
- 07/04/2025 00:00
Para los estudiosos del Derecho Internacional y de la historia del Canal de Panamá, no nos es desconocida, la figura de sir Edward Grey, singularmente dado que fue quien firmo por los británicos, el entendimiento secreto, fundador de una nueva arquitectura geopolítica, denominado Acuerdo Sykes – Picot del 16 de mayo de 1916, entre el Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte y la Tercera República Francesa, para definir las propuestas esferas de influencia y control de los dos potencias europeas en el Próximo Oriente durante la Primera Guerra Mundial.
También conocido como el Acuerdo de Asia Menor, el entonces acuerdo secreto dio forma a la región, definiendo las fronteras de Irak y Siria, y es el origen del conflicto actual entre Israel y el pueblo palestino, otorgando a los británicos el control de las áreas desde la línea del mar Mediterráneo hasta el Río Jordán, Jordania, el sur de Irak y un área que incluyó los puertos de Haifa y Acre para dejar acceso al Mediterráneo. Los diplomáticos, el británico Mark Sykes y el francés Francois Georges-Picot negociaron los términos del acuerdo. No fue hasta el 23 de noviembre de 1917, cuando ocurrió la revolución rusa, que los bolcheviques publicaron el acuerdo, que la comunidad internacional lo conoció, dado que el gobierno de los zares fue también parte menor en el convenio secreto.
Es a todas luces imperdonable la crasa ignorancia de los actuales gestores de la política exterior de los Estados Unidos reflejada en las desafortunadas y temerarias declaraciones del Presidente Trump, en la cual esbozó ilegales pretensiones concernientes al Canal de Panamá, y que días más tarde, después de la visita del Secretario de Estado Marco Rubio, fueran objeto de un comunicado del Departamento de Estado, de 5 de febrero de 2025, en el cual erróneamente se expresaba: “que el Gobierno de Panamá ha acordado no cobrar más tarifas a los buques del Gobierno de los Estados Unidos que transiten por el Canal de Panamá, lo que le permite ahorrar millones de dólares al año”.
Lo anterior fue rechazado de forma oportuna, categórica y patriótica por el Presidente José Raúl Mulino, desmintiendo el anuncio de Washington, expresando en una rueda de prensa, que dicho comunicado del Departamento de Estado ésta basado en una falsedad. Afirmó el mandatario panameño “Eso es intolerable, simple y sencillamente intolerable. Y hoy Panamá plantea al mundo mi rechazo absoluto”.
Edward Grey fue Ministro de Asuntos Exteriores desde 1905 hasta 1916, siendo la persona de más larga antigüedad en ese cargo, y hoy es más recordado en el viejo continente, por su comentario del 3 de agosto de 1914 al referirse al estallido de la Primera Guerra Mundial diciendo “Las lámparas se apagan por toda Europa, puede que no volvamos a verlas encendidas en nuestra vida”.
Pero hoy los panameños no podemos ni debemos olvidar, y se nos hace imperativo recordar al Presidente Trump y a la diplomacia estadounidense, que fue sir Edward Grey, precisamente en su condición de Ministro de Asuntos Exteriores, quien presentó el 14 de noviembre de 1912 (ver Great Britain Parliamentary Papers) una protesta ante los Estados Unidos de América, antes de la apertura al tráfico del Canal de Panamá el 15 de agosto de 1914, planteando una controversia respecto a la interpretación del Tratado Hay-Pauncefote sobre las tarifas de peaje del Canal de Panamá.
En 1911, con el Canal de Panamá virtualmente terminado, el Presidente Taft había expresado en su memorando al Congreso, “Somos los propietarios del Canal. Fue nuestro dinero el que lo construyó. Tenemos derecho a cobrar tarifas de peaje por su uso”, con el propósito de acompañar e impulsar la aprobación de la que sería la Ley del Canal de Panamá de 1912, que se ocupó de la cuestión de las tarifas de peaje, delegando en el presidente la función de prescribirlas; pero en contravención del régimen de Constantinopla, estipulaba que no deberían cobrarse peajes a los barcos ocupados en el comercio costero de los Estados Unidos.
La exención del pago de peajes de tales barcos no sería sino un subsidio a la marina mercante norteamericana, que no se diferenciaría de la práctica de otros estados (ver memorando del presidente Taft al Congreso, para acompañar la Ley del Canal de Panamá).
Antes de la aprobación de la ley, el Ministro de Asuntos Exteriores británico, Edward Grey presento formalmente su protesta, afirmando que la ley discriminaba a los buques británicos y otros extranjeros en contravención del Tratado Hay Pauncefote, solicitando que el Senado no aprobará el proyecto de ley, pero el presidente William Howard Taft firmo la ley el 24 de agosto de 1912.
En una comunicación diplomática formal presentada en Washington, el 9 de diciembre de 1912, sir Edward Grey sustentaba jurídicamente de manera inobjetable y contundente, “el principio de no discriminación”, aclarando que “si bien el Tratado Hay-Pauncefote dejaba a los Estados Unidos en libertad de construir y proteger el canal, mantenía expresamente el principio del Artículo VIII del Tratado Clayton Bulwer de 1850, que garantizaba al Imperio Británico el uso del canal en completa igualdad con los Estados Unidos de América”. Poco después el 27 de febrero de 1913, solicito a los Estados Unidos someter la controversia a arbitraje, lo cual no prospero.
