Examinar la realidad social desde la antropología

Actualizado
  • 18/06/2024 00:00
Creado
  • 17/06/2024 17:00
El autor de ‘Conversación con las tortugas. Sobre los dilemas ideológicos de nuestros tiempos’ explora los factores que conducen a la polarización ideológica en la era contemporánea

En medio de un panorama agitado a nivel nacional e internacional, el arquitecto, urbanista y antropólogo Nilson Ariel Espino reflexiona sobre los dilemas ideológicos de nuestro tiempo en una publicación que además adquiere un significado histórico ya que el autor es el primer panameño en publicar bajo el sello editorial de la Universidad de Cambridge (Reino Unido).

El también director de la firma SUMA Arquitectos y profesor adjunto en la Escuela de Urbanismo de la Universidad McGill (Montreal, Canadá) argumenta que las actuales polarizaciones ideológicas de nuestro tiempo surgen de las contradicciones inherentes a la modernidad y sus obsesiones.

Con una narrativa que utiliza la cultura como una dimensión fundamental para desmantelar las dicotomías típicas tradicionales, el libro además busca adentrarse en los porqués de la desestabilización social del momento explorando factores de diversa índole como la religión, la economía y la política, entre otros.

Utilizando su experiencia profesional como instrumento de comprensión de las realidades sociales y culturales y aplicando conceptos clásicos de la antropología cultural a los problemas actuales que van desde la pobreza y la desigualdad hasta la inestabilidad política y la crisis ambiental, Espino busca desafiar las estructuras convencionales del análisis político y social de nuestro tiempo.

¿Es cierto que la política del siglo XXI no entiende de la razón sino de la emoción?

Yo pienso que es cierto, pero también creo que eso no es solo del siglo XXI. Eso siempre ha sido así, porque al final la gente lo que está buscando es sentir que pertenece a la sociedad y que es un miembro activo y aceptado de la sociedad, que tiene una vida digna con respeto y aceptación social. Todo eso es emocional. Al final los problemas económicos son eso. Cuando la gente vota por un político ¿qué es lo que la gente está buscando? Están buscando a un político que le demuestre de alguna manera que le interesan sus problemas.

Si ese individuo tiene un problema de desempleo, si no tiene agua, si no tiene transporte, si no tiene educación, está votando por un político que le pueda resolver sus problemas, que tiene cierta sensibilidad hacia sus problemas y que le importa su problema, entonces eso es completamente emocional. La gente no quiere sentirse marginada, sin oportunidades, y sin futuro y van a buscar a los partidos o los candidatos que les den alguna luz a ese respecto.

¿Por eso no debería ser sorpresa que, por ejemplo, veamos que alguien como Javier Milei ganó en Argentina o que recientemente los partidos de extrema derecha obtuvieron triunfos significativos en las elecciones al Parlamento Europeo?

La gente responde a la frustración de lo que no funciona. Es decir, tienes un gobierno que tú sientes o un partido o un proceso que tú sientes que no resuelve nada, tú buscas entonces una solución. No significa que la solución es la más conveniente desde un punto de vista frío y calculado, pero digo que al final eso surge de un sentimiento de descontento que genera ese deseo de cambio.

Lo que explico en el libro es que las sociedades modernas son sociedades dinámicas que forman parte de una cultura dinámica. La ideología del progreso es una ideología dinámica en el sentido de que siempre está mirando hacia el futuro. La ideología del progreso es una ideología que mira hacia el futuro. Nosotros tenemos una visión moderna de la historia, que es una visión lineal que mira siempre hacia algo mejor. Es medio mesiánico en el fondo.

Todas nuestras visiones sociales, son visiones de desarrollo, es decir, de mejora hacia el futuro. Entonces ahí hay un componente de dinamismo. Es una cultura que tiene una visión dinámica de la historia. Han habido sociedades en el pasado que tienen una visión más bien cíclica de la historia en la que la historia regresa y que tú siempre estás en un ciclo en el que vuelves a una condición original. Las sociedades modernas son lineales, la historia es lineal.

Una de las cosas que menciono en el libro es que cuando tienes coyunturas de crecimiento económico muy fuerte, cuando tienes una economía que está creciendo al 6% al 8% anual, todo el mundo está viendo el movimiento del dinero en la calle. Y si tú eres una persona de bajos ingresos, de alguna manera sientes que ‘bueno, tengo bajos ingresos, pero mira que la cosa se está moviendo’.

Entonces puedo estar pasando trabajo en este momento, pero como la cosa se está moviendo, siento que mi situación puede mejorar en el futuro. Hay esperanza cuando tienes una economía muy vibrante y todo el mundo vive de alguna manera la esperanza de que las cosas están mejorando. Cuando la economía comienza a entrar en crisis y el crecimiento se estanca, las desigualdades se resaltan porque si antes tenía esa esperanza, ahora no la tengo porque las cosas están detenidas y hay mucha frustración.

Las sociedades capitalistas siempre han aplacado las desigualdades con el crecimiento y la dinámica del crecimiento es una válvula de escape psicológica. Son sociedades muy desiguales pero viven de la esperanza y el crecimiento. Entonces, mientras la economía esté creciendo todo el mundo está medio contento a pesar de que hay mucha desigualdad social. Pero, al final, uno depende de que el crecimiento continúe.

