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- 17/05/2023 00:00
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La industria de la moda es la segunda más contaminante en todo el mundo: el renglón del vestido utiliza cada año 93.000 millones de metros cúbicos de agua, un volumen suficiente para satisfacer las necesidades de 5 millones de personas; además, cada año se tira al mar medio millón de toneladas de microfibra, lo que equivale a 3 millones de barriles de petróleo, de acuerdo con la Organización de las Naciones Unidas.
Frente a esta problemática, la Asociación de Diseñadores de Moda y Afines de Panamá, en alianza con el Museo de la Libertad, presenta la exhibición 'Vístete despacio', una muestra que invita a las personas a repensar en las prendas que utilizan.
La exposición la integran los vestidos que fueron, algunos, hechos con materiales reciclados u otra materia ecológica; otros se han hecho con mano de obra artesanal. Cada pieza la acompaña una pantalla que proyecta un video donde el diseñador explica la historia de cómo la pieza fue creada para 'Vístete despacio', explicó Elvira López Fábrega, directora ejecutiva del Museo de la Libertad.
En la muestra, que estará hasta el 18 de junio, participan los diseñadores o marcas panameñas Boris Quintana y Reguina Parra con el vestido corto/ top 'Papo nómada'; Nicolás Real la Cartera de Denim /Vestido negro corto 'Colección Esther54'; Fátima Vargas con un conjunto masculino de tres piezas 'Resurgir'; Liz Marie Vernaza con una cartera de acrílico, María Regina Isaza Meza con un vestido corto, 'Amelia'; Originaria con el vestido corto 'Danainae'; Taarach con un cinturón 'Sutu (Resto o Remanente)'; Tocado en Flor con un broche 'Rosalía'; Edda González con un vestido de gala 'Imana'; Jurandir De Oliveira con el vestido largo 'Nuevo mundo'; Xaman con un conjunto de pantalón y top 'Luisa Pantalón y Capetillo Top'; Buenamoza by Luz Terán con los aretes y anillo, 'Detalles arquitectónicos'; Diana Arcila con el vestido corto 'Naturalia'.
La idea de hacer este proyecto artístico nació del gremio y del museo, ya que el planteamiento del problema los involucra a ambos. La industria de la moda afecta directamente los derechos humanos, una temática que está intrínsecamente relacionada con el Museo de la Libertad.
“Ellos han expuesto piezas exclusivas y otras que son parte de las colecciones que presentan a lo largo del año. Fueron elaboradas con parámetros vinculados a los que queremos exponer en esta muestra: el respeto a los derechos humanos. El trabajo justo, remunerado, y que sea respetuoso con el medio ambiente”, dijo la directora
“En la industria de la moda hay toda una cadena de producción en muchos lugares del mundo que conlleva una grandísima explotación laboral, hay muchas personas que trabajan entre 5 a 14 horas diarias con sueldos ínfimos, en las condiciones que no tienen ningún derecho de seguridad social, están completamente desprotegidas”, lamentó Fábrega durante una entrevista con La Estrella de Panamá.
Durante la muestra se explica un lamentable hecho: la Organización Internacional del Trabajo estima que 170 millones de niños están involucrados en el trabajo infantil, muchos de ellos en la fabricación de textiles y prendas de vestir. En los países en desarrollo, donde el algodón es uno de los principales cultivos, se recluta a niños para la cosecha de la delicada planta, sometiéndolos a largas jornadas de trabajo en las que están expuestos a pesticidas y duras condiciones, por las que reciben una remuneración inferior al salir o mínimo.
Y es que la explotación laboral no se percibe cuando se compra una prenda, muchas veces esconden una dura realidad: “Muchas marcas y grandes firmas de moda externalizan la producción de ropa en países en desarrollo, donde los derechos de los trabajadores son casi inexistentes y el salario mínimo es muy inferior al de los países occidentales donde venden los productos. En estas fábricas, los trabajadores realizan jornadas diarias por un salario de $3,00 por turno. La mayoría son mujeres (80%), las cuales son sometidas a la explotación en condiciones peligrosas e insalubres, sin acceso a atención médica o protecciones laborales básicas”, se lee en una de las láminas.
'Vístete despacio' hace un llamado de atención frente a la cadena de suministro que involucra a la industria de la moda. “El incendio en una fábrica de Pakistán en 2012 y el colapso de Rana Plaza en Bangladesh en 2013, fueron un punto de inflexión: un alarmante llamado de atención sobre las condiciones laborales de los trabajadores”.
Antes la realidad en la industria no era así, pero la globalización y todas sus invenciones, junto con sus consecuencias, han traído efectos catastróficos para el ambiente. De acuerdo con 'Vístete despacio', “antes de 1800 el proceso para la confección de ropa y accesorios era lento: se necesitaba obtener materiales como la lana o el cuero, prepararlos y tejerlos, para luego confeccionar prendas. La revolución industrial introdujo nuevas tecnologías, como la máquina de coser, gracias a la cual la confección se volvió fácil, rápida y económica”.
En los años 60,70 del siglo XX, se lee en la lámina 'Un poco de historia', los jóvenes estaban creando nuevas tendencias y la ropa se convirtió en una forma de expresión personal, pero aún no había distinción importante entre la alta costura y las tiendas de moda en la calle. Esta realidad cambió completamente a finales de las décadas 1900 y 2000: los minoristas de moda rápida se apoderaron de las principales calles de las grandes ciudades y las compras en línea empezaron a tener una gran acogida entre los consumidores.
Y todo este gran consumo de prendas de manera desenfrenada ha sido bautizada como el fast fashion, “una industria rápida tanto en su vertiginosa velocidad de producción y distribución, como en la efímera duración de las prendas destinadas a ser utilizadas por el breve periodo de tiempo en el que sigan estando de moda”.
“La presión que hacemos los consumidores es supremamente importante, no estamos conscientes del poder que tenemos como consumidores. Si nosotros exigimos a las grandes compañías dedicadas al fast fashion que tengan que hacer su ropa con base en unas condiciones justas para sus trabajadores y para el medio ambiente, habrá cambios (...) Y si no tienes la posibilidad económica de invertir en algo más costoso, se encuentra la opción de reciclar o intercambiar la ropa”, recomendó Fábrega.