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- 10/03/2025 00:00
- 09/03/2025 14:10
Dentro de la vasta herencia cultural de Panamá, el arte Guna ha sido una expresión viva de identidad y resistencia. En este contexto, la obra de Oswaldo De León Kantule, también conocido como “Achu”, se erige como un puente entre el pasado y el presente, entre la tradición y la modernidad. Desde sus comienzos autodidactas hasta su participación en la prestigiosa Bienal de Venecia y su reciente premio otorgado por la FAO en 2025, ha trazado un camino singular en el arte panameño e internacional.
Nacido en Ustupu, en la comarca Guna Yala, Kantule creció rodeado de los colores y las formas de la naturaleza, elementos que hoy constituyen la esencia de su obra. Su proceso creativo está fundamentado en los principios del arte tradicional guna, como la dualidad, la abstracción y la multidimensionalidad.
“Mi arte está inspirado en la naturaleza que nos rodea, ya sea ambiental, humana o espiritual. Como un ser con raíces plantadas en la cultura ancestral guna y viviendo en el siglo XXI, obviamente estoy influenciado por los símbolos de mi comunidad y de otros”, explicó Kantule a este medio.
Desde joven mostró interés por la pintura, aunque inicialmente consideró estudiar arquitectura. Fue en la Escuela de Artes Plásticas de la Universidad de Panamá donde consolidó su formación. En su segundo año de estudios ganó el primer premio del concurso del Instituto Nacional de Cultura (INAC), superando incluso a algunos de sus profesores. Desde entonces, su arte ha sido su sustento y su pasión.
El trabajo de Kantule está profundamente influenciado por la simbología de su pueblo. La mola, el textil tradicional guna, es una de sus principales inspiraciones. “La mola es un libro ambulante que anda en la calle. Si se analiza su significado, se pueden encontrar historias y testimonios de una época”, detalló. Su técnica pictórica se basa en la aplicación de capas de colores que, como en la mola, se superponen para crear efectos visuales y profundidades simbólicas.
El artista no solo rescata la tradición, sino que la reinventa al integrar elementos contemporáneos en su obra. “Fusiono la simbología sagrada de los guna con los símbolos actuales que rodean al ser humano”, dice Kantule. En sus pinturas aparecen motivos modernos como logos de internet, envases plásticos y elementos del cambio climático, reflejando la intersección entre lo ancestral y lo globalizado.
En 2024, Kantule logró un hito histórico al participar en la Bienal de Venecia, uno de los eventos de arte más importantes del mundo. “Es el equivalente a ganarse un Óscar en el mundo del arte”, afirmó. Sin embargo, no representó a Panamá, sino a Bolivia.
La oportunidad surgió cuando Rusia, debido a su conflicto con Ucrania, cedió su pabellón en la Bienal a Bolivia, país que decidió abrir el espacio a artistas de toda América. “Bolivia incluyó a artistas del continente en su representación y así fui parte del evento”.
Su reconocimiento internacional se consolidó con la obtención del premio de la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura) en 2025, un certamen destinado a pueblos indígenas. La obra que le otorgó el primer lugar, titulada Un día de pesca, representa a una familia guna navegando en su cayuco, con una vela hecha de mariposas y peces que emergen del agua en un entorno mágico. “La pintura está inspirada en mis recuerdos de infancia, cuando salía a pescar con mi padre. Me enseñó a respetar la naturaleza y a no abusar de los recursos”, relató el artista.
El mensaje de su obra es claro: la sostenibilidad y el equilibrio entre el ser humano y la naturaleza son esenciales para la supervivencia de las comunidades indígenas. “Vamos a sacar solo lo que necesitamos. Si respetamos la naturaleza, ella nos seguirá dando”.
A pesar de su proyección internacional, Kantule mantiene un fuerte vínculo con su comunidad en Guna Yala. “Siempre vuelvo a la comarca, no fallo a las celebraciones”. Su bisabuelo, Nele Kantule, fue uno de los líderes de la Revolución Guna, y su familia ha estado profundamente involucrada en la defensa de su cultura. Su arte es, en muchos sentidos, una continuación de esa lucha.
El artista ha vivido en diversas partes del mundo, incluyendo Estados Unidos, Cuba y Canadá, donde tiene su taller principal. No obstante, insiste en que su cultura sigue siendo el eje de su identidad. “Hay quienes creen que por estar lejos se pierde la esencia, pero yo soy como una hierba que está pegada a la piedra: mientras más viento me golpea, más hundo mis raíces”.