José Domingo Espinar: dilemas liberales, identidad y memoria

Actualizado
  • 22/03/2022 00:00
Creado
  • 22/03/2022 00:00
En esta segunda entrega, la doctora Ana Elena Porras, catedrática, trae a la memoria el papel histórico de José Domingo Espinar
José Domingo Espinar

En la entrega de hoy abordaremos el rol de este importante personaje.

Conceptualización

Memoria: por memoria histórica entendemos la recuperación de un pasado olvidado, eliminado, demonizado o subvalorado por las historias oficiales, por movimientos de resistencia. En España destaca la revisión de la historia franquista y la recuperación de la memoria republicana; en Argentina, la recuperación de la memoria de los desaparecidos contra la historia oficial de las dictaduras militares.

También puede entenderse por memoria los recuerdos y las historias no escritas ni sistematizadas por la historiografía.

Identidad: aplicamos aquí este concepto como sentido de pertenencia, autoimagen.

Raza: se aplica aquí el concepto de la raza social, como una construcción del imaginario histórico y cultural que enfatiza el color de piel, nivel de pobreza y hábitat.

Hipótesis

Seguidamente, exploramos la idea de que la historia oficial y su contraparte, la memoria colectiva, obedecen a las dinámicas de poder y a las ideologías como también a los imaginarios sobre la sociedad y los grupos humanos de una época y lugar.

El caso de José Domingo Espinar ilustra, de manera extraordinaria, el proyecto bolivariano, así como las contradicciones y complejidades políticas y sociales que surgen como consecuencia de la independencia y que perfilarán al siglo XIX en América Latina y Panamá.

¿Quién era José Domingo Espinar?

El general José Domingo Espinar Aranda (1791-1865) nació en Panamá en el año 1791 y fue hijo de don Enrique José Espinar y de doña Raimunda Aranda. Fue médico cirujano, ingeniero, periodista, catedrático, escritor, político y militar. Un humanista. El líder del arrabal santanero fue jefe del Estado Mayor en el Perú (1826), secretario privado y médico de cabecera de Simón Bolívar en Pativilca (1824).

Participó al lado del general José de San Martín en las campañas de independencia de Chile y Perú. José Domingo Espinar fue reconocido como prócer de la independencia de Perú. El Congreso Admirable en Bogotá lo distinguió en la secretaría general de tan importante cónclave.

Espinar dirigió el primer movimiento separatista de los istmeños contra Nueva Granada, el 26 de septiembre de 1830. Deseaba que el Libertador asumiera el liderazgo del istmo ante la desintegración de la Gran Colombia. Pero la burguesía istmeña lo acusó de gestionar una revolución de castas. Incluso sus copartidarios liberales de la élite comercial lo adversaron, como fue el caso de Mariano Arosemena, Tomás Herrera y José de Obaldía, y el conservador José de Fábrega.

Pero Bolívar agonizaba entonces por la tuberculosis y le pidió a Espinar que volviera a incorporar a Panamá a la Nueva Granada.

La acuciosa investigadora Dra. Doris Ávila Rojas (Ávila Rojas: 2017), comprueba de manera definitiva que Espinar era blanco y de familia acomodada, contrariamente a lo que afirman sus biógrafos, lo que le permitió estudiar medicina e ingeniería en la Universidad de San Marcos de Lima, ser catedrático de matemáticas en el Ecuador y de retórica en la Universidad de San Marcos, su alma máter; además fue senador elegido en Bogotá en dos ocasiones, representando a Panamá en Colombia.

El brigadier general participó en las batallas de Junín y el sitio del Callao, y en la guerra de Bolivia con Perú. Acompañó a José de San Martín en las campañas de Chile y Perú, fue ayudante del Estado Mayor del héroe argentino en Perú.

El médico atendió epidemias de cólera en Perú, en 1821, y en Panamá, en 1850. Su labor benéfica y filantrópica en Perú le fue ampliamente reconocida, contrariamente a Panamá donde nunca lo hicieron por la persecución política de la élite criolla.

Además, fue escritor y periodista, colaboró en revistas literarias como El Ramillete y La Colmena apoyando el feminismo de estas, en favor de las mujeres sudamericanas, defendiendo la participación en combate y la valentía de las mujeres al ser ejecutadas por los españoles. El Panameño, periódico de la época, publica las recomendaciones de Espinar para evitar la fiebre amarilla en 1852.

En 1849 regresó a Panamá cuando las autoridades de la Nueva Granada lo distinguieron por su trayectoria militar, y fue ascendido en el escalafón militar a la calidad de general de brigada; y consideró justo recibir una remuneración por los servicios prestados a la causa de la liberación e independencia de América. No fue bien recibido en el istmo y, en 1852, se reincorporó al ejército en Perú. Luego, recibió el nombramiento de comandante del departamento de Moquegua como director de obras portuarias en Arica, en dicho país.

