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- 26/02/2012 01:00
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PANAMÁ. Y pasaron los carnavales. Esos cuatro días donde los problemas nacionales y personales quedan congelados y la fiesta arde en llamas en cada esquina del país. Después de los gastos significativos de navidad y año nuevo, miles de panameños toman la calculadora otra vez y hacen cuentas. Si el resultado dispara un déficit, no pasa nada. Las casas de empeño reciben a cientos clientes que hipotecan hasta lo inimaginable para solventar los gastos carnavaleros.
En estas fechas, la lucha de los Ngäbe-Buglé perdió interés popular. Más aún las peleas de los políticos por la Sala V, que hace días ‘pasó de moda’. Un par de semanas antes de las tradicionales fiestas, el hormiguero se alborota pensando y buscando solamente qué empeñar por unos cuantos dólares que le den el sustento para el viaje de ida y vuelta al interior, el alquiler de una casa y alcohol.
Para algunas casas de empeño, esta es la época donde la actividad y las ganancias aumentan más que en cualquier otro momento del año. Las transacciones se elevan a un 60%, y los empeños van desde los $20 hasta los $1.800, que es el promedio máximo que han ofertado por un artículo. Pero esta alta cifra proviene de prendas de plata u oro; en los días pre-carnaval los artículos que desfilan por estos locales son de electrónica, herramientas y electrodomésticos, desde neveras hasta televisores plasma prácticamente nuevos.
‘Ni bien llega febrero, la gente comienza a aparecer de a montones con cualquier cosa que tenga algo de valor’, relata Omaya Vergara, funcionaria de la casa de empeño ‘Arco Iris’. Para ella, ésta es la temporada alta del negocio. ‘A la gente le gusta la rumba, y cuando no tienen dinero para hacerlo, para eso estamos las casas de empeño’, se ríe.
Un día normal de trabajo para Omaya, cuando no se acerca algún día festivo, significa atender a un promedio de 15 clientes a través del grueso vidrio de seguridad en el local ubicado en la Avenida Central de Calidonia. Pero en los primeros días de febrero, esa cifra es prácticamente por hora. Al final de la jornada, atiende a unos 90 que pretenden trocar desde prendas de oro, que es sobre todo a lo que se dedica este local en particular, neveras, lavarropas, equipos de audio, cámaras, computadoras y laptops.
‘La verdad es que uno no termina de asombrarse con la cosas que vienen a canjear. ¡Hasta tarjetas de navidad quisieron empeñar una vez! Es increíble’, comenta.
En otra casa de empeño que prefirió mantenerse en el anonimato, al igual que su funcionaria, y que también está ubicada en Calidonia como muchas otras, es moneda común que en época carnavalera reciban elementos que a la gente no le duela desprenderse. Por ejemplo una plancha para el pelo, blower o hasta tanques de gas de 25 libras. Aunque no se les paguen grandes cantidades por la unidad, el cliente la toma con gusto. ‘No importa si son $15 o $20, para ellos cualquier cosa suma a la causa’, asevera la funcionaria anónima con ocho años de experiencia en el rubro.
Otro fenómeno muy común en el negocio del trueque es que algunas personas vuelven un tiempo después a comprar lo que habían hipotecado. Por lo general, son cosas de valor y que quieren recuperar. Valor que dos semanas atrás era prácticamente ínfimo.
En términos de ganancias netas para las casas de empeño, ninguna tiene una cifra exacta, ya que todavía no finaliza el mes corriente, pero hay una tendencia que se mantiene de varios años hasta hoy que revela que el saldo es claramente positivo para los locales.
Al llegar diciembre, cuando las carteras y cuentas bancarias están tan llenas que vomitan billetes sin ton ni son para solventar los gastos y gustos de las fiestas, es cuando la gente retira artículos en gran cantidad de estos locales. Pero cuando pasan enero y febrero y el inicio de las clases activa la alarma, los empeños vuelven a ser protagonistas y los intereses del 5% y 10% -varía según el negocio- son los agentes del lucro.
‘La gente empeña hasta el aaaaaaalma’, suspiró una mujer de unos 40 años que estaba de salida de la casa de empeño ‘Más me dan’ ante la pregunta a la funcionaria del lugar.
CARNAVAL VS ESCUELA
‘Las personas que prefirieron gastar dinero en los carnavales en lugar de los útiles de escuela son brutas y estúpidas’, se queja Marta, una peatón de 60 años claramente indignada con la actitud con el desprendimiento. ‘Toda la gente que se fue a carnavalear ahora está endeudada y tiene que empezar a empeñar cosas para comprar lo que necesitan los niños’.
Para la funcionaria anónima de la casa de empeño, este fenómeno post-carnaval aumentó en los últimos dos años a raíz de que el inicio de la escuela se adelantó a una semana después de los carnavales. ‘Antes cuando iniciaban a mediados de marzo la gente tenía un par de quincenas para recuperarse’, explica.
Conscientes del golpe económico que representan los carnavales para muchas familias, y que mañana miles de niños comienzan la escuela, el Gobierno Nacional decidió adelantar el XIII mes en el sector público del 15 de abril para el pasado jueves 23 de manera que los padres puedan solventar los gastos de los gastos escolares.
De esta manera se cierra el círculo vicioso financiero familiar que llega en febrero: lo que se debería gastar para los útiles de la escuela pasa a ser la inversión para los carnavales, que luego se convierte en un gasto que es subsanado por el estado para después invertirlo en cuadernos, mochilas, lápices, etc. Como dice el dicho, ‘la culpa no es del chancho sino de quien le rasca el lomo’.
‘Los panameños somos así. Primero la fiesta y después uno se arregla con lo que sobró, si es que quedó algo. Yo me quedé tranquilo estos días, pero por suerte para mucha gente se adelantó el décimo’, reflexiona Ricardo Cedeño, soltero de 36 años.
La resolución del Estado favorecerá únicamente a 208 mil 78 funcionarios entre el Gobierno central, entidades descentralizadas, empresas públicas y municipios, que se repartirán un total de 28 millones 609 mil 340 dólares con 73 centésimos.
‘No entiendo a la gente. Debería comprar los útiles y no irse a los carnavales. Hay que pensar en los niños y su educación. Ahora tendrán que salir a empeñar cosas’, resalta Luz de 48 años.
Los que no gozarán de este anticipo y que decidieron irse a carnavalear, se ven obligados a buscar algo en desuso por los rincones de la casa o volver al sótano, desempolvar artículos y hundirse en los brazos abiertos de las casas de empeño para negociar, una vez más, el valor del producto que cure o solvente el gasto de turno.