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- 19/01/2020 00:00
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Existe un coqueteo entre sonidos y silencios y una danza entre la melodía y el ritmo que hace que salgan a flote miles de emociones. No es música si no es esto. La música nos saca una sonrisa, una lágrima o una carcajada. Nos produce escalofríos que tienen un lugar de origen desconocido. Y debajo de un cielo nocturno, iluminado por una Luna Llena, Querube Alvarado y su esposo Alfredo Hidrovo, fundadores de Luna Llena de Tambores, han confirmado esto junto a muchos panameños. Pero no ha acabado aquí. Han decidido llevar esta experiencia a centros de atención especial para ayudar a despertar emociones y han creado los talleres de Música para Sanar.
Desde sus inicios, Luna Llena de Tambores buscó conectar músicos cada mes, a través de la percusión. Estas conexiones fueron creciendo hasta que se volvió una tradición panameña para adultos y jóvenes, músicos y no músicos. Sin embargo, la necesidad de seguir conectando con otros llevó al equipo de Luna Llena de Tambores a ofrecer talleres especializados para que niños y adultos con discapacidades puedan crear infinitas conexiones a través de la música para que se faciliten sus procesos de sanación.
“La música tiene el poder de ser un buen aliado con la medicina”, comentó Hidrovo, músico graduado del Berklee College of Music y quien comparte el liderazgo de Música para Sanar.
En estos talleres, niños y adultos se unen para tocar tambores hechos de tanques plásticos. “La idea es que ellos puedan conectar con sus emociones a través de la percusión y que esto los ayude a abrirse a sus otros procesos que son más científicos”, dijo Alvarado.
“Es buenísimo que las personas que hacen terapias pesadas puedan llorar o reír. Las emociones de por sí son complejas; ahora, para un niño que tiene cáncer lo es mucho más”, comentó.
Hidrovo y Alvarado buscan que estos talleres sean una herramienta que complemente los procesos médicos. Que, a través de la creación de música, las personas puedan abrirse a sus emociones.
“En el programa de Música para Sanar, sanar no significa que vas a tocar un instrumento y salir curado de una enfermedad”, aclaró Hidrovo. En cambio, buscan que en los talleres se creen conexiones que trabajen el lado emocional de las personas.
“Se pueden utilizar estos momentos como una herramienta fantástica de apertura, para que después se puedan abrir, por ejemplo, con sus psicólogos en su siguiente sesión”, agregó Alvarado.
Además de trabajar junto a personas con cuadriplejia, síndrome de Down, cáncer y autismo, también visitan a personas de tercera edad en asilos y niños en riesgo social.
“Nosotros sabemos que, cuando visitamos a los niños en riesgo social, siempre se van a romper los tanques que usan como tambores”, dijo Alvarado. “Golpean el tanque con otra intención, como si fuera catarsis. Y nosotros los dejamos que hagan eso porque de eso se trata. En ese momento se logró trasmutar la ira”.
Pero el equipo de Luna Llena de Tambores no siempre tuvo estos talleres en mente. “Al principio, pensé en invitar a todos los músicos a tocar tambor debajo de la Luna Llena, pero en ese tiempo no había mucho Internet y al final los músicos no venían. Venía gente que quería verme tocar”, mencionó Hidrovo. “Pero les dije que tocáramos juntos, aunque no supieran hacerlo”.
El trayecto que han recorrido Hidrovo y Alvarado ha sido muy especial. “Todo lo que hemos estado haciendo ha sido una respuesta a las necesidades. Nos llamaron de estos centros y decidimos organizarnos para ver de qué manera podemos sostenerlo. Lo incluimos dentro de responsabilidad social con nuestros patrocinadores y ha funcionado”, dijo Alvarado.
Ambos comentan que las conexiones logradas al crear música ayudan a mejorar el estilo de vida de los que reciben estos talleres. “Si la música fue inventada por el alma y yo toco música contigo y tú cierras los ojos, vas a decir que te conectaste conmigo de alguna manera y sentiste algo. El hecho de tratar de conectar con otra persona de esta manera es hermoso”, dijo Hidrovo.
“Además, el tambor siempre tiene un efecto positivo. Estás conectando con sincronía, con energía. Estás usando tus músculos. Te estás sintiendo bien porque tienes un propósito”, agregó Alvarado. “Es como si fuera medicina, y si estas personas tuvieran esta medicina todos los días, fueran personas diferentes”.
También trabajan valores como la disciplina y la empatía. “En la música compartimos todo el tiempo”, aportó Hidrovo. “Yo puedo tocar tambor y compartir con otros. Puedo hacerles saber que vamos a tocar suave, alto, lento o rápido. Yo toco y ellos me responden, o sino yo toco, y tienen que esperar”, dijo. “La música tiene tantas cualidades que cuando tú se las haces saber a otros, te das cuenta de que hay empatía y simpatía. Podemos ser individuos, podemos ser un grupo. Podemos ser conscientes de apoyar”.
Hoy, Música para Sanar sigue creciendo. Le llega a 500 personas cada año. Su siguiente objetivo es poder abrir espacios donde se pueda crear y compartir música siempre. “La idea es que cada centro tenga sus propios tambores, y que nosotros pudiésemos capacitar a las personas que trabajen en ese centro, para que lo usen como una herramienta cotidiana”, compartió Alvarado. “Así, los talleres de Música para Sanar ya tendrían su propia vida. Podríamos hacer un taller a la semana o más junto con empresas y voluntarios”.
Los talleres de Música para Sanar siguen creciendo, mientras que Hidrovo y Alvarado comparten con la sociedad lo que más les apasiona, la música. “Siempre me llevo la emoción de salirme de la luz y darle la oportunidad a otros para que ellos tengan esa luz donde eres parte de un grupo que comparte”, concluyó Hidrovo.
Cuando Alfredo Hidrovo y Querube Alvarado se dieron cuenta de que tener guardados todos sus instrumentos era “un pecado”, decidieron crear un espacio para compartir música, arte y alegría, Así nació El Lunario, un centro cultural interactivo en la Ciudad del Saber para personas de cualquier edad. Ahí, artistas y músicos enseñan batería, percusión, guitarra, bajo, ukelele, violín y canto. Para los bebés, hay cursos de estimulación musical y para los niños más grandes, clases de iniciación musical. Tienen un club de ajedrez, clases de arte, capoeira y salsa.
Su propósito es que las personas encuentren su pasión por la cultura a través de experimentación y que se inspiren para continuar el aprendizaje de la música y el arte por convicción propia. Es un centro inclusivo, donde las diferencias son celebradas y la creatividad es esencial. Ofrecen actividades gratuitas, como círculos de tambores y recitales, para poder seguir compartiendo con la comunidad.