Woodrow Wilson, asumió la presidencia de los Estados Unidos el 4 de marzo de 1913 y el 5 de marzo de 1914, cinco meses antes de la apertura de la vía interoceánica, el 15 de agosto, se presentó ante una Sesión conjunta del Congreso y solicito formalmente el rechazo y la derogatoria de la disposición sobre peajes de la Ley del Canal de Panamá, fundamentando en términos inequívocos, que la exención constituía una clara violación del Tratado Hay-Pauncefote, con palabras que mantienen una gran actualidad, para los panameños, por su alta estatura jurídica y moral, las cuales cito ad verbatim:
“En todas partes se le da al lenguaje del tratado una sola interpretación, y esa interpretación excluye la exención que estoy pidiendo que rechacen. Convenimos en el tratado; aceptamos su lenguaje, si bien no lo originamos; y somos una nación demasiado grande, demasiado poderosa, con demasiado respeto propio, para interpretar con un sentido demasiado rebuscado o refinado las palabras de nuestras promesas, solamente porque tenemos suficiente poder para permitirnos interpretarlas como queremos. Lo único que podemos permitirnos hacer es también lo más grande, una retirada voluntaria de una posición puesta en tela de juicio o mal interpretada en todas partes. Debemos dar marcha atrás a nuestra acción, sin preguntarnos si teníamos o no razón, y así, una vez más, mereceremos nuestra reputación de generosidad y de cumplimiento de todas las obligaciones sin titubeos ni vacilaciones”.
Tres meses más tarde, la exención del pago de peajes por parte de Estados Unidos, fue derogada. Este episodio, felizmente resuelto hace 111 años, es una ilustración clara de que el principio de no discriminación es una norma internacional de lege lata, que entraña su aplicación igual a todos los canales interoceánicos y que Panamá cumple a cabalidad.
En resumen, los Estados Unidos de América y la Gran Bretaña, al suscribir el Tratado Hay-Pauncefote, (1901), reconocieron el principio general de neutralización consignado en el Artículo VIII del Tratado Clayton-Bulwer (1850) entre esos mismo países, y, además, los Estados Unidos adoptaron en sustancia como base para la neutralización del Canal de Panamá, las mismas reglas incorporadas en la Convención de Constantinopla firmada el 28 de octubre de 1888 para la libre navegación por el Canal de Suez.
Es evidente que, en esencia, las reglas de neutralización establecidas para el Canal de Suez en la Convención de Constantinopla de 1888, fueron trasladadas y hechas efectivas en lo fundamental en el Tratado de Neutralidad Permanente del Canal de Panamá suscrito en 1977.
En el Tratado de Neutralidad Panamá y los Estados Unidos convinieron en abrir a la adhesión de todos los Estados del Mundo el Protocolo del Tratado, mediante el cual los Estados firmantes se atienen a sus objetivos y convienen en respetar el Régimen de Neutralidad.
No sólo los 40 Estados que hasta ahora se han adherido al Régimen de Neutralidad entre los cuales figuran 4 de los 5 Miembros Permanentes del Consejo de Seguridad, sino los demás Estados del Mundo son partícipes del derecho al tránsito pacífico por el Canal, sujetos al pago de peajes y al cumplimiento de los reglamentos pertinentes con marcado énfasis en la navegación segura y el funcionamiento eficiente y sanitario del Canal.
Sería un error pensar que solo los panameños tenemos interrogantes y un alto nivel de incertidumbre suscitados por la segunda llegada a la Casa Blanca del Presidente Donald Trump. Pero no hay duda de que esas interrogantes las vivimos con ánimo propio y con los reflejos que hemos ido adquiriendo a lo largo de una relación histórica con la superpotencia del norte.
En esta tierra liberada el 31 de diciembre de 1999 en cumplimiento de lo pactado en los Tratados del Canal el 7 de septiembre de 1977, todos los ciudadanos vemos que en el horizonte se perfilan dificultades de muchos órdenes.
No es que los panameños somos escépticos acerca de la posibilidad de hacer la defensa de nuestros intereses con la cooperación y la comprensión de los Estados Unidos. Se trata de que nuestros esfuerzos por conducir las relaciones con los Estados Unidos de manera armónica, amistosa y constructiva, siempre deberán tener la virtud de convertir en algo imposible la vuelta a cualquier tipo de relación en la que el reparto de potencia e impotencia, ventajas y desventajas, sea injusto y perjudicial para Panamá.
Creo que esas propuestas retrogradas del trumpismo no tendrán éxito porque siempre serán como nubes negras en un cielo panameño iluminado de estrellas que son los héroes del 9 de Enero, en sintonía con la dignidad y el valor con que el pueblo panameño está dispuesto a preservar las conquistas logradas mediante los Tratados Torrijos - Carter.