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Tulenega, los gunas regresan al dominio de tierra firme
- 01/09/2023 00:00
- 01/09/2023 00:00
Hasta 28.000 miembros de la nación Guna, según estimaciones, retornarán a tierra firme, como consecuencia de la subida del nivel del mar que hundirá las 38 islas habitadas del archipiélago de San Blas, pero eso no es nada nuevo para un pueblo que ha vivido migraciones forzosas, porque “somos de tierra firme”, como lo afirmó el investigador y experto Bernal Damián Castillo Díaz.
La presentación de su nueva obra Anmar Nabba Tulenega: nuestro territorio. Estudio histórico y etnohistórico del pueblo gunadule en el siglo XIX, en la pasada Feria Internacional del Libro de Panamá, fue la excusa para dar un repaso al “olvido” y la “invisibilización” que ha vivido la nación Guna sobre su participación en la construcción de Panamá, por parte de los historiadores, y que Castillo se propone poner al día con una profunda investigación.
La migración interna a Nuevo Cartí de los habitantes de la isla Gardi Sugdub, luego de casi 15 años de espera, y con el agua literalmente en los tobillos cada día más frecuentemente, es inminente, y será la prueba piloto para la gran operación de evacuación del resto del archipiélago, que quedará bajo las aguas en un par de décadas, según los cálculos acelerados por el cambio climático.
Pero Castillo reafirma que “los gunas somos de tierra firme”, en el ameno conversatorio en el que recordó que la primera gran migración forzada de su pueblo, de la vertiente del Pacífico al Caribe, fue provocada por la presencia de los españoles y las epidemias que trajeron, además del régimen de esclavitud que impusieron; la segunda se produjo de tierra firme a las islas de San Blas por las amenazas de los caucheros de Colombia, instigados desde EE.UU., que querían explotarlos.
Su obra fue presentada por el catedrático de la Facultad de Derecho de la Universidad de Panamá, Hernando Franco Muñoz, quien contextualizó el momento citando al escritor colombiano William Ospina, al que se refirió diciendo “las culturas de los pueblos nativos americanos fueron totalmente descalificadas por la cultura de los pueblos europeos que los invadieron”.
“Aquí fue declarado salvaje todo lo que no correspondía al modelo de una civilización que se impuso no mediante la argumentación, sino mediante la espada y la pólvora, esto sentó el precedente de que la verdad es la fuerza; adorar las figuras de piedra o una rana de oro es insensatez y barbarie; adorar un par de leños cruzados es un acto profundo de sensatez y piedad, y ello solo porque los leños venían respaldados por cañones y por abundante munición”, añadió.
Resulta que Bernal en su investigación encontró la casi desconocida Ley 89 de 1890 que reguló las relaciones entre el Gobierno colombiano y los aborígenes, a los que califica de “salvajes que van reduciéndose a la vida civilizada”, según Franco.
En aquel tiempo en que Panamá era un departamento de Colombia, los gunas, por esa ley, eran tutelados por misiones católicas y tratados como menores de edad en cuanto al régimen civil y penal del Estado, quedando en el desamparo por los sucesivos gobiernos, y no cambió con la separación del 3 de noviembre de 1903.
Los gunas tuvieron que enfrentarse, antes de la independencia de 1821, a los cimarrones, por órdenes de los españoles que no les permitían retomar sus tierras en la vertiente del Pacífico, como ocurría en Palenque, donde los dejaban libres a condición de no permitir el avance de los dules.
Bernal, que también ha escrito sobre los derechos de los pueblos indígenas, sobre el acceso a la información de los pueblos indígenas durante la pandemia de la covid-19, sobre la etnografía de la salud guna y el traslado de la comunidad Gardí Sugdub, ha recorrido el mundo para recopilar información sobre su pueblo que es ignorada en Panamá.
Para llenar el vacío que existe sobre la historia panameña del siglo XIX, cita que “autores como Figueroa Navarro o Castillero y otros, repiten mucho un estilo de hacer historia en torno a personalidades políticas, pero no se han estudiado aspectos como el papel que jugaron los pueblos indígenas en la construcción de la nación panameña”, terció el catedrático.