Parte de lo que ha pasado en el mundo es que el capitalismo no tiene dinamismo. Las sociedades capitalistas después de la Segunda Guerra Mundial estaban todas creciendo velozmente pero ese crecimiento ha ido bajando. En el mundo en desarrollo, ya no se crece como antes, tienes tasas de crecimiento mucho menores, y entonces la tolerancia a la desigualdad es mucho menor. Las tensiones se empeoran porque ya no hay esa compensación del crecimiento y no se puede compensar el presente con el futuro.

¿Entramos en una era en la que lo que antes era considerado como radical ahora es parte del ‘mainstream’?

Eso siempre ha sido así también porque la polarización que tenemos hoy en realidad no es muy diferente en ciertos aspectos a la que teníamos en los años 1960, por ejemplo, la polarización que había en esa época era la polarización clásica de la Guerra Fría. Es decir, por un lado tenías al bloque comunista y, por el otro, al capitalista liberal, y la polarización fue bastante terrible en esos años. América Latina era un continente polarizado, al extremo de que muchísima gente perdió su vida en esa polarización ya sea con las dictaduras militares de la derecha y de la izquierda. Es decir, no solo fue un tema discursivo sino que tuvo un costo humano enorme.

Lo que cambia son los discursos, la realidad puede ser más o menos parecida. ¿Cómo era América Latina en los años 1960? Sociedades no muy diferentes a las de hoy, o sea, muy desiguales con niveles importantes de pobreza etc., pero ¿cuáles eran los discursos? Los discursos eran los del bloque socialista que decía que la resolución a esos problemas es la revolución socialista tal como se veía en Cuba y Nicaragua. Y estaba el otro bando que decía que la solución era el capitalismo y la democracia. Ambas tenían que responder a la misma realidad. Todo el mundo reconocía la realidad de las sociedades desiguales y los altos niveles de pobreza, pero la solución era distinta y la interpretación de los mismos hechos era diferente.

Ahora estamos vendiendo otras visiones y soluciones que al final surgen de la misma frustración. La ciudadanía va a buscar una solución y va a ver quién le está vendiendo qué y entre todo eso están las visiones extremistas como las de Milei, que es la de un neoliberalismo pasado de moda que vino de los años 1980 de la mano de Reagan y Thatcher.

Es un recalentamiento de ese discurso que en América Latina no ha pegado bien, por lo que considero interesante que Milei lo tenga. Nunca ha pegado muy bien esa visión porque implica desmontar todos los programas sociales del Estado y hay mucha gente que depende de eso.

Lo que argumento en el libro es que muchas de las ideologías que consideramos extremistas tienen cierta razón en el sentido de que detrás de cada extremismo hay alguna verdad. Es decir, cuando tú tienes a una persona como Nayib Bukele en El Salvador que se ha puesto extrema con el tema de la seguridad, lo que implica es que hay una preocupación en torno a la seguridad.

Cuando tienes a un Milei que dice que el Estado es burocrático y no deja que la empresa privada avance, hay una verdad también ahí. Cuando tú tienes a los socialistas que dicen que la pobreza y la desigualdad son intolerables e injustas, eso también es verdad, ¿me explico? Todos están manejando un núcleo de verdad.

Pero cuando llevas una verdad a un extremo comienza a generar otros problemas, porque comienzas a excluir otros factores y otras dimensiones del problema. Todo extremismo encierra una verdad, eso no significa que el extremismo está bien, pero tienes que reconocer lo que tiene de razón ese extremismo para lidiar con él. Los extremismos no salen de la nada.

Los extremismos son problemáticos porque tienden a ser muy destructivos, pero la única manera de poder abordarlos es comenzando por reconocer que hay una verdad detrás de todo el extremismo que tiene una acogida como el de Milei.

¿Qué valoración hace de los resultados electorales del 5 de mayo?

Yo creo que estas elecciones demostraron que la gente ve al Ejecutivo de una manera y ve al Legislativo de otra. La gente se pregunta cuál es el gobierno que le puede resolver, y en el Legislativo esto va en el sentido de quiénes son los legisladores que no se van a aprovechar de su posición para sus intereses personales, etc. Son dos agendas diferentes y por eso es que aquí ha quedado una Asamblea Legislativa completamente antipartidista en la que ganan terreno los independientes que no han estado antes y, sin embargo, en el Ejecutivo votan por personajes o partidos que han estado antes en el poder. El votante panameño piensa diferente de esos dos órganos y, por eso, el resultado que hemos tenido.

¿Cómo es la sociedad panameña en su opinión?

Es una sociedad poco ideológica. Panamá no tiende a tener muchos debates ideológicos y es una sociedad muy práctica. Quizás eso viene de nuestra trayectoria como puerto en la que hay una sociedad cosmopolita, heterogénea, comercial y poco filosófica. Nosotros no tendemos a meternos en discusiones muy profundas y muy ideológicas, sino más bien, buscamos gente práctica que nos pueda resolver nuestros problemas. Eso no significa que no haya ideología, por supuesto que la hay, pero digamos que no está sobre la mesa, digamos que está más bien debajo de la mesa. Me parece que culturalmente la sociedad panameña es de valores tradicionales. Eso no es ni bueno ni malo. Eso es lo que es y tiene sus virtudes y sus defectos como todo y, en ese sentido, a la sociedad panameña le interesa mantener una cultura más tradicional y con eso evalúa las propuestas que le presentan los distintos actores sociales.

Lo Nuevo
comments powered by Disqus