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- 30/04/2023 00:00
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Considerada la cuna del teatro en Occidente, los primeros registros de las obras teatrales se dan en Grecia durante el siglo V, con el fin de fusionar el arte y la religión entre sí.
Con el pasar del tiempo, salen a la luz distintos géneros como la tragedia, la comedia, el drama, el monólogo y la ópera. Cada uno de estos, con un propósito y una estructura distinta, dirigido a las masas y para un público diverso.
En el siglo XIX el teatro marcó un hito histórico: las obras de teatro musical. El nacimiento de este arte se da por accidente el 12 de septiembre de 1866 en Nueva York cuando una academia de baile se queda sin recinto para presentar su recital y se une a una compañía de teatro. De esta manera, se pone en escena por primera vez la ópera The Black Crook que contaba con música, danza y diálogo. El género se afianzó en Broadway y ha dado cabida a los más variados espectáculos, algunos con muchos años de presentación contínua.
En el plano local, el registro del primer musical se da en 1937 basado en un cuento infantil muy conocido. De ahí, el teatro en Panamá le echó una mirada a esta nueva forma de arte que a lo largo del tiempo ha calado en el gusto del público hasta convertirse en la actualidad en uno de los géneros más populares.
Lo que se evidencia hoy día, es el reflejo de una evolución que duró años. El mundo del teatro musical en Panamá, vivió enormes cambios para lograr lo que es en la actualidad, alcanzando una enorme apertura en grandes escenarios, con guiones propios y actores de gran talla quienes han alcanzado la admiración y el respeto de los aficionados por el mundo del espectáculo.
En base a esto, el teatro musical panameño se vio envuelto en una misión de superar distintas pruebas y alcanzar el potencial que abarca actualmente.
Intentando fortalecerse en un mundo desconocido, el teatro musical panameño marcó sus inicios con obras ya renombradas mundialmente, pero estas, con un giro digno a las raíces del istmo. Aquellos quienes se atrevieron a adentrarse en este mundo, enfocaron sus energías en presentar obras ya conocidas, incluyendo elementos que permitieran un acercamiento a Panamá como su música, los trajes típicos, las jergas, y la situación socioeconómica de aquel momento.
El 8 de diciembre de 1937 se estrenó la primera obra con algunos elementos del teatro musical de la historia panameña. Con música de Gonzalo Brenes y letra de Rogelio Sinán, La Cucarachita Mandinga llegó al Teatro Nacional. La obra contó con 11 personajes principales, siendo Ana Elida Diaz el personaje protagónico, además de la participación de dos coros.
En una conversación con La Estrella de Panamá, el director de la Orquesta Sinfónica Nacional, Jorge Ledezma Bradley explicó que “Sinán escribió un texto teatral en base al cuento original, una historia común para toda Latinoamérica, pero con elementos panameños donde la música nacional de Gonzalo Brenes jugaba un papel de extrema importancia”.
“La obra hacía honor a muchas características panameñas y su música folclórica. Era un teatro hecho por niños, para niños. Las canciones que se interpretaban las acompañaba una instrumentación sencilla”, agregó.
El musical contó la historia de la Cucarachita Mandinga quien al realizar los quehaceres de su hogar, se encontró una moneda de medio real y decidió comprar cintas para arreglarse y encontrar un buen esposo. Así, comenzó un desfile de pretendientes interesados en casarse con la bella dama.
La obra marcó un hito importante y un descubrimiento único en Panamá: se podían hacer obras musicales con buena producción y que atraigan a un gran público a verlas. De ahí, los entusiastas del teatro fueron atreviéndose a presentar apuestas de escena distintas a lo que ya se acostumbraba y comenzó un nuevo movimiento que le dio una cara distinta al teatro panameño.
El teatro musical panameño fue tomando forma con sus primeras presentaciones dirigidas al público infantil pero siempre incorporando esos elementos panameños conocidos durante la época. Sinán y Brenes marcaron el inicio de un movimiento sin precedentes, logrando ser homenajeados por sus trabajos hasta en la actualidad. Sin embargo, hubo otras obras presentadas a lo largo de la historia panameña que también dejaron sus huellas en la cultura del país.
En 1956, el teatro musical seguía tomando forma dirigiéndose a un público infantil. La obra La Fuga de Blanca Nieves contó con un guion escrito por Edna Nela, pseudónimo que utilizaba Dora Pérez de Zarate. La obra se basó en el cuento original de los hermanos Grimm.
