Un sueño hecho a la medida

  • 23/11/2014 01:00
La guayabera nació en Cuba. Pero Alberto Pons la adaptó, la popularizó y la exportó desde Panamá

1953. Una avioneta se posa sobre la pista desdibujada por el calor en el Aeropuerto Internacional de Tocumen. En ella viajaban dos jóvenes cubanos. Uno de ellos, Alberto Francisco Pons Jacobo, se encontraba de paso hacia los Estados Unidos.

Alberto no lo sabía entonces, pero pronto conocería a una mujer que transformaría aquel país desconocido y sofocante en su nuevo hogar. La guayabera con la que arribó a Panamá se convertiría, durante los próximos años, en una pieza popular que vestirían tanto los presidentes como sus guardaespaldas. Si en la isla había sido otro más dentro del clan Pons Jacobo, una familia vinculada al mundo de las artes y la costura, su destino en el Istmo era convertirse en el ‘Rey de las guayaberas’.

2014. Dup, dup, dup... El único sonido que se puede escuchar en el amplio e iluminado galpón es el que producen las máquinas de coser. En la fábrica de Confecciones Comodoro, fundada por Alberto Pons a mediados de los cincuenta, 120 personas confeccionan hasta 500 guayaberas al día, de diferentes colores y estilos en el más absoluto silencio. En perfecta concentración cortan las camisas, para luego proceder a coserle las alforjas y los cuatro bolsillos, elementos que definen a esta prenda de vestir.

Después del control de calidad las guayaberas son envueltas en plástico y distribuidas en las diferentes tiendas de la familia. La mayoría (alrededor de un 40%) serán vendidas en el extranjero, en mercados como el de Miami, Venezuela, Curazao, Aruba, Puerto Rico, Chile y Angola.

Es la encarnación de uno de los sueños que hilvanó Don Alberto antes de su muerte el 19 de octubre de este año: crear una marca país capaz de imponer su calidad frente a las cambiantes tendencias de la moda. El otro fue el de velar por su numerosa familia y sus amigos hasta el día de su muerte, que ocurrió cuando el aneurisma que se alojaba en su vena aorta cedió finalmente, apagando una vida dedicada al trabajo.

LAS PRIMERAS PUNTADAS

Alberto Pons nació en 1928, en Santiago de Cuba. Era la época de los viejos soneros, del Trío Matamoros. El futuro empresario, cuya familia tenía ascendencia catalana y árabe, comenzó a trabajar a los 14 años, después de la muerte de su progenitor. Desde temprano se inició en el negocio de las guayaberas, abriendo un modesto pero próspero taller. Pero un viaje cambiaría sus planes. En Panamá conoció a Thays, la mujer que lo desarmó a primera vista, que hizo que en su ceño se apagara la fiereza.

Pero, en realidad, la decisión de cerrar su taller en Cuba y probar suerte en otro país no fue tomada solo por el corazón. En la isla el régimen de Batista comenzaba a tambalear, producto de la presión revolucionaria ejercida por Fidel Castro. El futuro era incierto. ‘El decidió vender todo y aventurarse. Hoy en día muy poca gente hace eso, a los 21 años’, comenta Alberto Pons (hijo) sentado en la oficina que antes ocupaba su padre, ubicada al final de un pasillo por cuyo piso de baldosas desniveladas pasan empleados empujando percheros sobre ruedas de los que cuelgan guayaberas de diferentes colores envueltas en plástico.

GALA TROPICAL

Después de establecerse en Panamá, Don Alberto comenzó a conocer mejor al país y a su gente. Entabló amistad con otros empresarios incipientes y con figuras políticas y de la milicia, como el general Omar Torrijos Herrera y el entonces coronel Manuel Antonio Noriega. Pero necesitaba entrar en la industria textil para continuar con la tradición de su familia.

Lo logró al asociarse con Rogelio Rodríguez Suárez, dueño de la fábrica donde se confeccionaban las camisillas marca Corona. Nace así Confecciones Comodoro y la guayabera panameña, originada a raíz de la fusión entre la camisilla (que forma parte del traje típico masculino) y la guayabera cubana. El resultado sería una prenda de vestir híbrida, menos rígida que la guayabera tradicional, más holgada y más fresca. Sería bautizada como ‘Panabrisa’, un nombre que hacía referencia tanto a su frescura como procedencia.

Si bien las variantes introducidas por Don Alberto fueron innovadoras, la Panabrisa no fue la primera guayabera en ser introducida en el mercado local. Pero su calidad fue superior, llegando a reemplazar al saco y la corbata como el ‘vestido de gala tropical’, tal como rememora el empresario Arturo Melo, un viejo amigo de Pons.

