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- 22/05/2022 00:00
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El urbanismo se desarrolla en América muchos siglos antes de la llegada de españoles y portugueses. Muchos estudiosos han teorizado sobre el hecho urbano a partir de construcciones sociales y culturales que identifican, entre algunos elementos, a la escritura como aquel distintivo que acompañaba el evento de construcción de ciudades. ¿Tenían los habitantes prehispánicos de Natá escritura como expresión de su dimensión cultural?
Natá y las culturas prehispánicas del istmo no exhibían la escritura como parte de la expresión de desarrollo social que lo vincula con la construcción de ciudades o poblados. El legado material de dichas sociedades se expresó en una jerarquización social de un poder estratificado, que se manifestó, además, en un rico y suntuoso legado cultural que quedó registrado en una materialidad que ha sido conocida por las evidencias arqueológicas de sitios como El Caño y Sitio Conte, relacionadas con sus enterramientos y ritos funerarios; de las expresiones más notables y de alto valor estético de las culturas prehispánicas.
Las primeras descripciones europeas de Natá la refieren como un escenario poblado de bohíos en arreglo a un sitio central, que llaman plaza (según la referencia europea), y en otras crónicas queda documentado el intercambio o trueque entre maíz y cangrejos, con una materialidad rica y sofisticada. Natá tenía gran poblamiento indígena antes de la fundación del sitio hispánico.
Gaspar de Espinoza, conquistador y cronista, quedó impresionado por la cantidad de viviendas, de población y alimentos que había en estos territorios. Él cuenta que “lo que había visto en esta zona, no lo había encontrado en ninguna parte del Nuevo Mundo”. Natá era rica y productiva. El mismo cronista estimó que aquí residían “1.500 ánimas y dende arriba” en 1516 “.
Gonzalo de Badajoz la describe para 1515, como un asentamiento donde “eran tantos los bohíos que creo que no hubo nadie que no se espantase y tuviese temor de ver tan gran población” y sigue diciendo: “el poblado tenía una plaza y una casa grande para el cacique”. Oviedo, otro cronista, hizo un bosquejo incluido en su famosa Historia general y natural de las Indias, que muestra casas redondas con altos techos cónicos. El mar quedaba a solo 15 kilómetros de distancia y se podía llegar a él bajando por el río Chico, navegable para embarcaciones pequeñas.
La población de Natá se distribuye en viviendas sobre un patrón determinado donde ocurría un intercambio comercial o mercado, en un espacio reconocido como plaza, donde se mercadeaba producción, pesca y se intercambiaban bienes. Existía una relación entre las personas, el espacio y la producción. Estos bienes recorrían rutas lacustres que comunicaban con el mar, leguas aguas debajo del poblado.
De lo anterior es posible inferir, que el Natá prehispánico ya tenía una organización social- espacial compleja. Se concluye que Natá era una ciudad, antes de la llegada de los conquistadores y de la mirada de Gonzalo de Badajoz.
La ciudad con el mismo nombre fue la segunda fundada un 20 de mayo de 1522 por Pedrarias Dávila en tierra firme (Panamá la Vieja en 1519 y Natá en 1522), y es reconocida en la historia del urbanismo hispanoamericano como aquella que refleja de manera más directa el imaginario de la ciudad que debería ser fundada en territorio americano.
Eduardo Tejeira Davis dijo de Natá que “contribuye significativamente a elucidar el proceso evolutivo del urbanismo hispanoamericano durante sus primeros años críticos”. El autor en su trabajo, “Pedrarias Dávila y su 'Fundaciones en tierra firme', I5I3-I522. Nuevos datos sobre los inicios del urbanismo hispánico en América”, (1996), nos dice que Natá, antes que ciudades como Bogotá y Lima, “ensayó una revolucionaria traza en retícula con manzanas de gran tamaño”. Sobre este aspecto, sigue diciendo, “si las manzanas de la Natá de 1522 eran cuadradas, está casi de más decir que esta disposición implicó que el modelo urbano de esta ciudad panameña fue aplicado a lo largo y ancho de Hispanoamérica durante las décadas subsiguientes, como la evidencian los planos de antiguas ciudades como Lima y Bogotá, fundadas posteriormente”. Natá es importante como antecedente de la empresa urbanizadora en América Hispana, siendo este aspecto uno de los más relevantes. Después de Natá y sobre el lienzo territorial americano, se fundaron cientos de ciudades, muchas de ellas con referencia del legado reticular natariego.