Castillo afirmó que Castillero Calvo se equivoca al decir que los gunas aparecieron en Panamá en 1610, “es mucho antes, yo no estoy de acuerdo” y recalcó que hasta Turbo llegó al territorio, y el famoso Necoclí, de donde parte ahora la ola de inmigrantes irregulares hacia la selva de Darién en Panamá, es una palabra guna.
Los dule nacieron entre el siglo XII y XIII en el cerro sagrado para ellos, el Tacarcuna (1.875 metros de altura), en la sierra de Darién, cuna de Paya, en el límite con Colombia, de acuerdo con el autor, que recoge la tradición oral de su pueblo.
El escritor también destaca que los gunas tuvieron la suficiente capacidad de negociación, con la Corona Española primero, y luego con el centralismo colombiano, para garantizarse un espacio propio en su comarca, no siempre en las mejores condiciones, pero lograron defender y preservar su cultura y costumbres.
Bernal asegura que la comarca “existió en el siglo XIX, era una de las primeras comarcas latinoamericanas, en Panamá” y presentó un mapa de la época con nombres en lengua dule nega que demuestra este hecho de un pueblo milenario que es un desconocido en su propio país.
Incluso, tras repasar la legislación colombiana hacia los gunas, encontró un tema “para debate con los arqueólogos, sobre los Cuevas, a los que se ubica en la cordillera en un mapa de 1795 de Manuel García que reposa en la Biblioteca Nacional de España”.
“Sabemos que los Cuevas fueron desaparecidos, exterminados”, los historiadores tendrán que decir porqué paso, y otro dato interesante que la palabra Cuevas los gunas saben que en castellano sería el azúcar”, pero instó a investigar más ese capítulo de la historia para esclarecerlo.
Los gunas poblaron desde Punta Arenas (Cartagena) y Turbo (Antioquia, Colombia) hasta el río Chagres y Punta Escribano, e incluso hay vestigios de su presencia en el Pacífico de Darién, hasta el actual Chepo (Zipu en su lengua), además su toponimia y lingüística están presentes en la zona, desde antes de la colonia, alegó el autor.
“Es necesario que se conozca el Panamá profundo porque seguimos con el imaginario del siglo XIX, porqué en 1903 escogieron llamar balboa a la moneda nacional, qué pasó allí, se olvidaron de Victoriano Lorenzo, de Pedro Prestán, es un proceso que es necesario que se investigue”, aseguró.
Beltrán es miembro investigador del Instituto de Patrimonio Cultural del Pueblo Guna, del Centro del Desarrollo Ambiental y Humano, y coordinador de la Oficina de los Pueblos Indígenas de la Universidad de Panamá.
Cerró su exposición anunciando que está en marcha la investigación sobre “la participación de los gunas en la independencia de Panamá, con sus nombres”, para resaltar su historia y su cosmovisión.
Al otro lado de la frontera, los colombianos los identifican como pueblo Tule y los localiza distribuidos en los municipios de Ungía, en el departamento del Chocó, y la mayoría en Turbo y Necoclí, en el departamento de Antioquia y su lengua pertenece a la familia lingüística chibcha, de acuerdo con un escrito del Ministerio de Cultura de Colombia de 2010.
“Los tule mantienen constantemente contacto entre los habitantes de los asentamientos panameños, como entre estos y los miembros del pueblo Tule habitantes de los asentamientos colombianos”, precisa la fuente.
En tiempos prehispánicos –añade– los tule se extendían desde América Central hasta el altiplano cundiboyacense, y en sentido inverso, desde la serranía de Mérida, en la República de Venezuela, hasta el océano Pacífico (Arango & Sánchez, 2004).
Refiere que en el siglo XVII los tule mantuvieron varios enfrentamientos por tierras con el pueblo Emberá Katío. Durante la colonia fueron reconocidos como comerciantes de quina, cacao y pieles, que intercambiaban con escoceses, franceses e ingleses, por armas, vestuario y artículos europeos (Morales, 2004).
“Otros tules no contaron con tan buena suerte en la Colonia, fueron obligados a trabajar en extracción minera (Arango & Sánchez, 2004)”, historias parecidas para reflexionar en una hamaca.