Este evento que se vio fundamentalmente desde América, empezó sobre la medianoche de este viernes 14 de marzo y llegó a su máximo sobre las 3 de la mañana,...



- 16/03/2025 00:00
- 15/03/2025 14:08
Esta semana se dieron varios acontecimientos: los estudiantes volvieron a las aulas, la Asociación de Profesores de la República de Panamá (Asoprof) anunció que no descarta una huelga contra el proyecto de ley que aumentaría la edad de jubilación y eliminaría el sistema solidario de pensiones, los universitarios protestaron contra el alza en el precio del combustible y Estados Unidos siguió amenazando con tomarse nuestro canal por la fuerza.
A los profesores de educación artística nos toca el reto de darle a nuestros alumnos herramientas para que interpreten las artes y, por lo tanto, la realidad, a través de nuestra historia. Historia que, en el caso de Panamá, se remonta a más de 11,000 años a.C. Historia que, incluso en el arte, contiene relatos personales y sociales, tragedias y alegrías, sangre e ilusiones. El presente también es historia, por lo que quisiera sugerir a mis colegas que aprovechen el inicio del año escolar para visitar algunas obras y espacios de arte que nos pueden ayudar a reflexionar sobre este delicado momento de nuestra historia.
Espacio Arte, en la calle Belén del corregimiento de San Francisco, presenta “Relaciones originarias”, una muestra pictórica de obras latinoamericanas y panameñas cuidadosamente seleccionada de la extraordinaria y enorme colección del arquitecto Marcelo Narbona (1931-2021), un notorio mecenas y apasionado del arte pictórico. La curaduría estuvo a cargo de dos experimentadas curadoras: la panameña Gladys Turner Bosso, cofundadora de SIMBIÓTICA, “programa de acompañamiento a procesos de investigación artística”, quien ha realizado un gran número de proyectos artísticos en toda la región centroamericana, y la cubana Sandra García Herrera, encargada de curar la colección de la Fundación Los Carbonell, a quien conocí en 2019 cuando participamos en “Detrás del Muro”, proyecto de arte público en el marco de la Bienal de La Habana, fundado por el reconocido gestor y curador habanero, Juanito Delgado, quien murió demasiado pronto por complicaciones de Covid en 2021.
Turner Bosso explica que fue muy difícil hacer la selección, no solo por la gran cantidad de obras en la colección del arquitecto Narbona –más de tres mil– sino por su gran calidad. Al final, ambas curadoras hicieron su lista de piezas favoritas y coincidieron en casi todas. El resultado es una exposición formada por obras bidimensionales de distintos tamaños y técnicas, creadas por importantes artistas de la talla de Wifredo Lam, Raúl Vásquez, Priscilla Monge, Fernando de Szyszlo, Victoria Suescum, José Bedia, Moisés Barrios, Julio Zachrisson y Gustavo Araujo, por nombrar apenas un puñado.
“Relaciones originarias”, que da nombre a esta espléndida muestra colectiva, proviene del título de una pintura abstracta de Juan Carlos Marco (1930-2021), argentino radicado en Panamá, ya que fue la primera obra que adquirió Marcelo Narbona. Este “origen” y sus “relaciones” fueron los puntos de partida del viaje artístico del coleccionista, quien a lo largo de muchos años logró consolidar su visión personal, capturando, sobre todo, la particular y compleja estética del arte latinoamericano en las décadas de 1980 y 1990, aunque su colección también posee valiosas obras pertenecientes a décadas anteriores a estas, y más allá del siglo XX.
No hay espacio para más, así que me limito a detenerme en dos obras a manera de ilustración. Una de las piezas más hermosas y perturbadoras es Caracolario # 2 (El hombre y el caracol) (1990), un gran óleo de Victoria Suescum (Panamá 1961)). Pintura semiabstracta e íntima, conforma un cuadrado casi perfecto en el que, de un fondo oscuro sobresalen complejas capas de grises y blancos; brochazos intensos como una sábana desordenada o nubes que anuncian tormenta. Conviven también amarillos, naranjas y marrones. Una mano gruesa y masculina es la única pista ligada al título y, sin embargo, al otro lado del lienzo cuelgan figuras, amenazantes y sobre líneas acaracoladas, que parecen apuntar al sexo masculino: ¿erotismo y tensión amorosa? Banana Storm (1999), de Moisés Barrios (Guatemala, 1946) es otro notable óleo sobre tela en gran formato. Muestra un avión de combate oxidado y con piel de guineo o plátano, armado con misiles y estacionado en lo que parece un desierto ocre y abstracto, en apariencia monocromático. La pintura de Barrios comenta la nefasta influencia política y militar de las compañías bananeras en America Central durante el siglo XX, con el lenguaje propio del arte pop, y nos recuerda que las dictaduras y las intervenciones militares extranjeras empujadas por intereses corporativos estadounidenses no son cosas del pasado, como lo estamos viviendo hoy.