En  Perú, donde vivió por 30 años, recibió la distinción de Benemérito de la Patria en grado heroico y eminente, y fue distinguido, además, con las condecoraciones de Numancia, del Ejército Libertador, de Junín, del Sitio del Callao, de Restauradores y del Libertador Bolívar.

En Panamá, durante más de un siglo la historia oficial lo mantuvo en el olvido. No fue sino a partir del régimen militar de Omar Torrijos que se recuperó la memoria del prócer, nombrando José Domingo Espinar a un corregimiento del distrito de San Miguelito, y cambiando el nombre del fuerte Gulick (una base militar establecida bajo la administración estadounidense del Canal) a Domingo Espinar, en la provincia de Colón.

Demonización del movimiento de 1830

La acusación del gobernador José de Obaldía contra José Domingo Espinar (en la Gaceta Oficial de Bogotá del 17 de noviembre de 1850, número 1171) es replicada por los liberales Mariano Arosemena y Tomás Herrera, y por el conservador José de Fábrega, en los siguientes términos: “Innecesario es hablar de Espinar por ser bien conocido en la Nueva Granada como autor de la única revolución de castas que estalló en el antiguo territorio de Colombia”. (Espinar: 1850, Prólogo)

En su respuesta, en los primeros meses de 1951, José Domingo Espinar respondió que jamás encabezó una revolución socialista, y que el movimiento de 1830 no realizó actos de violencia racial como sucedió en Haití y enfatizó que su objetivo fue siempre la reintegración de Colombia bajo el liderazgo de Bolívar. Espinar aprovechó esta diatriba pública para denunciar la discriminación que había en Panamá por las “familias aristocráticas” hacia “la gente de color, la tumbaga istmeña” del arrabal y propuso la educación del pueblo para lograr una democracia plena. (Espinar. Op. Cit. p.16

El olvido como arma disuasiva

Al año siguiente de su polémica pública con de Obaldía, en 1852, Espinar escribió al Dr. Justo Arosemena para preguntarle si aquí se conservaba algún recuerdo suyo. El Dr. Arosemena le manifestó enfáticamente que nadie lo mencionaba ya. Dudoso de que tal cosa fuese así, el prócer insistió: “No es posible que todos me hayan olvidado. Si por ingratos mis amigos, a quienes favorecí no me recuerdan, mis enemigos al menos deben acordarse de mí'. El insigne jurista repitió al militar su primera información de que 'nadie, ni amigos ni enemigos mencionaban para bien ni para mal el nombre del general'. 'Está visto –dicen que exclamó– que los panameños han perdido la memoria. No volveré más allá'. Y en los 13 años que le restaban de vivir, no volvió a su patria. Murió en Arica, Perú, el 5 de septiembre de 1865”. (Castillero Reyes: 1965, p.6).

¿Por qué daría Justo Arosemena (descrito como un caballero a carta cabal por la historia oficial) una respuesta tan dura como descortés al prócer Espinar? ¿Acaso no había tenido una diatriba pública Espinar con de Obaldía apenas un año antes? Entonces lo recordarían todavía en los círculos políticos. Probablemente la intención fue disuadir a Espinar de volver a Panamá, poco antes de que él, don Justo, presentara su proyecto del Estado Federal de Panamá en el Senado colombiano. Recordemos lo que nos dice Alfredo Castillero Calvo en El movimiento de 1830, donde defiende la tesis de que José Domingo Espinar encabezó un movimiento social centralista, contrario a los intereses de la burguesía comercial a la que pertenecía don Justo Arosemena... (Castillero Calvo: 1961).

La omisión como arma ideológica

En su estudio “Pensamiento panameño y concepción de la nacionalidad durante el siglo XIX”, Ricaurte Soler señaló que Justo Arosemena omitió el movimiento de 1830 en su recuento de los movimientos separatistas en el istmo hasta 1855, en su obra “El Estado Federal de Panamá”. ¿Por qué lo hizo? ¿Acaso consideraba don Justo que el movimiento del 30 no era una verdadera tentativa separatista? Alfredo Castillero Calvo ofrece las siguientes respuestas: “Ciertamente; pero don Justo callaba además por otras razones. Sabía muy bien que el propósito del movimiento de Espinar no había sido tanto separarse de Colombia como un intento por liquidar el estatus reinante caracterizado por los privilegios de la oligarquía panameña (capitalina y rural). Era más un movimiento social que un movimiento político. Esto lo vio muy claro Justo Arosemena y por eso guardó silencio. La verdadera significación que tiene el movimiento de 1830 es pues, que constituye el primer ensayo de las masas populares urbanas por oponerse a las nacientes burguesías comerciales, acaparadoras del poder. (Castillero Calvo: 1961. p. 52).

