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- 01/09/2024 00:00
- 31/08/2024 16:06
El Kanto dai-jishin —Gran terremoto de Kanto— ocurrido el 1 de septiembre de 1923, con una magnitud de momento de 7.9 grados y duración de casi cinco minutos, dejó una devastación abrumadora, y aunque ahora estamos más preparados para este tipo de sucesos, hace cien años la historia era muy diferente.
La escala de Magnitud de Momento (Mw, 1979) es la medida utilizada actualmente para identificar la potencia de un terremoto, dejando atrás la escala logarítmica de Richter creada en 1935. La intensidad del terremoto de Kanto fue equivalente a la explosión de 712 bombas atómicas como la de Hiroshima, o a casi once millones de toneladas métricas de dinamita —la pirámide de Giza pesa casi seis millones—, pero fue la confluencia de varios factores, lo que hizo que el desastre tuviese mayores proporciones. Ejemplo del violento temblor es que a sesenta kilómetros del epicentro, en el templo budista Kotoku-in, la estatua Kamakura Daibutsu —El gran Buda de Kamakura— que mide más de trece metros de alto y pesa aproximadamente ciento tres toneladas, se desplazó sesenta centímetros de su lecho.
La mayoría de las estructuras de la época eran de madera; a las 11:58 de la mañana muchas personas estarían preparando la comida y se especula que esa fue la causa del gran incendio, porque para colmo de males, al norte del país, cerca de la costa de la península de Noto, pasaba un tifón cuyos vientos avivaron las llamas y produjeron que el incendio se extendiera por lo menos a quince distritos de Tokio, ¡un infierno en la tierra! Más de treinta y ocho kilómetros cuadrados de la ciudad ardieron; imaginemos que si hubiese ocurrido en la ciudad de La Chorrera, solo dos kilómetros cuadrados habrían permanecido intactos.
A pesar de que siempre se menciona “El milagro de Kanda”, donde los distritos de Izumicho y Sakumacho sobrevivieron, rodeados de un mar de llamas a la tragedia, gracias a diversos factores geográficos y a la acción de los residentes para prevenir las llamas, la pérdida de vidas fue apabullante; más de cien mil personas murieron. Después del desastre las historias de horror fueron in-crescendo: treinta y ocho mil residentes que habían buscado refugio en Hifukusho ato, el depósito de ropa de Honjo, —área de seis mil setecientos metros cuadrados donde había un depósito y maquila de ropa militar—, murieron esa misma noche calcinados.
Pero lo peor estaba por llegar; entre el terremoto y el incendio más de dos millones de personas quedaron sin hogar, comida, ropa o atención médica; la población se sumió en la anarquía pasado el incendio y los rumores de que la población coreana estaba saqueando, envenenando los pozos y avivando las llamas con aceite corrieron por parte de la policía y los militares. Encendida la mecha, las turbas comenzaron a linchar a los ciudadanos coreanos, cosa que los militares aprovecharon para purgar a personas que estaban en contra del gobierno o que habían sido tachadas de comunistas, socialistas o anarquistas, independientemente de su nacionalidad. El saldo final fue de entre seis y nueve mil asesinados.
El primero de septiembre de 2023 —conmemorando cien años de la tragedia—, el director Tatsuya Mori presentó una película que rememora algunos de los hechos en Fukudamura jiken (El incidente de la villa Fukuda, 2023) quien al ser entrevistado sobre la negación de muchas personas acerca de lo sucedido expresó: “En el Japón actual creo que existe una tendencia fuerte y creciente a mirar para otro lado ante nuestra historia negativa. Pero creo que la gente crece recordando sus errores”.
Para conmemorar este trágico evento, en 1930 se creó el parque Yokoamicho en el lugar donde se encontraba el depósito de ropa; allí se alojaron las cenizas de cincuenta y ocho mil víctimas del terremoto. Además, se cuenta con el Salón Memorial de Tokio —también conocido como Salón Memorial del Terremoto— un museo del evento y lugar de rememoración de lo ocurrido. Cincuenta años después, en 1973 se erigió un monumento donde se menciona la masacre a la población coreana y desde 1974, todos los años, se hace un acto en honor a las víctimas.
Tratar de imaginar un incendio de tal magnitud es difícil en nuestros tiempos; a pesar de ver bosques enteros consumidos por las llamas alrededor del mundo, concebirlo en una ciudad, imposible. Tal vez pensando en esto, la página asia.nikkei.com tiene una infografía titulada “How fires spread across Tokyo for 46 hours” —Cómo se propagaron los incendios en Tokio durante 46 horas— y en la dirección tinyurl.com/bddhvc6t existen filmaciones de la época que documentan los estragos causados por el incendio y terremoto.
Mucho tiempo ha pasado y no debemos cargar con “los pecados de nuestros padres”, pero olvidar la historia puede dar lugar a que los acontecimientos se repitan. Japón dio un paso adelante al brindar todo tipo de ayuda a otros países y se encuentra entre los veinte con el mayor aporte per cápita, no solo en prevención de desastres, sino también en cooperación internacional y muchos otros tipos de ayuda.
Por una extraña casualidad, mientras escribía, recibí una llamada pidiendo ayuda para localizar al ingeniero Juan Cardona —a quien no conocía—. Después de unas cuantas horas de búsqueda, enviamos su teléfono. Lo interesante es que también encontramos un artículo que escribió: “Jorge Tulio Royo: Japón y Panamá” en 2018, en que se narra la historia de dicho personaje, panameño nombrado cónsul honorario en Yokohama, Japón, en 1919, y quien vivió el terremoto y lo sobrevivió. Les invito a hacer una búsqueda del mismo, conozcamos un poquito de su vida y tengamos una anécdota más que contar.
El autor es doctor en Comunicación Audiovisual y vicedecano de la Facultad de Arquitectura y Diseño de la Universidad de Panamá.