La historia se presentó en tierras panameñas con una adaptación digna del país. De acuerdo con una descripción escrita por la propia Eda Nela como introducción al guion, la protagonista, quien comienza su etapa de adolescencia, es impulsada por su deseo de encontrar al hombre de sus sueños a través de su belleza ya que “no es la niñita golosa que cede a una manzana” .
La trama se desencadena en una sola noche, en un bosque donde los árboles hablan y cuentan historias antiguas. La obra se envuelve en contar un romance correspondido, que a pesar de los planes del Destino (La Bruja), al final demuestra que el amor puede sobrellevar cualquier adversidad y darle a la protagonista su final feliz.
En esta “obrita”, se montó música conocida por niños de 11 a 12 años de aquella época interesados en presentar la historia por lo cual buscaron las melodías de sus canciones favoritas y las adaptaron a la letra.
Esto añadió gran valor a la presentación ya que nunca se pudo encontrar a una persona adulta quien hiciera la música para la obra, según detalla la autora. De hecho, fue una niña de 13 años quien tocó el piano durante la presentación y fue la encargada de toda la música de introducción, de baile, y de despedida, al igual que los pasacalles entre una declamación y otra.
La música de la obra hizo honor a las piezas nacionales que se conocían en aquel entonces. Durante la trama, se utilizó una adaptación de la música de una cumbia amanojada panameña, una adaptación de un tamborito panameño de la provincia de Herrera titulado La Vaquita Colora, la Danza de los Grandiablos, distintas especies del género mejorana, y adaptaciones de las canciones infantiles de Gonzalo Brenes.
En cuanto a los vestuarios, estos también honraron la cultura panameña. En esta puesta en escena, la protagonista utiliza una pollera estilizada de tela vaporosa mientras el príncipe, lleva una “fantasía del montuno de Ocú junto con sandalias dorada y, sombrero montuno con larga pluma blanca y dorada”.
Rogelio Sinán fue una eminencia en las letras y de alguna manera, se puede considerar el padre del teatro en Panamá. El escritor abrió paso a inmensas posibilidades en los escenarios panameños, al igual que en varios géneros literarios como la poesía, el cuento, la novela, y el ensayo.
Su orgullo por su país natal le permitió rendirle homenaje en cada una de sus obras durante el siglo XX ya sea desde la música, los vestuarios, el contexto de la obra u otros elementos, Sinán ha logrado mantener su nombre en alto en los escenarios panameños, aun después de fallecer.
Además de La Cucarachita Mandinga, el escritor panameño se encargó de presentar las obras teatrales de otras dos farsas infantiles: Chiquilinga y Lobo go home.
Chiquilinga fue escrita en 1938, pero hasta 1961 no fue publicada. En 1988, se hizo una gran puesta en escena en el Teatro Anayansi de Atlapa bajo la dirección artística de José “Pepe” Sarsanedas y la dirección musical de David Choy.
Paulette Thomas, quien protagonizó esta historia, compartió al medio que “se contó con la participación de Rogelio Sinán como asesor de la obra, al igual que la participación del primer bailarín del Ballet Nacional, Guillermo Tribaldos, como coreógrafo”.
La obra cuenta la historia de la reina de un hormiguero quien dirige las tareas de sus súbditos. En medio de catástrofes climáticas y otras situaciones, también existen varios pretendientes quienes luchan por quedarse con la protagonista.
Thomas contó al medio que para esta obra, “hubo temas originales que fueron creación del maestro David Choy como la canción de amor entre Chiquilinga y Tío Conejo al igual que el tema final donde el interés amoroso de la protagonista muere y regresa a la vida”. A esto añadió que dicho tema de amor fue basado en la película de Disney Bernardo y Bianca.
“Las canciones fueron compuestas por Gonzalo Brenes pero se les dio un giro muy interesante porque aportaba arreglos y musicalización de ese momento, que hasta en la actualidad se pueden escuchar y disfrutar”.
“Esta experiencia fue una aventura increíble”, comunicó Thomas. “Participar junto a estos maestros del teatro es algo inolvidable y es parte del engrandecimiento de nosotros como artistas y seres humanos”.
Por otra parte, Sinan publicó una tercera farsa llamada Lobo go Home. Esta, es la menos conocida entre los tres relatos y su primera versión data de 1949 pero fue hasta 1976 que se publicó su versión definitiva.