La memoria como rescate del patrimonio histórico

Ernesto Castillero Reyes (Lotería Nacional, 1965), con base en el intercambio epistolar entre José Domingo Espinar y Justo Arosemena referido antes, da por cierto el olvido del héroe de la independencia por parte de los panameños desde 1851 hasta 1965 diciendo: “El 15 de septiembre corriente [1965] se cumplió el primer centenario de la desaparición (...) de este glorioso prócer de la epopeya de América (...). Con este motivo la revista Lotería, siguiendo su pauta tradicional de revelar y exaltar los valores nacionales, le consagra el presente ejemplar con el propósito de salvar del olvido en que se ha mantenido hasta ahora, el recuerdo del insigne panameño” ... (Castillero Reyes: 1965. p. 11).

Castillero Reyes impulsa la conmemoración y rescate de la figura de Espinar, lo que ya resultaba ser un acto desafiante para la historia oficial de su tiempo, sin embargo, evita hacer preguntas incómodas sobre las verdaderas razones del silencio de Justo Arosemena con relación al líder liberal del arrabal y el movimiento de 1830.

La memoria como un acto de justicia

Por su parte, Héctor Conte Bermúdez defiende que Espinar “no es acreedor al desdén de sus compatriotas” por sus muchos méritos y logros extraordinarios y que, en consecuencia ... “Parece de justicia que aspiremos a que la memoria del general Espinar se coloque entre nosotros a la altura de sus merecimientos y de sus largos y abnegados servicios a la libertad para que su nombre perdure a través de los tiempos. (Conte Bermúdez: 1965, p. 36).

No cabe duda de que a Conte Bermúdez le asiste toda la razón cuando concibe como una acción de justicia histórica recuperar la memoria histórica sobre Espinar y rendirle homenaje. Pero, al igual que Castillero Reyes, evita sumergirse en un análisis crítico y sociológico de esta historia y cuestionarse ¿quiénes, por qué y para qué olvidaron a Espinar hasta 1965? La respuesta sugiere que el olvido no fue fortuito, neutral ni mucho menos inocente. Ha sido, por el contrario, un arma política de sus adversarios, semejante al destierro, pero a nivel simbólico y narrativo.

Observaciones finales

• La revisión histórica sobre la abolición de la popular Constitución bolivariana de 1826 por la elitista Constitución de 1830, permite identificarla como la principal causa de la separación de Panamá en 1830. Sin embargo, nuestra historia oficial o bien omite la separación de 1830 o la suma a los demás intentos separatistas de Panamá de Colombia en el siglo XIX, sin diferenciarla en su identidad de movimiento social.

• En la actualidad, movimientos feministas, de indígenas y de afrodescendientes exigen una revisión de nuestros libros escolares de historia para la recuperación de la memoria histórica que incluya su participación como actores sociales y héroes.

• Tanto la historia oficial cuanto la memoria histórica configuran identidades y juicios de valor sobre los actores políticos y sociales, por lo que no escapan de ser ideológicas. La historia oficial funciona como instrumento del statu quo y la memoria histórica como resistencia.

• Bajo el análisis de la historia crítica estructuralista, emergen identidades dicotómicas en un sistema social binario. Descubre las contradicciones de clase y sintetiza y racionaliza la sociedad.

• Entre las identidades opuestas en un sistema binario se configuran las siguientes: San Felipe (de familias ricas y blancas) vs. El Arrabal (de gente pobre, mulatos y mestizos); gente decente vs. pueblo ignorante e inmoral; gente aristocrática vs. negros y tumbaga istmeña; Bolívar, como líder popular vs. Santander, como líder de las oligarquías (a nivel regional grancolombiano) y Espinar como líder popular del arrabal vs. de Obaldía y Justo Arosemena como líderes de la oligarquía (en Panamá).

• Por su parte, el análisis postmoderno descubre identidades intermedias, polisémicas y polivalentes más complejas, fluidas y cambiantes, también más cercanas a la realidad etnográfica. Entre las identidades polisémicas y polivalentes surgen las siguientes:

José Domingo Espinar, siendo residente del arrabal santanero, era un hombre culto: ingeniero, médico y militar. Hasta hoy se discute su color ¿era negro (Marixa Lasso), negroide (Alfredo Castillero Calvo) o blanco del arrabal? (Doris Ávila). Espinar no pretendía impulsar una auténtica revolución social (Espinar), y se quedó a mitad del camino (Castillero Calvo). Pero Castillero Calvo y Doris Ávila demuestran que sí inspiró un movimiento social del arrabal. Espinar es panameño, neogranadino y también peruano. Y su propuesta de 1830 tiene una identidad fluida y movediza: una separación estratégica para que Bolívar reconquistara la unidad grancolombiana (es decir, ¿una separación en favor de la integración?).

José de Obaldía. Según Espinar, de Obaldía no pertenecía a las clases aristocráticas criollas del istmo, sugiere que era un advenedizo. Siendo provinciano chiricano, de Obaldía favoreció el proyecto plutocrático y transitista de la oligarquía capitalina.

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