Luego de nueve años, el asentamiento hispánico fue destruido por los indígenas en el año de 1531. Posteriormente fue reconstruido por iniciativa del obispo de Panamá en el año de 1532. Para entonces solo había en Natá, 25 encomenderos, 41 en 1532, y para 1537 únicamente quedaban 15. La población autóctona ya estaba mermando rápidamente y, por ello, había pocos indígenas para entregar en encomienda. El mismo autor señala que en ese momento, la mayor parte de la población europea decide emigrar a sitios más prometedores. Se produce una migración hacia Azuero y Veraguas. Los que escogieron el primero, fundaron años más tarde La Villa de Los Santos; mientras los que decidieron ir a la conquista de Veraguas, tuvieron que esperar algunos años para partir hacia el occidente de la región. En ese momento, la ciudad de traza monumental resultó poco práctica y comienza a ser olvidada. Es muy probable que la población negra, reemplazara la merma de la población indígena, siendo este evento la razón que explique el alto mestizaje que resulta y refleja hoy la población de Natá. Ya se conocía de la llegada de mano de obra esclavizada en las costas de Veraguas antes de 1519.
Omar Jaén Suárez en sus profusas investigaciones publicadas sobre la población del istmo de Panamá, ofrece pistas sobre el declive de Natá. Actividades asociadas al contrabando, el desplazamiento de la presencia militar y pérdida administrativa de tierras eclipsaron en un proceso gradual la importancia de Natá. Durante el siglo XVIII las milicias reales se concentran en la ciudad de Penonomé en combate al contrabando que tenía lugar en el cruce de caminos y debido al eje comercial que tenía como escenario el istmo. Sobre Penonomé gravita una concentración militar y administrativa que le fue restando fuerza y poder a Natá, en adición al debilitamiento de las funciones administrativas de tierras, que también fue decreciendo a favor de otros territorios coloniales. Todos estos elementos explican el declive y estancamiento de Natá.
Patricia Pizzurno Gelós, historiadora panameña, nos revela, como resultado de sus prolíficas investigaciones, la existencia de una compleja red de contrabando en el área, con la referencia de la célebre balandra denominada “La yegua del mar del Sur y, la cual desde su base de operaciones en la ciudad y sobre los ríos navegables del área de Natá, inundaba desde las posesiones españolas con productos de ilícito comercio”. El gran contrabando que se filtraba era producto –para ser simplistas en la extensión de este artículo– explicado por la relación comercial entre Filipinas, Panamá y Callao. Las bandas de contrabando con sede en Natá, denominadas la Sacra Familia, el Apostolado de Penonomé y la Real Jurisdicción de Natá, fueron desarticuladas por el gobernador Dionisio de Alcedo y Herrera. (Presidente de la Real Audiencia de Quito y gobernador de Panamá).
Hoy Natá celebra 500 años de fundación recordando su notable pasado prehispánico, exhibiendo su notable herencia colonial y recordando la peculiar economía y los peligros que acechan a nuestra sociedad de hoy.
El pasado prehispánico y su importancia desde la mirada del urbanismo hispanoamericano ameritan interés de parte de la investigación y de la institución de la cultura. El legado cultural y urbano de Natá es rico y notable y se extiende más allá de medio milenio de historia occidental. Nuestra sociedad requiere entender e interpretar el pasado, saber dónde estamos hoy para tener un norte y adentrarnos con éxito hacia el futuro.
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Natá tiene una historia profunda: son más de 14,000 años de presencia humana ininterrumpida, que la arqueología constata en los alrededores de la Bahía de Parita. Los ancestros del cacique Natá hablaban idiomas de la familia lingüística chibchense y lo más probable es que están emparentados a la etnia Buglé. Hace poco menos de 3,000 años encontramos las primeras aldeas agrícolas en el paisaje. Por entonces ya se había inventado la cerámica y se habían introducido plantas domesticadas. Hace 2,000 años aparecen la cerámica polícroma y la orfebrería marcando el inicio de una tradición cultural que se destaca por su sofisticada materialidad, con un estilo singular y propio y con una extraordinaria iconografía y complejidad simbólica.
Las formaciones previas a Natá eran cacicazgos: sociedades jerárquicas, altamente competitivas que nos dejaron vestigios arqueológicos como los sitios de El Caño y Sitio Conte, en la cuenca del Rio Grande, reconocidos por sus fastuosos enterramientos, complejos rituales y acumulación de riqueza. Hace unos 800 años se nota una decadencia de los cacicazgos coclesanos. En el siguiente ciclo surge Natá, que para el 1522 era el poder dominante, con un patrón de asentamientos adaptado al aprovechamiento de las ricas tierras para la producción agrícola, la explotación de recursos fluvio-estuarinos y el comercio regional. La etnohistoria registra un sistema sociopolítico con liderazgo hereditario y subordinación territorial, sustentado en excedentes y en constante competencia con otros cacicazgos, guerreando por el control de recursos y esclavos. La conquista desarticuló y diezmó a la población, pero los españoles aprovecharon la organización de la producción agrícola y la existencia de un paisaje propicio para implantar la ganadería, creando un mestizaje etno-productivo que marca la región hasta el presente.
Con el dicho de 'solo poblando se conquista la tierra' los españoles consideraron imprescindible el establecimiento de poblados en sitios estratégicos. Natá sería importante fundamentalmente pues era una tierra rica en cuanto a recursos para alimentar a la naciente Panamá y ofrecía la posibilidad de establecer otro asentamiento
La ciudad hispanoamericana fue una de las experiencias más relevantes de la conquista, que terminaba o quizás empezaba cuando ese asiento era reconocido como ciudad, mediante la Real Cédula que “declaraba ciudad por una decisión del Rey en función de su importancia como punto estratégico, a veces por su significado prehispánico y su localización”.
