La corrupción ha sido identificada como el mayor obstáculo para el desarrollo económico y social del país por la ciudadanía y por organizaciones internacionales,...
- 07/05/2017 02:00
Eso debe ser. En serio. La culpa es toda nuestra. Nos ven la cara de buena gente, de aquellos que son pasieros, que te dan la mano y que con la misma facilidad que te piden un dólar te lo dan si lo tienen y lo necesitas. Nos vieron la cara y se están aprovechando.
Nos conocen, saben que el panameño es intrínsecamente bueno. Nos tienen bien calados en este país los políticos de mierda que nos gobiernan. Que nos han gobernado. Los que nos gobernarán.
Saben muy bien con la ralea con la que lidian los que están en la asamblea, saben que nos pueden torear, que somos ganado manso, que nos hacen un par de manoletinas y revoleos de capote, nos ofrecen un par de libritas de arroz y un suéter y listo, les perdonamos los malos hechos y los malos dichos.
Eso es, señores, que nosotros no sabemos disimular nuestra bonhomía. Que un buen pueblo no se merece la jarca de golfos apandadores que andan dirigiendo su destino.
Pero no es solo que aún no sepamos completo el cuento de la compañiota de los jugosos repartos y sus socios panameños; no es solo que piensen que somos niños de teta y que pueden contarnos un cuento largo y otro corto y que nos vamos a tragar que los malos son siempre los mismos y que los otros, o sea, estos, son tan, pero tan buenos, que ni siquiera se manchan el culo de mierda cuando cagan. No. Es que además de tener que tragar desmanes entre los tres órganos, que se lavan las manos unos a los otros en connivencia y pan amor y compañía.
Nos tienen medidos y pesados y saben que no somos pueblo de navajazo fácil, a pesar de los aspavientos de los borrachos de cantina y de un par de elementos que embisten a taxistas que tratan de hacerse los vivazos (cosa que, por otra parte, muchos aplaudimos aunque no tenemos el carro, ni los arrestos, para hacerlo). Nos tienen el traje hecho y saben que no vamos a apedrearlos por la calle, ni a escupirles en un restaurante, ni a ponerlos como chupa de dómine cuando salgan de la misa de once.
Y como saben que somos buena gente, pacíficos y que, aunque nos encanta gritar virtualmente en las redes sociales, al final, en la real de la leyenda, no hacemos nada. Ellos lo saben, ¡oh, sí!, lo saben. Así que tenemos que aguantar que se burlen de nosotros. Que no hay huecos en las calles, dice el tipo, y se queda más ancho que largo.
No hay huecos en las calles. Dijo él. Que él nunca ha caído en ninguno. Y los que todos los días manejan por calles de mierda, a las cuatro y media de la madrugada para poder llegar a su trabajo a las ocho, a todos los que quedan atrapados en un puente que lleva décadas en reparación, a todos los que tienen que caminar kilómetros por trochas de barro para poder llegar a dictar clases en un escuela, a los que tienen que ver de dónde sacan el dinero para poder reparar su auto dañado por haber caído en uno de esos huecos que no existen, que son fantasías nuestras, les han pegado un bofetón en toda la cara.
Y el Presidente va y lo defiende. Y luego él va y se disculpa. Y yo, aquí y ahora le hago una oferta al Sr. Ministro del MOP, que venga a darme una entrevista de descargo, pero en mi carro, paseando. A ver si vemos huecos.
COLUMNISTA