El número de víctimas mortales por la dana en la provincia de Valencia se eleva a 212, de las que 183 están ya plenamente identificadas, según el último...
La sombra de los desórdenes alimenticios y una historia de superación
- 18/03/2022 00:00
- 18/03/2022 00:00
Los desórdenes alimenticios afectan a una gran cantidad de jóvenes hoy.
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), los trastornos alimenticios son cada vez más frecuentes en las edades de 12 a 24 años.
Tuve el placer de hablar con la joven de 17 años Nicole Schreiber, quien relata su experiencia con la anorexia, un desorden alimenticio con el que ha lidiado desde 2020.
Nicole recuerda que todo comenzó en febrero de 2020, con las ganas de ser más saludable. Decidió sacrificar los postres, ya que era tiempo de Cuaresma. “Era la única manera de obligarme a no hacer algo”, explica.
Al terminar la Cuaresma, volvió a comer postres, pero de una forma estricta. “Mi objetivo era no comer postres más de dos veces a la semana, pero se volvió muy estricto y no me dejaba a mi misma comerlos más veces a la semana, aunque quisiera”.
Nicole nunca fue una jovencita de hacer ejercicios, pero cuando empezó la cuarentena en marzo de 2020, decidió que quería estar tonificada. “Yo era delgada, pero quería estar tonificada” y esto se convirtió en su ideal; era lo que más quería y sentía que eso iba de la mano con comer estrictamente saludable. “La sociedad lo pinta como si tuvieras que estar tonificada para ser bonita. Todas las modelos están tonificadas y yo sentí que tenía que estar tonificada para ser alguien, y ese fue mi problema más grande”.
Otra de las cosas que más la afectó fueron los comentarios negativos que escuchaba de personas cercanas a ella, que hablaban del cuerpo de otros, “me causó estrés, porque si yo me comenzaba a ver como una de esas personas, ¿qué iban a decir las personas cercanas a mis espaldas?”.
Estos pensamientos la llevaron a implementar comidas más “saludables,” smoothies, vegetales, frutas y nada de carbohidratos. Dejó de desayunar pancakes y derretidos, explica que fue “de comer un derretido completo, a comer una tostada con queso, a una manzana. Me dio miedo porque era una fruta entera, entonces decidí desayunar medio guineo, que igual me daba miedo porque leí en redes sociales que tiene azúcar, ahora sé que es azúcar natural y buena, pero en el momento no lo sabía”.
La falsa información del internet impulsó a que su dieta se redujera a media banana de desayuno, y lechuga con pollo a la plancha de almuerzo y cena. Explica que sus tres comidas al día en ese momento, no sumaban la porción adecuada para una sola comida en una persona de su edad. Explica que nunca paró de comer del todo, pero sus porciones se redujeron tanto que llegó a pesar 78 libras y a perder su periodo por un año y medio.
“Nunca paré de comer completamente y tampoco llegué a pasar un día entero sin comer. No me saltaba comidas, pero espaciaba mis porciones pequeñas para hacerme a mí misma –y a las personas a mi alrededor– pensar que estaba comiendo más de lo que en realidad comía. Nunca paré de comer, pero la cantidad de comida no era suficiente para nadie, y menos para una persona que hacía dos horas de ejercicio al día, como yo”.
“Había veces en las que tenía hambre, pero me obligaba a irme a dormir, me decía que iba a poder comer en la mañana, pero mi desayuno tampoco me llenaba. Vivía en un ciclo de tener hambre, y trataba de suprimir este sentimiento haciendo otras cosas, como ejercicios. Recuerdo que esos meses al llegar a mi cama en la noche, no me podía parar para ir al baño, porque no tenía energía”, explica.
Su mamá fue la primera en darse cuenta, “cuando usaba vestidos de baño se me veían mucho los huesitos”. Julio de 2020 fue el momento en que su mamá decidió ponerle un alto: “Estaba cortando un pollo para la cena en trocitos chiquitos –que por cierto, es indicador de un desorden alimenticio–, cortar trozos pequeños para que menos comida dure más tiempo. Ahí fue cuando mi mamá se dio cuenta y me dijo que me llevaría a una nutricionista. Tuve la suerte de que mis papás lo notaran temprano, pero sé que para otras personas puede durar años”.
Su primera cita con la nutricionista fue en agosto. “Estaba pensando que había algo mal conmigo, porque le tenía miedo a la comida, pero a la vez pensaba que mi mamá estaba equivocada, porque desde mi perspectiva, sí estaba siendo saludable. Una parte de mí pensaba que iba a entrar y me iban a felicitar por lo saludable que estaba siendo, pero lo primero que hace la nutricionista es pesarme, pesaba 78 libras y claramente no estaba tan saludable como pensé”.
