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- 11/12/2019 12:21
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Todos los caminos del Paraguay católico conducen hasta este domingo a la basílica de Caacupé, centro de una de las mayores peregrinaciones marianas de América Latina y púlpito en el que la Iglesia local pone el dedo en la llaga sobre la desigualdad y la corrupción política.
En carro, en autobús, a pie, en bicicleta, incluso en carretas de bueyes, son miles los paraguayos que desde que comenzó el novenario marchan a la localidad de Caacupé, a unos 55 kilómetros de Asunción, para rendir tributo a la Virgen del mismo nombre y hacer gala de fe y religiosidad popular.
Una expresión, la de un pueblo de mayoría católica, que tendrá su estallido el domingo, el día de la Virgen de los Milagros, patrona de Paraguay, una veneración que se remonta a mediados del siglo XVIII.
Aunque es desde la primera novena cuando los fieles acuden a esta localidad del departamento de Cordillera para pedir la intermediación de la Virgen a sus problemas personales, de salud o económicos, o para cumplir las promesas que le hicieron, como la de ir caminando hasta la basílica.
Este sábado eran centenares los peregrinos que formaban un cadena humana por las rutas principales a Caacupé, tanto las que conectan con el Gran Asunción como con el interior del país.
Así, un anónimo peregrino de Luque recorría los 37 kilómetros que separan esa ciudad de Caacupé como lo viene haciendo desde hace 55 años para dar las gracias a la Virgen.
"Cumplo la promesa tras la curación de mi hermano de una meningitis", dijo a Efe el hombre, protegido con un sombrero de paja del inclemente sol paraguayo.
Otros hicieron la peregrinación en bicicleta, caso de un grupo de 80 personas de la localidad de Ñatiury Guazú, departamento de Caaguazú, a unos 160 kilómetros de Caacupé.
"Vengo a pedir por la salud de mi familia y también por terminar con éxito mis estudios", explicó a Efe Miguel, un estudiante de veterinaria perteneciente.
Todos ellos se unieron a la marea que hasta el domingo se agolpa en el interior y en el exterior del templo, que fue ascendido al rango de basílica menor por un decreto del Vaticano en julio de 2015, coincidiendo con la visita del papa Francisco.
El otro punto de peregrinación es el Tupãsy Ykua (Pozo de la Virgen, en guaraní), una serie de caños que expulsan las aguas de un manantial que, según la creencia, tienen propiedades sanadoras.
Una creencia que no pierde vigor a juzgar por la cantidad de personas que hacían cola para llenar de agua sus recipientes, muchos de ellos con la imagen de la Virgen y
Una imagen que es omnipresente estos días en el municipio, dominado por los puestos de venta de figuras de la Virgen, camisetas con su rostro, además de rosarios, escapularios, estampillas y otros objetos del santoral católico.
Todo ello en medio del bullicio de las bandas de música, de los puestos de comida y, por supuesto, del eco del sermón de la misa que se celebra en la Basílica.
Y es que las homilías de la misas que durante el novenario tienen lugar en Caacupé son replicadas por todos los medios de comunicación paraguayos y esperadas con cierto recelo por parte de la clase política, ya acostumbrada a ser el blanco de los obispos.
Sermones que representan las diferentes sensibilidades de la Iglesia del país sudamericano, pero coincidentes en cuanto a las debilidades de la democracia paraguaya, ensombrecida por la pobreza, la corrupción, el nepotismo y un sistema judicial cada vez más desprestigiado.
El miércoles, por ejemplo, Mario Medina, obispo emérito de San Juan Bautista Misiones, pidió a jueces y fiscales que la "Justicia no siga siendo la conveniencia de los más fuertes".
Un día antes, el obispo de Encarnación, Francisco Pistili, habló de la existencia en Paraguay de dos tipos de Justicia: "la llamada Justicia para unos y Justicia para otros".
Esas homilías confluyen en la misa mayor que se celebra el domingo, al alba, y a la que tradicionalmente asiste la plana mayor del Gobierno, con el presidente del país a la cabeza.
Ninguno de los mandatarios que han acudido se han librado de escuchar una partitura centrada en la corrupción, la desigualdad y la incapacidad de los Gobiernos para superar esa situación.
Hasta ahora la Presidencia no ha confirmado la presencia el domingo del jefe del Ejecutivo, el conservador Mario Abdo Benítez.