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- 06/11/2022 00:00
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El arqueólogo Howard Carter descubrió la tumba casi intacta del faraón Tutankamón en el Valle de los Reyes el 4 de noviembre de 1922, un evento central en la historia de la arqueología que impulsó la fascinación global por el Antiguo Egipto que perdura a día de hoy.
Cien años después, el mundo celebra esta efeméride y la sitúa en el centro de la agenda cultural de museos, universidades y bibliotecas; pasión que ha impregnado también la cultura popular y cuyo reflejo se puede ver en redes sociales bajo los hashtag #Tutankhamon #Egyptomania o como inspiración para infinidad de películas, novelas y videojuegos.
El hallazgo de la tumba de Tutankamon cambió la concepción de la egiptología, indica a EFE el presidente de la Fundación Gaselec y responsable del Museo Egipcio de Melilla, Gustavo Cabanillas, quien considera que “le recordó al pueblo egipcio el orgullo de su pasado y la obligación de proteger su patrimonio de las potencias coloniales extranjeras” y obligó “al mundo académico a mejorar los procedimientos arqueológicos”.
Coincide con él la jefa del departamento de antigüedades egipcias del Museo Arqueológico Nacional, Esther Pons: “Este descubrimiento fue tan significativo en la egiptología que provocó un aumento de estudiantes que quisiesen estudiar esta especialidad”, lo que derivó, a su vez, en un incremento de las misiones arqueológicas extranjeras en Egipto.
“El interés por Egipto ya existía antes del descubrimiento de la tumba de Tut, pero bien es cierto que a partir de entonces se acentuó muchísimo”, afirma Pons, codirectora de la Misión Arqueológica de Oxirrinco, en el Alto Egipto.
De acuerdo con esta egiptóloga, “en el caso de la egiptomanía lo veremos sobre todo en las clases pudientes europeas, que llenaron sus casas de mobiliario con 'acento' egipcio, sus vestimentas, joyas, frascos de perfume y esculturas”.
“Hay un antes y un después del descubrimiento”, en palabras de Cabanillas, también responsable del Museo Egipcio de Melilla, en referencia al creciente interés por esta disciplina que se trasladó con el paso del tiempo a la sociedad en general.
El gran tesoro compuesto por más de 6.000 piezas, entre las que destacan la máscara y el sarcófago de oro macizo de Tutankamón, hizo volar la imaginación del público y abrir sueños sobre la riqueza de esta civilización.
También abrió un interés en los museos y prácticamente en todo el mundo. La fascinación global por esta civilización se tradujo en una idealización alejada de la realidad y del día a día de la vida del campesino y de las clases bajas que se enfrentaban diariamente a la muerte que les acechaba “a la vuelta de la esquina”, mientras que “a nosotros solo nos ha llegado el 'glamur' de la corte y la buena vida de la familia real”, aclara Cabanillas.
Los medios de comunicación también han tenido parte de responsabilidad en potenciar esta romantización haciéndose eco del “mito de la maldición” que se supone persiguió a los descubridores de la tumba, a lo que Pons suma “la gran cantidad de lagunas, dudas y desconocimiento sobre la antigua civilización egipcia”, en especial, acerca de las momias.
Precisamente, Cabanillas cree que “quizás sea gracias al tesoro hallado en el interior de la tumba, que el Antiguo Egipto saltara al gran público”.
Con el hallazgo de la tumba del 'faraón niño' , la participación de los egipcios quedó en el olvido en el contexto de una colonización europea que premiaba la figura del hombre blanco.
Desde su restaurante en Lúxor, pegado al templo de Tutmosis III y decorado con recortes de prensa del día en el que Tutankamón emergió a la superficie, Nubi Abdelrasul explica con orgullo a EFE cómo su familia, que se dedicaba a las excavaciones y a la agricultura, “empeñó un papel destacado en los descubrimientos de esta zona” repleta de tesoros. Su padre y su abuelo fueron los encargados de las excavaciones en la zona de Al Qurna, en la antigua Tebas, en la que se ocultaban la mayoría de las reliquias descubiertas a finales del siglo XIX.
Según Nubi Abdelrasul, la relación de su clan con Carter empezó cuando la Autoridad de Antigüedades de Egipto le aconsejó que designara a su familia para labores de excavación.
“Mi abuelo, Mohamed Abdelrasul reclutó a los trabajadores en la familia y a otros de un pueblo cercano, ya que en aquella época no había tanta población”, explica.
De acuerdo con el relato de la familia, Hassan Abdelrasul, padre de Mohamed, con tan solo 12 años, ayudaba a su abuelo trajinando agua a lomos de un asno para saciar la sed de los trabajadores hasta que un día uno de los botijos cayó al suelo y formó un pequeño hoyo. Los trabajadores cavaron en la zona donde se filtró el agua y descubrieron el primer escalón de la entrada de la tumba.
“Carter empezó a correr y alzó al niño gritando: '¡Hoy es el día de los días!”, explica Nubi, sobre cómo la torpeza de su progenitor fue el motivo de uno de los descubrimientos más importantes de la historia. Ese mismo niño sería luego inmortalizado en un retrato que tomó Carter, posando con el collar de oro del faraón.
Daniela Rosenow, egiptóloga e investigadora en el archivo del descubrimiento de Tutankamón de la Universidad de Oxford, asegura a EFE que a pesar de que la foto del niño con el collar del faraón sea real, desconoce la identidad del menor.
“Para ser honesta, no creo que el niño del collar sea Hassan Abdelrasul. Hablo desde el punto de vista de nuestros archivos, ya que nadie escribió su nombre”, asevera la experta en una entrevista.
Más allá de esta anécdota, sí está claro que Carter reclutó a cientos de trabajadores, muchos menores de edad, algo que en aquella época “era normal”, según Rosenow, para ayudarle a desenterrar la tumba, ya que los excavadores egipcios tenían mucho conocimiento y experiencia sobre el terreno.
En esto también coincide el presidente del Instituto de Estudios del Antiguo Egipto, Francisco J. Martín, quien aseguró a EFE que más allá de la existencia de algún tipo de evidencia física, la relación de Carter, que mantenía excelentes lazos con la población local y que a diferencia de muchos de sus exploradores coetáneos hablaba árabe, fue esencial para el descubrimiento.
Carter era también, según Martin, un hombre visto con rechazo y envidia por la comunidad egiptóloga británica, muy clasista, pues él no tenía formación académica, y eso también le pudo llevar a tener mejor trato con los trabajadores locales.
Como resume Rosenow: “Carter nada hubiera hecho sin egipcios”.
Tan solo se conocen a través de los archivos del arqueólogo, donados por su sobrina a la Universidad de Oxford, los nombres de cuatro de los capataces que sacaron al faraón de las arenas del desierto.
Estos documentos, incluidas las fotos, muestran “un lado de la historia”, la del “siglo de oro de los descubrimientos, que fueron contados por la colonización” británica.