“No dejo de oír a la gente pidiendo auxilio, su hilo de voz perdiéndose en la oscuridad y la silueta de un hombre en el techo de su coche alumbrada por...
- 24/05/2020 00:00
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¿Alguna vez ha sentido usted la necesidad de permanecer en el encierro de un elevador después de haber sido abierta la puerta? Esto le ocurre a alguien que toma conciencia de la enajenación a la que ha estado sometida a través de los años. Esta mujer, que viene del pueblo de San Blando, que no tiene cuándo, sufre no solo por la prepotencia del varón, sino por las normas sociales y religiosas, y por la familia, mientras permanece en otro espacio, el de la vida, que para ella se mantiene obstinadamente cerrado. Se trata de la novela de Isis Tejeira, Sin fecha fija (1982-1986-2004).
Con esta obra entra de lleno la problemática de la mujer a la narrativa panameña.
Isis es hija de don Gil Blas Tejeira y de doña Matilde, la bella dama que a los 96 años canta con sus nietas: “gracias a la vida, que me ha dado tanto”. Del padre, la pluma ágil y el verbo ingenioso y fuerte; de la madre, esa clara comprensión del mundo femenino. Pero hay que añadir otras dos facetas: su pasión por el teatro y su amor por la docencia. Comencemos por estas dos últimas caras de esta talla.
Doctora en filología románica de la Universidad Complutense de Madrid (1970), fue profesora titular de la Universidad de Panamá. En el Departamento de Español se reconoce su búsqueda tenaz de técnicas y métodos para conseguir que sus alumnas, que son muchas más que sus alumnos (mu chos menos en el área de español), descubran a los clásicos de la literatura grecolatina y latinoamericana. Así, se le siente revivir a Andrómaca cuando, temerosa de ser tomada como esclava, le pide a Héctor que no regrese a la batalla en el Canto VI de la Ilíada, o, de pronto, se le oye la voz de Antígona, la hija de Edipo, cuando decide cumplir las leyes de los dioses por encima de las leyes de los hombres. Por otro lado, los aires de Amalia y de María, hispanoamericanas de cepa, junto a una sor Juana densa, que causa expectación, llenan la vida diaria de profesora y estudiantes del tercer piso de Humanidades. Docencia y teatralidad: ¿no hacemos teatro los educadores, y más las educadoras, en nuestras aulas?
Isis se inició en el teatro en 1960, bajo la dirección de José A. Díaz, con quien tomó cursos de dirección y actuación teatral. En ese año se le otorgó el premio Crespillo Ovalle como la revelación del año, y en 1963, el premio Anayansi como actriz del año. Desde entonces, ha actuado en más de treinta obras de teatro, entre las que sobresale “Madre Coraje y sus hijos”, de Bertolt Brecht, en 1985. Ganó entonces el premio de la Crítica y el premio Anita Villalaz como la mejor actriz del año. Para esa fecha había dirigido ya, durante varios años, el Grupo de Teatro del Instituto Alberto Einstein.
Fue también productora y coordinadora del grupo teatral Laberinto, con el fin de promover el teatro en la universidad. Con ese mismo fin, formó parte de la comisión para el estudio de la carrera de arte teatral, coordinada por la Dra. Silvia Rosa Sierra, desde 1985 hasta 1993. De 1993 a 1995 fue directora de la Escuela de Teatro de la Facultad de Bellas Artes. Llena de energía y gracia, en el centenario, cumplió un papel televisivo importante en la serie “El abuelo de mi abuela”.
Tuvo en su haber varias conferencias sobre la relación del público y el teatro, pero, además, un trabajo inédito importante sobre la dramaturgia panameña. Por otro lado, admiradora de la obra poética de Pablo Neruda, estudiada por ella a profundidad durante sus estudios de doctorado, organizó la Semana Nerudiana en el Departamento de Español de la Universidad de Panamá hace ya más de 25 años, que fue el germen de la exitosa Semana de la Literatura Panameña, de carácter anual.
Hablemos ahora de los cuentos de Isis Tejeira. En ellos nos encontramos con una mujer que pare papeles como literalmente hacemos en la administración pública, y termina temerosa de ser utilizada por el Estado. La ironía y lo cursi como técnica reinan en esas páginas, en las que siempre hay una mujer como Maruchi o una quinceañera como Margarita, y algún hombre que quiere llamar “mía” o “mi esposa” a su mujer, como si se tratara de un objeto. Esta frase de un personaje gogoliano la recoge Pedro Correa para terminar su ensayo “Entre la burla y la caricia” sobre dos cuentos de Isis. También la tesis de maestría de Emma de Blanco, como escritos críticos de Martín Jameison, Julio César Schara, Jaime García Saucedo, Isabel de Turner, Mario Augusto Rodríguez, Víctor Fernández Cañizales, Rafael Ruiloba y Margarita Vásquez versan, en general, sobre la obra de Tejeira.
Isis podría cantar como su adorable madre “gracias a la vida, que me ha dado tanto”, pero, diría yo, la vida panameña también le debe a Isis aplausos y agradecimientos por este trabajo poliédrico logrado a través de los años: profesora (nunca doblegada) de literatura universal, hispanoamericana y panameña, investigadora de la actividad teatral, novelista exitosa, narradora de cuentos y eximia artista de teatro y televisión. Fueron muchos sus méritos, y aquí se los reconocemos.
Escrito para el libro 100 Mujeres, Facultad de Humanidades de la Universidad de Panamá, 2006.