comprender la orfandad intelectual existente en mi hogar donde no había ni un solo libro. Nací y me crié entre personas iletradas, salvo mi abuela, quien, aunque escribía, no sabía leer”, señala Villareal en su discurso al que tuvo acceso este medio.
Su abuela, añade el académico, al conocer su inclinación por las letras, le obsequió una página de La Estrella de Panamá que guardaba como un tesoro. “En esa página se contaban los detalles de la pelea que escenificaron el campeón mundial de peso completo Rocky Marciano con el excampeón Joe Louis en octubre de 1951. Entre mis dedos y, frente a mi vista, aquella página se esfumó de tanto leerla; fue mi primer contacto con las letras y con la imaginación; la magia de las palabras me sirvió para concebir en mi mente a los peleadores y la fuerza de sus golpes como si hubiese estado yo aquella noche en el Madison Square Garden de Nueva York”.
Luego, apareció en casa un libro ilustrado que marcó su vida: Las mil y una noches. “Después de leerlo, relacioné las historias fantásticas con lo cotidiano: los viajes de Aladino en su alfombra mágica no me impresionaron; me habían contado que lo mismo hacía mi tía Rosa Padre con la escoba que utilizaba para trasladarse en las noches de luna llena por los montes con el fin de convertirse en venado y asustar a los cazadores. Del mismo modo, las épicas batallas de los diversos varones valientes que, en las páginas ilustradas de aquel volumen, exhiben grandes y relucientes alfanjes, para mí no superaron los singulares combates de mi abuelo quien, con ceremonial parsimonia, se despojó de la camisa de manta sucia, del sombrero y de las cutarras; miraba hacia las alturas solicitando la bendición divina para esgrimir su Collins (machete) con el ánimo de vencer las tormentas y los vientos”.
El académico resaltó esa mística única que resguarda el hablante interiorano, por ejemplo el de su padre, de quien él mismo señaló que “aunque ignoraba los arcanos de la lectura, manejaba oraciones (palabras con poder) para todo: para prevenir daños (maleficios), para evitar hemorragias, para amansar las bestias, para seducir a las doncellas, para recuperar cosas perdidas; incluso con una oración podía prevenir y curar los daños vermiculares que los gusanos de monte (tórsalos) producían en el ganado en un perímetro de unos diez kilómetros a la redonda. Curaba ojeados (personas enfermas o tristes); sabía la oración para prevenir farachos´´, morideras´´, mal de los siete días o nervios de mujer. Puedo aseverar que, sin internet, mi papá teletrabajaba, pues los efectos sanadores de sus palabras actuaban a distancia, sin cables, de manera virtual. Sus oraciones eran un remedo del bálsamo de Fierabrás, la panacea para todas las enfermedades, tal y cual nos enseña Cervantes”.
Y continúo diciendo Melquiades Villarreal que la escritura llegó por necesidad. Desde los ocho años se dedicó a escribir cartas de amor para niños y niñas en su escuela primaria, “quienes eran víctimas de sus corazones enamorados y del mutismo para expresar sus sentimientos; cobraba diez centavos por cada epístola, lo cual me permitió costear mis meriendas en los recreos Mis cartas de amor tuvieron éxito para casi todos”. Sin embargo, él no corrió con la misma suerte, ya que las cartas firmadas por él no fueron correspondidas.
Melquiades Villarreal resaltó las plumas de varios escritores y académicos, entre ellas a Margarita Vásquez, “persona predecible, porque me dispensa un gran cariño y una amistad sincera, me ha reprendido cuando no corrijo lo que escribo, a la vez que ha elogiado mis logros y me ha animado a continuar con mi labor en pro de nuestra lengua materna”.
El Diccionario del Español de Panamá de la profesora Margarita es una obra monumental, que recomendó a todos los interesados en conocer los secretos del español que se habla en Panamá; “hoy lo empleo para interpretar el carácter poético del hombre interiorano (...) Cuando yo era busero, escuché a un niño expresar una frase de extraordinario valor poético: ‘Mama, siento un deslampado —entiéndase un deslave— en el estómago. Jamás escuché definir el hambre con mayor precisión poética”. El interior del país está lleno de poesía, agregó Villareal. “No es para menos. Vivimos situaciones interesantes”.
“Nosotros somos poetas por naturaleza”, dijo Melquiades Villareal durante una entrevista con La Estrella de Panamá. “Necesito Vargas una vez me dijo: ‘nosotros hablamos en versos octosílabos’. Es cierto, nosotros vamos encontrando algo para hacer poesía. Los hombres somos muy débiles, desde el punto de vista, de que las mujeres cuando lo dejan a uno y se buscan otro, y acá el hombre empieza a escribir: ‘que me muero por ti’”.
Una obra académica que recoge el pensar de este académico es El léxico disponible en Panamá (2014). La investigación la hizo bajo la dirección del exsecretario de la Asociación de Academias de la Lengua Española, Humberto López Morales.
El documento recoge el vocabulario disponible del panameño antes situaciones dadas y ofrece mucha información, por ejemplo, detalló Melquiades, “la palabra guaricha, es una lámpara de kerosene, esa palabra no se usa ni en Herrera ni Los Santos, pero sí aparece en Arraiján. De alguna manera el uso de la guaricha se asoció con la pobreza, porque se utilizaba ante la falta de luz eléctrica. El estudio es muy interesante, es una obra que la impulsó la Unesco en 1954 y hasta el momento solamente tres países lo han terminado: Puerto Rico, República Dominicana y Panamá”.
Otro libro del académico es Esperanza o realidad: fronteras de la identidad panameña (Premio Nacional de Literatura Ricardo Miró 2003). Es una interpretación de la identidad nacional a través de la literatura, en todos los géneros, de poesía clásica, novela. “Se trata de ver de qué manera nos representa la literatura panameña”.
Este académico ha honrado el lugar que lo ha visto nacer, en su libro Cien años de literatura en Los Santos (2003) expone la vasta presencia de grandes autores que ha dado la provincia, como. Gustavo Batista (poesía) Antonio Moscoso (novela) Salvador Medina (poesía), Javier Medina Bernal (cuentos, novela, poesía).
“Los Santos tiene la primera mujer que escribió un libro de poesía en Panamá, Soraida Díaz escribió Nieblas del alma. Hace un año el libro se publicó en una edición cincuentenario junto a la Universidad de Panamá y la Academia Panameña de la Lengua. Ella se queja de su condición de mujer. Ella dice, quiero ser todo menos mujer. Ella sufrió mucho, todo lo que le rodeaba era negativo”.
Mientras que en El pensamiento femenino en Panamá (2007) presenta la forma de pensar de la mujer panameña. Se presentó la cosmovisión de Amelia Denis de Icaza, Soraida Díaz, Clara González hasta llegar a las mujeres referentes de la actualidad. “Qué piensan, cómo han actuado y toda esa lucha que ha tenido que hacer la mujer panameña para lograr un sitial. Por ejemplo, a la profesora Dora Pérez de Zarate la botaron de un trabajo porque ella escribió un poema que decía que le gustaban los hombres”, concluyó.