El reinado de Don Alberto crecía con cada puntada. Pero en el terreno personal la tragedia acechaba. En diciembre de 1966 Thays (su primera esposa y la razón por la que había abandonado la isla que lo vio nacer) fue asesinada durante un robo en la residencia familiar. Le sobrevivirían su esposo, quien no se encontraba en el hogar al momento del crimen, y sus hijos, Alberto Pons (hijo) y Juan Manuel Pons. Una de las calles que atraviesan el barrio de El Cangrejo lleva su nombre.

Con el tiempo el hombre de negocios superaría la viudez para casarse tres veces más, dos de ellas con la misma mujer. Su tercera esposa fue Fanía Arias, que, a pesar del divorcio, no se apartó de él durante sus últimos días.

UNIFORME DEL PROCESO

En la década de los setentas la guayabera comenzaría a perder su estatus como ‘signo de prestigio’ para convertirse en el uniforme adoptado por guardaespaldas y funcionarios públicos. Era la época de la dictadura militar y, en cierta forma, la guayabera fue identificada como parte del ‘proceso revolucionario’.

El empresario conoció a Torrijos Herrera en el Hotel La Siesta, donde ambos coincidían durante los fines de semana. No solo llegó a formar parte del círculo de confianza del caudillo, sino que se estableció un pacto entre ellos. De acuerdo con Melo el militar le había asignado una misión muy especial al ‘Rey de las guayaberas’. Si en una fiesta el general, tratando de olvidar las presiones del poder, se pasaba de tragos, Don Alberto tenía la obligación de intervenir inmediatamente.

-Hey, Omar, ya es hora de irnos…

El hombre fuerte de Panamá acataba la recomendación del amigo sin objeciones y ‘se iba tranquilito…...

¿Esta influencia sobre Torrijos contribuyó a la popularidad que la marca Panabrisa alcanzó en los setentas? Melo lo descarta, aunque durante esa década el estado panameño fue uno de los clientes de Panabrisa. Lo cierto es que el vínculo que unía al militar y a quien fuera uno de los fundadores del Partido Revolucionario Democrático (PRD) se hizo más fuerte con el paso de los años. Además de servirle como consejero en temas políticos y de intermediario con la clase empresarial, Don Alberto acostumbraba a viajar en el mismo avión que Torrijos. Adolfo Pons, otro de sus cinco hijos, comenta que el día del deceso del general su padre también se dirigía a Coclesito, solo que en esa oportunidad abordó otra aeronave. El azar lo salvaría de ocupar un puesto en el avión que se estrelló.

EL TRONO DEL PRIMOGÉNITO

Años antes de encontrarse con su propia muerte, el ‘Rey de las guayaberas’ designó a un heredero. No estaba dispuesto a dejar que el trabajo de toda una vida se fuera ‘a la mierda’. Entre sus cinco hijos escogió a su primogénito. Tanto Alberto Pons (hijo) como sus cuatro hermanos habían trabajado en la fábrica familiar, realizando tareas que iban desde barrer el piso hasta contar botones.

Un día Don Alberto le pasó una servilleta a su hijo mayor. Entre sus pliegues se observaba un número. Se trataba de una oferta. Luego de la venta ‘simbólica’ de su negocio Pons seguiría visitando la fábrica, sorprendiéndose de las innovaciones introducidas por su hijo y su esposa Patsy, que incluían líneas nuevas para la Panabrisa. Otra iniciativa de Alberto Pons (hijo) sería exportar guayaberas de color rojo a Venezuela, que serían compradas por el gobierno del presidente Hugo Chávez. La guayabera se teñía de revolución.

En el 2003, la Panabrisa recuperaría parte del prestigio perdido en décadas pasadas, cuando en el certamen de Miss Universo Confecciones Comodoro logró un contrato con la Autoridad de Turismo de Panamá para vestir a las competidoras durante un par de eventos. Fue una oportunidad irrepetible para dar a conocer la nueva línea de guayaberas femeninas.

‘El negocio de la ropa no es fácil, es cambiante, tienes que mantenerte creando. Sobre todo ahora después de la globalización, que las industrias somos una especie en extinción. Lo que nos ha permitido sobrevivir es que nuestro producto es más fino, más difícil de copiar’, puntualiza Alberto Pons (hijo). Aferrados a la unicidad de su marca, el actual gerente, su esposa y su hermana Miriam (que administra la tienda ‘No me olvides’, en el Casco Viejo) tratan de mantener vivo el reinado instaurado por Don Alberto. Tal vez no posean su alma de artista ni su carácter inflexible y ‘jodido’, pero sí comparten su voluntad de trabajo y su capacidad para soñar creativamente. Y así el sueño seguirá, hasta que desborde sus costuras .

Lo Nuevo