La obra, dirigida por Sinán, se presentó como una sátira a la situación económica, social y política de Panamá en aquella época, condicionada por el imperialismo norteamericano. Es un recuento satírico de la famosa historia de La Caperucita Roja con el fin de denunciar lo que ocurría en el país y condenar las actitudes de Estados Unidos.
Esta versión panameña se da en un cañaveral durante el siglo XX donde Sinán utiliza al lobo como su protagonista y no a la famosa Caperucita. Por medio del título y la obra como tal, el autor personifica la maldad en el lobo y utiliza un anglófono, yuxtaponiendo dos lenguas, el español y el inglés. El lobo se comunica en ingles durante la obra, haciendo representación de Estados Unidos como un invasor, enemigo, e intruso durante la historia contando también con secuaces como los Magnates Carnívoros.
El elenco estuvo protagonizado por Luis Martínez como El Lobo y Vielka Vásquez quien interpretó a Caperucita. Completaron el elenco el cazador, la madre y dos narradoras, además de los Magnates Carnívoros. Por otra parte, la obra, de tres actos, contó con la producción musical del Maestro Clarence Martin.
La primera farsa de Sinán causó tanto impacto en el teatro nacional, que en 1976, La Cucarachita Mandinga regresó a los escenarios con un equipo de gran calibre. En una entrevista con el diario, Dabaiba Conte quien esta vez protagonizó la famosa obra, explicó que esta edición se presentó con el interés de la Baby Torrijos en brindar homenaje a los creadores de la primera versión, Sinán y Brenes.
“Se quería que esta fuese una versión más grande y mejorada de la primera obra”, explicó. “Para ello se contó con la participación de los primeros bailarines del Ballet Nacional, se contrataron coros polifónicos para grabar el fondo de la música al igual que un coro de niños en vivo y diseñadores profesionales para los vestuarios y máscaras”. Aurea 'Baby' Torrijos, productora de la obra no escatimó en recursos para obtener un resultado del más alto nivel.
Amante del arte y muy interesada en la actuación, Conte estudiaba en la Escuela Nacional de Teatro. La Cucarachita Mandinga se comenzó a montar con un elenco sin embargo, hubo problemas durante los ensayos por lo cual se estableció una pausa de dos meses en la cual el director Roberto McKay abandonó la presentación junto algunos miembros del elenco incluyendo la protagonista de aquel momento.
“Mi padre [Jorge Conte Porras], quien era muy amigo de Rogelio Sinán le comentó que yo era actriz y realicé una audición para ser la siguiente cucarachita”, recordó Conte. “Esto para mí fue un sueño hecho realidad ya que siempre quise interpretar el famoso personaje desde que vi la obra por primera vez en el teatro”.
Fue así como la obra retomó su proceso con Miguel Moreno como director y la participación de tres grupos de teatro logrando un éxito rotundo.
El montaje, presentado en el gimnasio del Colegio Javier tuvo llenos completos. En una ocasión por el tumulto ocasionado se llegó a romper una puerta de vidrio. “Aprendí que todo es posible siempre y cuando se desee y se trabaje mucho por ello”.
Si bien se han mencionado distintas obras que abarcan los inicios del teatro musical en Panamá, estas no son todas las que se presentaron durante la época. Llegaron a presentarse obras como Pepita de Marañon, Buenas Nuevas y obras del repertorio infantil que formaron parte de los inicios del teatro musical en Panamá y que abrieron las puertas a un mundo donde se fusionan la música, el baile, las luces, y el diálogo.
De igual manera, el país contó con personajes importantes quienes vieron una posibilidad de ofrecer buenas obras en Panamá y se atrevieron a lanzarse a un mundo desconocido pero lleno de vida.
Los nombres mencionados en este reportaje evidencian el grandísimo trabajo de escritores, folcloristas y músicos, así como de teatristas. El teatro musical panameño fue apuntalado por figuras como Rogelio Sinán, Gonzalo Brenes, Dora de Zárate, Roberto Mc Kay, Miguel Moreno, José Sarsanedas y 'Baby' Torrijos.
El teatro musical es una creación estadounidense que alcanzó gran popularidad en otras latitudes y no es algo raro que se haya establecido en la Zona del Canal de Panamá, cuando en aquella época era parte de la jurisdicción norteamericana.
Inicialmente en inglés, el clásico musical estadounidense se vio impulsado en Panamá por muchos personajes quienes dieron espacio a una nueva mirada del arte escénico, pero, esto será algo que se detallará a fondo en la siguiente entrega, contando los inicios del musical en dicho idioma al igual que la influencia que tuvo en el país canalero.