Explica que cuando empezó su recuperación, le dieron un plan de comida con postres y con todo lo que le gustaba antes de desarrollar anorexia, pero que en el momento le daba miedo. Recuerda que fue muy difícil volver a comer, “fui de comer una comida al día a cinco completas y me estaba volviendo loca”.
Le permitieron seguir haciendo ejercicios, pero en su siguiente visita a la nutricionista, un mes después, se dieron cuenta de que no subió de peso, “fue duro”, dijo Nicole, “como no subí de peso, ese mes no me permitían hacer ejercicio todos los días, solo tres veces a la semana. Más adelante tuve que dejar totalmente el ejercicio”.
Después del segundo mes, Nicole recuerda que “tenía que comer porciones más grandes de comida y más postre... fue demasiado y muy rápido el cambio”. De septiembre de 2020 a febrero de 2021 todo fue lo mismo, pero en febrero hizo un viaje con su familia, y nos cuenta que un día desayunó a las 10:00 a.m., y a las 12:00 p.m. su familia quería ir a almorzar, esto le dio mucha ansiedad. “Solo me puse a llorar en silencio en el carro, pero cuando llegamos al restaurante exploté, lloré en el restaurante porque no podía más, era demasiado pensar en comida todo el tiempo. No me dejaba a mí misma disfrutar porque solo pensaba en lo que iba a comer”.
En ese momento se dio cuenta de que necesitaba más ayuda, y al regresar a Panamá se reunió con su mamá y la nutricionista y les dijo que necesitaba una psiquiatra. “Físicamente estaba bien, pesaba lo que tenía que pesar, pero mentalmente estaba en mi peor momento”.
Tuvo la primera cita con su psiquiatra en abril de 2021. En el primer mes no veía progreso, pero más adelante mejoró mucho. “Lo mejor para mí fue tener a alguien que me escuchara y que me comprendiera, pero que me recordara que mis pensamientos no son la verdad”.
“El hecho de que esta persona era alguien nuevo en mi vida, con experiencia y conocimiento sobre lo que yo estaba viviendo, también me ayudó mucho”, dice.
Después de tres meses en terapia, en julio de 2022 por fin sintió que todo estaría bien y que iba a seguir mejorando. “Nunca me había sentido tan feliz como después de julio”. Nos cuenta que en este mes salió con sus amigos, viajó, y se sintió liberada.
También recuperó su periodo, que había perdido por casi un año y medio. Al principio no le gustó volver a menstruar, “pensé que ya mi cuerpo estaba bien, lo que significaba que no tenía que subir más de peso y eso me incomodó, pero luego entendí que era absurdo que yo pensara que estaba mal estar bien”.
Desde ese momento hasta hoy, ha seguido mejorando, y aunque todavía tenga pensamientos dañinos, ha aprendido a manejarlos. Decidió compartir su experiencia en las redes sociales, en una cuenta de Instagram llamada @intuitively.nicole. “Sentía que era mi responsabilidad hablar de lo que me había pasado para ayudar a los demás”. En esta cuenta busca crear un espacio sano para las personas que sufren de desórdenes alimenticios, un espacio donde puedan mejorar y crecer juntos, con los comentarios positivos y las historias de las personas que ella ha impactado y que son lo que la ha impulsado a continuar.
Explica porqué la palabra “intuitivo” es tan importante para ella. Había escuchado la frase “comer intuitivamente”, que significa comer lo que te pide tu cuerpo, o en sus palabras, “comer como cuando éramos chiquitos y no pensábamos en este tipo de cosas”. Así que decidió nombrar su cuenta con una de las palabras que más la ha ayudado.
Para finalizar, Nicole nos explica cómo buscar ayuda para salir de un desorden alimenticio. “Yo me salvé porque no tuve que pedir ayuda, la ayuda vino a mí. Mi mamá se dio cuenta y me consiguió el apoyo que necesitaba. Es difícil salir de un desorden alimenticio porque cuesta admitir que tienes uno, entonces el primer paso es admitirlo uno mismo, y luego expandir esto y hablarle a alguien que sabes que no te va a juzgar. Esta persona tal vez no tenga tanto conocimiento acerca de desórdenes alimenticios, pero una vez que hablas con alguien y sabes que tus pensamientos son válidos, te puedes sentir más cómodo o cómoda diciéndoles a tus papás, quienes pueden proporcionarte la ayuda necesaria para salir del problema”.