Como sabemos, el arte va mucho más allá de lo pictórico. El martes, 12 de marzo, se estrenó en un cine comercial de la ciudad capital el filme documental Hijo de tigre y mula, de la directora Annie Canavaggio, con un lleno completo de importantes figuras de la política panameña, incluyendo expresidentes y numerosas personalidades del arte, el cine, el teatro y la televisión, así como académicos y activistas de los derechos humanos y ecológicos. La película gira en torno al arduo proceso político y diplomático para obtener la firma y ratificación de los Tratados Torrijos-Carter, que por fin lograron revertir el canal y su zona a Panamá. Se centra en el lugar protagónico que ocupó el general Omar Torrijos Herrera en este hito histórico.
Cannavagio consiguió que este documental de una hora y cuarenta y cinco minutos se contase a través de materiales de archivo. Las fuentes incluyeron metraje de películas y videos provenientes de los Archivos Nacionales, televisoras de EEUU y del Grupo Experimental de Cine Universitario (GECU), de la Universidad de Panamá, así como una serie de extraordinarias fotografías de la Fundación Omar Torrijos Herrera, entre otras fuentes. Estos materiales visuales y el concepto de la película se enriquecieron tremendamente por la sofisticada banda de sonido de Richard Córdoba, que incluye entrevistas de archivo y recién grabadas (entre muchos otros, a Aristides Royo, Adolfo Ahumada y Nicolás Ardito Barletta) que funcionan como narradores en off, de relatos personales y sociales a la vez.
¿Es Hijo de tigre y mula un documental que mitifica a Omar Torrijos? Los primeros 45 minutos del filme se centran en construir la imagen de Torrijos como una figura salvadora de la política panameña de de la década de 1970, con un extraordinario carisma y capacidad de empatía, sobre todo con la vida campesina y su gente. El filme lo retrata a través de fotografías y videos en sus giras por el interior, con su sombrero militar de alas dobladas. Luego se muestra algunas escenas adversas a la dictadura “blanda” de Torrijos, sugiriendo, sin embargo, que no hay comparación con los cruentos regímenes militares del continente que plagaron la región en esa época.
La noche siguiente al estreno de la película tuve la oportunidad de compartir mesa con Annie Cannavagio y su equipo: María Neyla Santamaria, su productora creativa; el maestro sonidista Richard Córdoba; Carlos Arango, el conocido director de fotografía panameño, y el carioca Vicente Ferraz, coguionista y productor de la posproducción. Estos dos últimos fueron compañeros de estudios en la Escuela de Cine y Televisión de San Antonio de los Baños, en Cuba. “Annie” –le pregunté– “¿la Fundación Omar Torrijos Herrera ejerció algún tipo de influencia en la producción de la película? “Ninguna” me respondió– “Es más: ellos no tenían ni idea de lo que iban a ver en el estreno”. “Quisimos contar el documental desde el punto de vista de Torrijos, ponernos sus botas y caminar en ellas”, concluyó Richard Córdoba.
Es innegable la enorme importancia de este documental, ya que establece nuevos elementos en el lenguaje cinematográfico panameño, nuevas formas de decir y mostrar nuestra historia y cultura; en especial, la complejidad y la dimensión de lo que significó la firma de los Tratados Torrijos-Carter y su protagonista panameño, estemos o no de acuerdo con la interpretación de la figura política de Torrijos como líder carismático o dictador, visionario o estratega. Por razones de los onerosos derechos de autor, este filme extraordinario solo estará en cartelera durante dos semanas en Panamá. Todos los panameños deberíamos correr a verlo y reflexionar sobre él.
En conclusión, todas las artes nos dan lecciones de historia y diplomacia, que bien pudiesen aplicar nuestros lideres actuales.
Gracias a José Luis Rodríguez por su apoyo en la redacción de este artículo.
El autor es cineasta, artista visual y educador.