Para adueñarse de la historia de la actual ciudad de Natá, es importante mencionar que, antes de la llegada de Pedrarias Dávila en 1513, había en ese territorio poblaciones organizadas en parentelas, que ya llevaban al menos 1.000 años viviendo de forma continua en la región, y que esa parte del istmo era gobernaba por un cacique, cuyo nombre se mantuvo cuando se fundó la ciudad colonial.
El Rey Fernando proporcionó a Pedrarias las ordenanzas, dándole así un sustento con base legal y convirtiéndole en su representante en la Gobernación de Castilla del Oro de Tierra Firme. A partir de ese momento, los acontecimientos que aquí se narran revelan cómo en las primeras décadas del siglo XVI la principal máxima fue poblar, y es que “solo poblando, se conquistará la tierra”, como bien apuntó el historiador Francisco López de Gómara.
Encontrándose los españoles en Santa María la Antigua del Darién, Gonzalo de Badajoz emprendió camino hacia el centro del istmo, siendo así como a finales de 1514 reconoció los cacicazgos de Natá, Paris y Careta, entre otros. Las vicisitudes experimentadas despertaron en los conquistadores un gran interés por conocer más sobre las poblaciones y sus asentamientos, descritos como dispersos y bien poblados. En ellos era posible obtener las tan anheladas riquezas y los bastimentos necesarios para la subsistencia de la hueste. No es de extrañar que meses más tarde, Gaspar de Espinosa, con su título de Alcalde Mayor, siguiera el sendero abierto por su antecesor, adentrándose en ese inhóspito territorio con el propósito de recuperar el oro “hurtado” a Badajoz y vengar las muertes provocadas por los indígenas, dejando claro cuáles eran los reales intereses de la conquista.
Las expediciones de Badajoz y Espinosa son referentes para conocer aquellas primeras pesquisas sobre Natá como cacique y cacicazgo; sus descripciones nos dan a conocer esa parte del istmo como una zona bien poblada y de fértiles suelos, siendo ambas características necesarias para la permanencia continua. Quizás una de las mayores cualidades de la gestión de Pedrarias fuera su cautela; esto se asevera porque la segunda expedición de Espinosa de 1519 tenía una doble función: por un lado, obtener y hacer llegar rápidamente los alimentos a la recién fundada ciudad de Panamá; y por otro, ir consolidando la posibilidad seleccionar el sitio ideal para fundar otra ciudad. Esto último, solo se podía garantizar tras la experiencia de haber vivido en esas tierras. Un año le tomó a la hueste de Espinosa comprobar las cualidades de la zona y asegurar el suministro de los suficientes bastimentos, necesarios para la manutención de los vecinos y de la gran Ciudad de Panamá. Los primeros años de conformación de la ciudad fueron decisivos para establecerse y comenzar con la dominación del territorio.
La historiografía local, y en particular los trabajos realizados por el historiador Ernesto J. Castillero, sostienen que Natá recibió el título de ciudad en 1531 tras sufrir un ataque por la población indígena, tomando como referencia el Diccionario de Antonio de Alcedo de 1786.
Pero hasta el momento, no se ha encontrado la Real Cédula, que le otorgaba a Natá el título de ciudad. Sin embargo, sí se sabe gracias al documento del Cabildo de octubre de 1522 que solicitó que se le otorgara dicha merced. A pesar de que hasta el momento no podemos concluir que la ciudad fue refundada, como señala el historiador Ernesto J. Castillero, sí nos atrevemos a proponer que es probable que Natá recibiera el título de ciudad antes de 1526, fecha en la que Pedrarias partió hacia Nicaragua.
Para reforzar esta hipótesis, hay que volver al documento sobre la solicitud de título de ciudad presentada por el cabildo de Natá en octubre de 1522. En su parte final se puede leer: “este de ver lo proveydo en Burgos el año pasado de 23 y lo que dello fue de su pasado”. ¿Puede tomarse esto como una aprobación a dicha solicitud? Quizás sea temeraria tal afirmación, pero dentro de la documentación del Acta de Fundación se encuentra un documento del Cabildo, con fecha de 28 de mayo de 1522, y luego otro del 29 de enero de 1523, que comienzan diciendo “en la ciudad de Natá a 29 días del mes de enero (…)”. Es posible que a Natá no le fueran concedidas varias de las demandas que presentaron, pero darle el título de ciudad debió ser parte fundamental para su buen desarrollo.
Información tomada del texto "Natá, la ciudad con historia” de la antropóloga Guillermina De Gracia, contenido en la publicación Viaje al Corazón del mundo, Las ciudades coloniales del Istmo de Panamá, Colección Acer Vos de Publicaciones Enredars, Universidad Pablo de Olavide, Sevilla, 2021.