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- 21/10/2016 02:00
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Mientras empuja su carrito cargado de materiales sobre el piso desigual del Mercado San Felipe Neri, a Martanoemí Noriega se le vuelca una lata de pintura negra, manchando su bolso. Gajes del oficio.
Coloca los aerosoles de colores, pinturas, brochas y una escalera junto a la pared del mercado que mira a la Avenida Balboa. Un lugar céntrico y visible a la comunidad, en el que se retratará el intercambio artístico entre Chicago y Panamá, ‘Mujer y memoria'.
El proyecto de Elevarte Community Studio (Chicago, EE.UU.), que por siete años floreció bajo el liderazgo de la panameña Giselle Mercier, busca promover un compartir de saberes entre las dos ciudades, buscar los puntos en común.
HISTORIA
La brigada muralista de Panamá
Cuando la artista Martanoemí Noriega escuchó sobre la ‘Brigada muralista Felicia Santizo', cambió su perspectiva sobre los murales callejeros que realiza.
‘Se organizó durante la dictadura con los hermanos Santizo. Comenzaron a hacer murales políticos e históricos en la calle, que muchas veces fueron borrados y vueltos a pintar', expresa Noriega.
Para ella es importante que los artistas callejeros de hoy conozcan esta historia. ‘Es un legado, y saberlo le da otro valor a mi trabajo en la calle...se hizo un trabajo muy fuerte en ese momento y me hace sentir que lo que estoy haciendo es muy poco en comparación a lo que ellos hicieron, en esas circunstancias y con esos recursos.'
A inicios de octubre, Noriega y la joven artista Jennifer Morales Olaya, pasaron diez días en la ciudad norteamericana. Allá pintaron un primer mural junto con dos artistas locales.
Esta semana, las chicagüenses Delilah Salgado y Liliana Chavarría se trasladaron al istmo para co-crear con ellas una nueva historia pictórica en las calles panameñas.
LA MIGRACIÓN NATURAL
En Chicago, las cuatro artistas encontraron varias temáticas en común entre sus hogares. Los más fuertes, que ambos son ejes de transporte y experimentan mucha migración hacia ellos.
Esto marcó la línea del primer mural, que se realizó en una comunidad históricamente de inmigrantes. Sobre un muro retrataron el proceso de la migración como algo natural. Pintaron a distintas personas moviéndose junto con los pájaros, peces o mariposas, por encima de murallas, señalizaciones o alambres de púas; por encima de los ‘símbolos de frontera'.
‘En la naturaleza los animales migran. Uno entiende que están buscando en ese momento un mejor lugar para sobrevivir y tener sus crías', destaca Noriega. ‘Pero cuando llega la gente que se está moviendo por las mismas razones, ya no es natural, no se puede'.
Como parte del concepto, escribieron la frase ‘The stream of life knows no borders' (La corriente de la vida no conoce de fronteras).
CUIDAR LA TIERRA
A lo largo del paredón blanco se despliega una mujer acostada sobre su hombro. Su cuerpo se ha adueñado de ese espacio público. Ella representa a Panamá. Su piel verde aqua, a la naturaleza. Dentro de su vientre, un bebé simboliza el universo. El mural busca mandar el mensaje de que debemos cuidar de la madre Tierra.
‘Cuidar a la naturaleza es cuidarte a ti mismo y al universo que está dentro tuyo y dentro de todos', explica Delilah Salgado, grafitera desde los 15 años y cofundadora de Mujeres Mutantes, un colectivo de arte de mujeres de Chicago.
Para Noriega, de alguna manera esta representación gráfica lleva en el fondo también el discurso de la migración. ‘Hablamos de nuestra responsabilidad con ese espacio encontrado, con esa tierra a la que llegamos, de cómo cuidándola te estás cuidando tú mismo'.
ARTE FEMENINO DE CALLE
Para naturalizar la imagen de las mujeres trabajando arte en la calle, Mercier decidió que el primer intercambio entre Chicago y Panamá fuera solo con artistas femeninas. Dos con trayectoria en murales y arte comunitario y dos iniciándose por ese camino.
En Chicago las mujeres han experimentado más desafíos para hacerse un espacio en el mundo del arte callejero. En Panamá, en menor escala. Sin embargo, siempre se sorprende un transeúnte al encontrar muchachas expresando su creatividad sobre una pared pública.
‘Allá nos pasó bastante. Pasaban y decían, ‘miren son puras chicas', relata Noriega. ‘Acá también me ha ocurrido varias veces, la gente se sorprende de que sea una mujer haciendo ese trabajo'.
LA IMPORTANCIA DEL MURAL
Durante su estancia en Panamá, Salgado también participó en un taller con un grupo de adolescentes en las artes escénicas, que se organizó junto con la Alcaldía de Colón.
Se trata de una población similar a la que ella trabaja en Chicago y con una idea en común: crear un espacio para que los chicos tengan un vínculo con la comunidad, pues el arte en la calle es un arte compartido.
Esto refleja el propósito del muralismo callejero. Para Noriega, es un mensaje a la gente que pasa frente a un mural y se ve identificada en alguna parte de él.
‘Es simplemente para decirte que te veo, te reconozco y no te estoy vendiendo nada; esto es para tu disfrute, veo tu belleza y la de tu cultura, tu cotidianidad, tu manera de vestir, de peinarte, tu fenotipo…', sugiere la artista.
‘El arte en la calle debería ser un trabajo, que la gente pueda vivir de eso, pero también creo que esa necesidad de expresarse, de compartir, nos da un salario emocional que es importante para vivir', agrega.
Por su parte, Salgado considera que el arte desarrolla la mente, hace sentir y permite tener una conversación con el público, sin palabras.